28: No me llames

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La falta de sonidos en el comedor es una completa tortura para mis oídos, pues me permite escuchar con total claridad los latidos de mi pobre corazón acelerado. Como también tengo que soportar la voz de la culpa que grita en mi mente y se desliza como un gusano infectando de miedo todo mi sistema.

Nam no dice nada y me mira con seriedad, mientras sujeta una taza con algún líquido caliente humeante. El silencio de su parte me hace callar también. Aunque quisiera hablar no puedo. Estoy sin voz y en el fondo sé que eso se debe a algo más que mi enojo con él, pues en cuanto mi vista recae sobre mi celular enseguida encuentro la principal causa de este mal. La presencia de ese aparato vuelve difícil el simple acto de respirar, sujetar bien el cubierto, comer y existir...

«Calma, no pudo mirar nada de lo que estaba haciendo».

En un intento de fingir que su presencia no provoca este caos en mi interior, enfoco mi vista en el plato y me obligo a comer. Mi apetito ha desaparecido, pero sin remedio llevo un trozo de sandía a mi boca y me obligo a masticarlo. Aunque ni siquiera el dulce de la fruta logra quitarme el mal sabor en la boca que ha ocasionado el nerviosismo, ya que me resulta difícil degustar de algo cuando me siento observada de una excesiva manera por él...

«¿Qué le pasa? ¿Por qué no solo me ignora?».

En medio de la difícil tarea de comer, suplico en mi mente que vuelva a ignorarme para que pueda quitar de su alcance mi celular... Pero como si mis suplicas trajeran toneladas de mala suerte, en ese instante escucho la vibración del aparato cuya pantalla se enciende y muestra un nombre que me deja paralizada.

«Jennie».

Libero una maldición para a mis adentros, no puedo creer que eligiera el peor momento para llamarme. Dejo que el celular vibre, no respondo, no lo toco, pues no quiero abusar de mi escasa calma. El móvil vibra por largos segundos que me resultan como una angustiosa eternidad en la que soy observada por Nam. Pero una vez deja de sonar respiro más tranquila.

«Que no vuelva a llamar, que no lo haga, por favor».

La pantalla del bendito celular se apaga y lo miro con disimulo como si fuera un objeto altamente peligroso: una bomba que puede ocasionar una explosión en cualquier momento.

No toco el aparato, me limito a comer en silencio elevando plegarias mentales al cielo y estas parecen ser respondidas al instante, pero por el infierno. Pues en contra de lo que suplico Nam se acerca con la taza en la mano y al instante descarto la posibilidad de salir corriendo con el celular, ya que eso sería demasiado sospechoso.

«Jennie no me llames ahora, por favor».

Me quedo quieta y en el instante en que él se detiene a mi lado dejo de comer y tomo con disimulo mi celular. Aunque antes de que pueda levantarme Nam deja la taza junto a mi plato y eso me detiene...

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