74-. El corazón quiere lo que quiere

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Llevé mis manos hasta mi rostro siendo incapaz de darle crédito a lo que acababa de hacer.

El plan que había trazado en mi mente mientras me encontraba volando sobre la ciudad, no se asemejaba a nada de lo que aquí había ocurrido.

¿Dónde se supone que había quedado toda mi determinación?

En la basura, Junto a tu dignidad y sensatez, contestó mi consciencia.

Quise gritar, realmente lo necesitaba, pero las palabras se extraviaban o simplemente se quedaban atascadas en algún punto de mi garganta. Me sentía frustrada por no poder hacer nada al respecto. Me detestaba por las estúpidas decisiones que había tomado y que seguía tomando día con día, todo en mi vida era error tras error y no sabía si podría seguir soportándolo.

El aire comenzó a faltarme, algo que ocurría con bastante frecuencia desde el incidente en el elevador, tratando de deshacerme del sentimiento de sofoco, abandoné todo en mi estudio de arte y me precipité al jardín. Necesitaba con urgencia respirar.

El viento seguía corriendo con ferocidad en el exterior, danzando entre las copas de los árboles y jugueteando con mi cabello. Me gustaban los días como este, era difícil explicar por qué, sólo podía decir que el viento parecía llevarse mis problemas y el frío me entumecía a tal punto que dejaba de sentir dolor.

Sin siquiera analizarlo tomé asiento en el verde pasto, sosteniendo mi teléfono entre las manos. Necesitaba ponerme en contacto con mi consciencia. Acabábamos de vernos, lo sabía, pero necesitaba con urgencia que alguien me escuchara.

El teléfono fue contestado casi al primer timbre —una de las ventaja de que ella nunca se separara de ese aparato—, la desesperación me llevó a ser la iniciadora de la charla, no me creía capaz de soportar la espera hasta que Mich dijera "hola".

—¡Soy una cobarde! —gemí—. ¡La más cobarde de todas las cobardes!

—¡Ah! ¿Ya te diste cuenta? —se mofó de mí aquella chillona voz—. Lo sorprendente aquí es que antes no eras así.

Alejé el teléfono de mi oído para cerciorarme de que había llamado al número correcto y efectivamente en la pantalla aparecía el nombre de "Mich" acompañado de su fotografía.

—¿Dónde está Mich y qué haces con su teléfono? —Pregunté, pasando por alto sus comentarios irónicos.

—En este mismo instante la señora y el señor arrumacos se encuentran haciéndole honor a sus nombres mientras que Harry y mi queridísimo amigo Liam Payne los ven con cara de asco e incomodidad.

Era bastante natural que yo ignorara todo —o gran parte de— lo que Louis solía decir, pues sus palabras carecían de importancia o coherencia. No era una decisión que yo tomara deliberadamente, era una función que mi cerebro ejecutaba automáticamente tras aprender, a través de los años, que las historias sin sentido de Louis en realidad no aportaban nada de interés para nosotros.

Sin embargo, esta vez algo llamó mi atención y aquel nombre no dejaba de rebobinarse en mi cabeza.

—¿Qué? ¿Liam está ahí? —todo era bastante confuso para mí en este momento.

—Sí. Decidí traerlo a casa para sorprenderte, después de haberlo encontrado en el funeral de la tía de Anna, donde por cierto, también se encontraba tu adorado Malik...

Decidí no prestarle atención al hecho de que al parecer la futura esposa de mi mejor amigo, casi hermano, era pariente cercano de la estúpida mujer con la que Zayn sostuvo una relación de la cual yo aún desconocía su índole.

My Favorite NeighborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora