Tesoro II PARTE

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El lento movimiento de su dura erección en mi interior, sus besos húmedos en mi cuello y sus caricias en esos lugares que él conoce y denotan más placer en mí. Me hacen sentir que estoy flotando y ardiendo en el cielo del infierno, pues la cálida agua no apaga el fuego en mi cuerpo y parece empeorarlo más.

—Esto evitara que te lastime —avisa tomando un bote de lo que creo es lubricante.

Abandona mi interior y al instante me giro abrazándolo para que vuelva a darme más placer. Pero mueve la cabeza negando, me dedica una dulce sonrisa y desliza sus dedos sobre su dura erección aplicando un poco de ese lubricante que posee un delicioso aroma a sandía.

—Oso —protesto dejando besos sobre su pecho y muriendo de ganas por sentirlo de nuevo en mi palpitante interior.

—Ya sabes lo doloroso que puede ser hacerlo de esta manera —recuerda vertiendo más lubricante sobre su mano.

Presiona sus labios contra los míos en un lento beso, mientras siento que lleva sus dedos a mi interior al instante dándome placer y aplicando el lubricante. Enseguida me pega contra la pared del baño, todo mi cuerpo se estremece bajo la cálida lluvia y gimo con fuerza contra sus labios, mientras lo miro a los ojos haciéndole saber lo mucho que me está gustando lo que hace su mano...

—¿Más? —pregunta y aprieta su labio inferior como si reprimiera una gran sonrisa.

—Sí —suplico.

Sonríe satisfecho, sus dedos se adentran más rápido en mi interior y en medio de mi deleite me aferro a él. Una de mis manos lo abraza y con la otra recorro su torso y así aprecio toda su fisonomía, su cabello adherido a su rostro y el agua que se desliza en delgadas laminas sobre su piel.

—T-Te amo —susurro a centímetros de su boca a la vez que me pierdo en su oscura mirada.

—Dilo otra vez...

—Te amo.

—Otra.

Sus dedos se mueven más rápido.

—Te amo —digo con mayor dificultad.

—Otra vez...

—Te amo —digo con mayor fuerza.

El placer que me brinda hace que me aferre más a su cuerpo para no resbalar y caer. Mis uñas se presionan levemente contra su hombro, mientras con mi mano libre acaricio su dura erección dándole también placer y de esta manera pierdo la noción del tiempo...

—Te amo —susurra mirándome directo a los ojos.

Cuando muevo más rápido mi mano él entrecierra los ojos y apoya su rostro contra mi hombro. Sus dedos abandonan mi interior, pero los lleva a mi boca y en el acto de lamerlos dejo de tocar su dura erección debido a que me abraza. Pronto une sus labios a los míos en un beso lento que me encargo de profundizar al abrazarlo, mientras siento esa dura erección se presiona contra mi vientre.

MIS SIETE SECRETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora