Te casas con uno y también lo haces con sus seis hermanos. Su lema favorito: Lo tuyo es mío y lo mío es tuyo, pero de nadie más... Nadie más puede fijarse en lo que les pertenece.
Prohibida su copia u adaptación.
II PARTE DE LA HISTORIA
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|TN|
Las gotas de sudor empapan todo mi cuerpo, pues me siento como una braza volcánica entre dos demonios que avivan más mi fuego.
—¿Puedo ir al baño antes? —inquiero nerviosa.
Tae gruñe y aparta los mechones de cabello adheridos a mi rostro empapado en sudor.
—Nena —llama Jungkook con su voz cargada de súplica, necesidad y mucha urgencia.
—No tardo —digo bajando con rapidez de la cama.
Tae libera una maldición y sin remedio usa su mano para soportar mi ausencia, Jungkook por su parte se acomoda sentado y me mira con desesperación y unas posibles ganas de seguirme. No espero más y le doy la espalda caminando rápido hacia el cuarto de baño, pero en el camino miro la salida tan cerca...
«Necesito tomar un respiro».
No lo dudo más, desvío mi rumbo y salgo de ese horno echando a correr hacia la habitación de al lado. Cierro la puerta con rapidez y le pongo el seguro pronto escuchando los gritos y protestas del otro lado.
—¡Tn! ¡Vuelve aquí! —grita Jungkook golpeando la puerta.
—¡Mamita! ¡Sal de ahí! ¡No puedes dejarme a medio camino!
Me quedo parada en la oscuridad y soledad de la habitación tratando de regular mi respiración, pues de momento siento un poco de debilidad...
«Mierda, debí comer mejor...».
—Déjenme tomar un respiro.
—Nena —llama Jungkook en una súplica golpeando más suave la puerta.
—Dame un segundo, ya volveré con ustedes.
—¿Un segundo?
Pongo los ojos en blanco.
—Tres minutos... En tres minutos volveré con ustedes —aviso ignorando el hecho de que ni siquiera tengo un reloj para medir el tiempo.
—Está bien esperare, pero sí no sales usare la llave —advierte Jungkook en un tono desesperado y ansioso.
—No tardes —dice Papito en una súplica.
—Esperen en la cama —sugiero en medio de la difícil tarea de recobrar el aliento.
El silencio detrás de la puerta me hace saber que se marcharon y eso me tranquiliza, por lo que intento recobrar las fuerzas.
«Debí comer bien».
Por más que muevo mis manos dándole aire a mi cara sonrojada, no consigo apagar el fuego que arde en mi interior; aun quiero recibir y dar más placer. Pero no tengo la energía suficiente como para disfrutarlo y complacer como se debe a mis esposos. No tengo precisamente apetito de comida, pero sé que es la falta de alimento lo que está provocando estas ganas de echarme a dormir por una eternidad. Todo el esfuerzo físico durante el día sumado con esto parece que van a provocarme un desmayo.