72: Un ratito

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La falta de sonidos se extiende entre nosotros por largos segundos en los que siento que me expongo a un peligro excitante, al estar sentada sobre sus piernas, pues su expresión seria y silencio me indican que todavía sigue molesto. Pero a pesar de esto existe algo en él que nunca puede engañarme, mentirme; pues sus ojos son como la ventana que conduce a esa verdad, que con palabras estoy segura que negara de todas las formas posibles.

Está molesto, sé que quiere discutir, pero su mirada casi me desnuda y refleja tanto deseo que por un segundo me da la impresión que quizá está imaginando muchas cosas...

—Tn, no...

No le permito decir nada más y fundo nuestros labios en un beso que lo obliga a callar. Al principio se tensa mucho, trata de separarse y se resiste a corresponderme. Pero me bastan unos cuantos segundos besándolo para someterlo a sus bajos deseos, pues noto que sus labios se mueven con mayor intensidad y necesidad sobre los míos. En medio de la batalla salvaje que libran nuestras bocas, paso mis manos por su rostro palpando su piel tersa, ardiente y por la que se deslizan gotas de sudor.

—Contigo es mejor hacer el amor que pelear —susurro contra sus labios.

Lo miro directo a los ojos.

—No pelees y mejor hazme gritar, pero de placer —solicito en voz baja y con desesperación planto muchos besos sobre sus labios y mejillas.

Una ligera capa de sudor cubre su piel, pero increíblemente esto es como un elixir afrodisiaco que me incita a tocarlo, unirme de todas las formas posibles a su cuerpo e impregnarme más de él.

—Me arregle para ti —digo en voz baja y mis manos sujetan su rostro.

Acerco su cara a mis pechos y con ello casi lo vuelvo loco, pues en cuanto mira un ápice de la lencería de encaje que llevo puesta bajo la bata de seda, me besa con desesperación y frota su cara contra mis pechos como si fuera un animal que busca unirse como sea.

Sus manos grandes recorren toda mi espalda y me pegan más a su cuerpo, mientras sus labios se encargan de besar mi cuello y hacerme casi delirar.

—¿Me harás gritar? —inquiero con dificultad.

—Mucho...

Una sonrisa curva mis labios y entrecierro los ojos disfrutando mucho de las ligeras mordidas, apretones y besos que deja en mis pechos por sobre la tela del sujetador.

—Hueles tan bien...

—Uhm... Debo admitir que tú también —confieso divertida y con una de mis manos revuelvo su cabello y con la otra toco por sobre la tela húmeda de su camisa su espalda ancha.

Separa su cara de mis pechos, me mira a los ojos y acerca su rostro haciendo que su respiración agitada se mezcle con la mía.

—Pero creo que debería tomar un baño antes de...

MIS SIETE SECRETOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora