1

397 68 10
                                    

Qi Rong se dio cuenta de que tenía un problema apenas tuvo a Gu Zi entre sus brazos nuevamente: no sabía un carajo sobre cómo criar a un bebé.

La pequeña bolita rosa que dormía babeando alegremente su brazo había pasado los primeros diez años siendo un pichón que se alimentaba de gusanos y agua de rocío. Conforme crecía hasta ser lo que podría llamarse un ave adolescente de aspecto decente su alimentación cambió a frutas y hojas de menta, algo sencillo de conseguir para Qi Rong, que no creyó tener problemas con esto hasta que un día llegó a casa y en lugar de encontrar a un ave de plumaje vistoso encontró a un bebé.

¡Su estúpida ave se había convertido en un bebé!

Por un lado, la calamidad estaba feliz porque eso significaba que pronto tendría de nuevo a su hijo, pero por otro… ¿cómo iba a cuidar de él? Gu Zi tenía cerca de 10 años cuando lo encontró por primera vez, por lo que solo se había preocupado por mantenerlo vivo. Ahora esta pequeña cosita dependía completamente de él, ¿qué se supone que tenía que hacer? Ni siquiera tenía a Xuan Ji para mandarla a investigar qué hacer.

Tal parecía que tendría que buscar respuestas por su cuenta.

A la mañana siguiente Qi Rong salió rumbo al pueblo con su hijo en brazos para saber qué hacer con él haciéndose pasar por uno de los recién llegados al lugar. Claro que nadie imaginaba que él vivía en el bosque… y entonces pensó que no era tan buena idea para el bebé así que consiguió una pequeña casita dentro del pueblo. Después de comerse al hijo de puta que vivía ahí, claro. Al reunirse con las señoras del lugar aprendió lo necesario para ofrecer los cuidados básicos a un bebé, y mientras miraba a Gu Zi dormitar en la cuna que había conseguido para él pensó en que su vida, arrastrando a este pequeño, ya no podía seguir el mismo rumbo itinerante que había tenido en los últimos siglos.

Había llegado la hora para que el buen ancestro se estableciera definitivamente.

πππππ

Para su suerte, buena o mala, había terminado en un pueblucho asediado por demonios de todo tipo y que había sido abandonado hasta por los justos cultivadores. Quien lo iba a decir, ¿verdad? Y entonces descubrió que nadie rezaba a los dioses allí, lo cual estaba bien para él porque así no tendría que verle la cara a su estúpido primo ni al estúpido de Lang QianQiu y así nadie le quitaría a su niño. Sin embargo, las viejas costumbres no mueren fácilmente y todas las noches el fantasma salía a vagar por los bosques en busca de gente que comer, los cuales resultaban ser en su mayoría viajeros a los que les quitaba sus pertenencias para usarlas con su hijo. Y lo que no le servía lo tiraba como si nada. A Qi Rong le gustaba la quietud del lugar y fue cuestión de tiempo para que encontrara una cueva, hiciera un gran palacio en su interior y se llevará a su bebé a vivir allí tras dejarle la casa a una familia que recién llegaba al pueblo. Poco a poco volvió a crear su refugio con sus sirvientes demonios, pero esta vez no buscó ser reconocido ni visto por los tres reinos.

Él solo quería vivir tranquilo con su bolita de carne.

Criando un fénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora