58-. Visita Obligada

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Zayn

Con gran fastidio posé nuevamente la vista sobre el reloj, sí, ese mismo que se encontraba en lo alto de una de las paredes y sin mucha sorpresa descubrí que otra hora había transcurrido desde mi llegada a este lugar.


La reunión tenía como hora de inicio las cinco en punto y ya eran casi las siete, si las cosas seguían como hasta ahora, quizás terminara viéndo a la señora Cox a las diez de la noche, si es que ella me concedía el "honor" de verla hoy.

—Señor, Malik —llamó desde su escritorio la secretaria—, ¿desea que le sirva otra taza de té?

—No —cansado de esperar, me levanté—, de hecho ya me voy, y dígale a su jefa que... —suspiré—. Olvídelo, no le díga nada.

Con paso firme me dirigí hacia la salida, preguntandome porque había tardado tanto en tomar esta decisión. El retraso era sólo una clara señal de lo que yo ya sabía; debía olvidarme del arte. Había tenido mi momento de gloria, fue efímero y ahora no tenía otra opción más que resignarme a que eso se había acabado.


—¡Señor Malik! —la voz de la secretaria logró detenerme a escasos metros de la puerta-. La señora Cox está lista para recibirlo.


Sin mucho pensarlo —porque de haberlo hecho lo más seguro es que me habría ido de aquí— caminé hacia la puerta, ahora, abierta.


—Retírate, Joan —indicó la mujer de cabello platinado, y la mujer más joven la obedeció de inmediato—. Creí que nunca lo vería, señor Malik.


—Y por todo el tiempo que me hizo esperar parecía que así lo quería.


Una sonrisa se abrió paso en sus labios.


—Tome asiento —me exhortó.


¡Genial! Como si necesitara estar sentado durante una hora más. El trasero al igual que otras zonas de mi cuerpo se encontraban entumecidas justo ahora.


—Gracias, pero así estoy bien.

El silencio recién formado en la habitación me permitió apreciar la suave melodía que había de fondo, y con completa seguridad podía afirmar que se trataba de los 5 secretos de Beethoven. Violett tenía esta canción en su tracklist y me era increíble la forma en la que ella iba desde la música clásica hasta la alternativa.

—Anthony, que dios lo tenga en su santa gloria —comentó aparte—, se presentó aquí hace algún tiempo, pidiéndome que te ayudara. Cuéntame, ¿cuál era tu relación con él?

—Salgo con su hija.

—¡La pequeña Violett! —una sonrisa se formó en su severo rostro—, aunque claro, supongo que ya no está tan pequeña, ¿cuantos años tiene ahora? ¿17?

—19 —corregí de inmediato.

—¡Ya es toda una mujer! —exclamó conmovida—. Me encantaría tanto verla, aunque supongo que ya no se acuerda de mí, era muy joven cuando dejó el país.

—No quiero sonar grosero —aclaré—, pero esto ya se ha retrasado por más de una hora, ¿podría simplemente ir al grano y decirme si puede o no ayudarme?

—Me gusta tu actitud —afirmó—. Sabes lo que quieres y cómo lo quieres, aunque tú desconfianza es algo irritante. ¿Cómo me preguntas que si puedo ayudarte? Cariño, yo soy una diosa, puedo hacer lo que quiera.

¡Vaya! Si Violett y yo teníamos egos gigantes, el de esta mujer era inmenso.

—He estado muy atenta a todo lo que ha ocurrido en tu vida estos últimos meses —de su escritorio tomó una pequeña carpeta, supongo que el tamaño era sólo el reflejo de lo poco que había ocurrido en mi carrera-. Tus pinturas dejaron museos florentinos para mudarse a España, y la noticia de tu fallida exposición llegó muy rápido la ciudad —me miró con genuino interés—. Carlo Matterazzi se esforzó mucho para sabotearte, ¿qué le hiciste?

My Favorite NeighborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora