53: Celos

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No sé cuánto tiempo me toma controlar mis instintos salvajes, pero lo consigo y esto en parte se debe al movimiento suave y delicado de sus labios que me someten con facilidad a su voluntad. Pues tienen algo que me resulta adictivo de probar y sentir, son como dos trocitos de cielo que con el simple acto de besarme me transportan a un paraíso de sensaciones placenteras. Lo mismo ocurre con el contacto de sus manos que se deslizan a través de mi espalda, acarician mi cintura, y como si estuvieran hechas de mismísimo fuego, estas calientan mi piel a su paso haciendo que el deseo me crispe cada musculo del cuerpo...

Sigo el lento y delicado movimiento de sus labios en lo que mis manos se ocupan de acariciar su rostro y cabello. De esta manera permanezco a ahorcajadas sobre él, perdida en el deleite de besarlo y sentirlo. En un sitio en el que el tiempo y el mundo a nuestro alrededor desaparecen y tan solo existimos los dos.

A pesar de las corrientes de viento que traen consigo la brisa del mar y la frescura de la noche, la cercanía con su cuerpo me hace entrar en mucho calor como siempre. Y aunque con él no existe el tiempo adecuado para terminar con un beso, pues nunca puedo saciarme. Esta vez rompo la unión de nuestros labios, en medio de la oscuridad lo miro a los ojos y aparto algunos mechones de mi cabello que recaen sobre su rostro, para luego acariciar sus mejillas.

—Perdóname —susurra con la culpa resguardada en su voz y la sonrisa en su rostro disminuye de tamaño.

Lo miro con atención y enseguida siento que los sentimientos de culpa se agolpan en mi pecho.

—No debí decirte esa tontería, claro que necesito de ti, siempre lo haré...

Sus palabras son como una dulce caricia para mi alma y provocan una peligrosa aceleración en mi ritmo cardiaco.

—No fue toda tu culpa —aclaro en voz baja—. No debí gritarte, perdóname por eso también.

—Sí, pero de cierta manera yo provoque que eso pasara —afirma y sus manos acarician mi rostro—. Admito que me puse un poco celoso por el regalo de Suga...

—¿Celos? —inquiero sorprendida—. Amorcito, creí que sabías que mi amor por ti es tan grande como lo que siento por Suga...

—Claro que lo sé y es por eso que me siento muy tonto cuando recuerdo lo que sentí...

Niego con la cabeza.

—No fuiste un tonto y no lo eres —afirmo tranquilizadora—. Ahora sé que tener un detalle así con Suga también ameritaba que lo tuviera con todos ustedes... Sabes que no me gusta hacer diferencias.

—Y en eso eres la mejor, porque nunca he sentido que tengas favoritismo con alguno.

Sonrío.

—En realidad los chicos piensan que tengo favoritismos contigo —aviso divertida—. Pero no es algo que parezca molestarles, porque en parte creen que se debe a que me consientes mucho.

MIS SIETE SECRETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora