82-. Como un libro abierto

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Liam

El dolor de tu rechazo se sintió mil veces peor de lo que llegué a pensar que dolería, porque en efecto; siempre supe que el resultado sería este cuando me atreviera a confesarte esa verdad que el tiempo se había encargado de convertir en un secreto a voces.

En mí no se albergaba esperanza alguna de ser correspondido por ti. Tú te aseguraste de dejar las cosas claras entre ambos desde el inicio; yo no fungía en tu vida más que como tu pañuelo de lágrimas al que podías desechar después de usar. Yo sólo era esa persona a la que acudías cuando necesitabas ayuda o simplemente de alguien que te escuchara.

Era consciente de la situación, ésta siempre fue así, por ello no debería afectarme de la manera en la que lo hace pero no puedo evitarlo, una cosa era suponer tu reacción y un inminente rechazo, y otra muy distinta era vivirla.

Ilusamente creí que cuando tú me rechazarás, lo harías con algo de tacto y si tenía suerte, hasta con un poco de dulzura.

Mi hipótesis se fundamentaba en aquella visita que me hiciste días atrás, cuando te presentaste en mi casa y con mejillas sonrojadas y mirada gacha me preguntaste si lo que se decía era verdad, si era cierto que yo sentía algo más que amistad por ti; sin embargo, la realidad fue demasiado cruel conmigo y tú te mostraste asqueada ante la idea de una vida a mí lado.

Si me lo preguntas, creo que no lo merecía. Una reacción como la que tuviste no era necesaría, yo abría entendido que no tenía ninguna posibilidad contigo con un simple "no", o incluso lo habría hecho sólo, al terminó de mi arranque de valentía.

Ahora mis temores habían cobrado vida y yo te había perdido incluso como amiga.

Mis sentidos habían sido abrumados por un insistente sonido, eran como campanillas siendo mecidas por el feroz viento de un día de otoño.

No alce la vista de mi plato de comida hasta que sentí el tercer trozo de pan chocar de lleno contra mi rostro.

Al termino de la mesa, frente a mí, se encontraba Nicola mirando hacia cualquier lugar exceptuando mi dirección. En su sonrojado rostro relucía una sonrisa de lo más inocente, pretendiendo así hacerme creer que ella no había tenido nada que ver con el reciente ataque al que fui sometido.

Nicola era apenas un par de años menor que yo pero su actitud parecía ser la de una niña de nueve. En ese aspecto distábamos muchos de parecernos, ella no se preocupaba por el día de mañana simplemente se dedicaba a vivir el día de hoy y eso era todo.

Dejando salir todo el aire contenido de mis pulmones, regrese la vista a mi plato de comida.

—¿Qué te ocurre Li-Li?

—Nada —dije con las palabras agolpadas en mi garganta, luchando las unas contra las otras por alcanzar la libertad.

—¿Se supone que debo creerte? —arqueó una de sus delgadas cejas, mirándome con escepticismo.

No importaba cuanta convicción hubiese en mis palabras, desde mi llegada a casa no había logrado convencer a absolutamente nadie de que me encontraba bien. Quizás era mi apariencia la que me delataba o el hecho de que todos en casa nos conocíamos casi tan bien como a nuestras propias palmas de las manos o simplemente yo era bastante trasparente y resultaba tan fácil de leer como lo era un libro abierto.

—No veo porque no lo haces. Estoy diciendote la verdad.

Mentir nunca fue algo con lo que me encontrara familiarizado. No me gustaba engañar a las personas y mucho menos cuando éstas compartían mi misma sangre, pese a eso, debía reconocer que la mentira era de gran ayuda en algunas ocaciones.

My Favorite NeighborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora