111-. Cosechamos aquello que sembramos // Parte II //

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Violett nunca se consideró a sí misma una mujer religiosa.

Asistía a la iglesia de vez en cuando la mayoría de las veces obligada por su madre y otras tantas llamada por la arquitectura en sus fachadas.

Considerable fue su desconcierto al descubrirse en la pequeña capilla que el hospital albergaba, quiso darse la vuelta al instante y regresar por donde había venido, pero sus pies parecían no obedecerle. Una fuerza mayor a ella misma la retenía en aquel sitio.

Derrotada, Violett avanzó hasta la primera fila de bancas y sentada, sin emitir sonido alguno, esperó hasta ser la única persona en la habitación.

Comenzó a recitar torpemente la única oración que se sabía, pero debió detenerse no mucho después, insegura de estar haciéndolo bien.

Instintivamente lanzó una nueva mirada a su espalda, comprobando que no hubiera nadie más haciéndole compañía y con un suspiró terminó por firmar su derrota.

—Sé que hemos tenido nuestras desavenencias en el pasado, que hubo veces en las que llena de rabia recriminé tus designios e incluso llegué a dudar de tu existencia al creer ignoradas mis plegarias... —calló abruptamente al pensar cuán mal debía estar todo si su último recurso era implorar al cielo por un milagro—, pero terminaste respondiendo a mis rezos; me regresaste a mi padre, y es por ello que de nueva cuenta acudo a ti suplicándote que lo salves. Zayn es un buen hombre, algo terco y a veces un tanto estúpido, pero tiene un corazón enorme. Él ya ha sufrido demasiado y merece ser feliz. Ambos lo merecemos.

El sonido de unos pasos adentrándose en la capilla alertaron a Violett. El momento de terminar con su patético intento de plegaria había llegado.

Limpió sus lágrimas con un movimiento rápido y se encaminó a la salida, pero entonces lo vio y el repentino sentimiento de vergüenza transmutó en pesar.

—Lo siento —se disculpó el hombre de mirada celeste. Esos ojos, pensó Violett, eran idénticos a los de Luca, transmitían la misma tristeza—. No era mi intención incomodarte.

—Descuida, ya había terminado.

El hombre asintió desganado. Violett le observó durante algunos segundos antes de seguir con su camino.

—¿Cómo sigue?

La voz de Dante consiguió detenerla a escasos metros de la puerta. Violett giró nuevamente hacia el hombre que estático permanecía en el pasillo.

—Aún no sabemos si sobrevivirá —soltó Violett con voz estrangulada.

—Lo siento tanto...

Dante bajó la cabeza, incapaz de ver la cara de aquella mujer a la que su hermano había herido.

—No es tu culpa —le recordó con seriedad—. Así que no intentes responsabilizarte por los actos de tu hermano.

—Debí haberlo rescatado de las garras de Marco. Debí volver por él de inmediato...

Violett dio un par de pasos adelante, posando una de sus gentiles manos sobre el hombro de aquel hombre, intentando reconfortarle cuando menos un poco.

—No había manera de saber que esto terminaría así, Dante.

—Era cuestión de tiempo —sus ojos emulaban la turbulencia del mar previo a una tormenta—. Con Marco la única opción era la muerte.

—Luca tomó sus propias decisiones. Él sabía el daño que ocasionaba con cada una de sus acciones y ni por un segundo pensó en detenerse. Él tenía más opciones, Dante, si tan sólo lo hubiese entendido...

Violett guardó silencio al notar que el hombre italiano comenzaba a lagrimear. 

Tras dedicarle un último vistazo abandonó la capilla, para encaminarse una vez más a la sala de espera. A simple vista Violett fue incapaz de encontrar a los Malik y creyó ilusamente que finalmente Yaser había convencido a Tricia de descansar un poco, entonces los vio ingresar a la habitación acompañados de Liam y unos cuantos cafés.

—¡Violett! —Mich llamó su atención mientras le tendía aquel aparato—. Es Louis.

Presurosa tomó el teléfono que su amiga le ofrecía y sólo bastó escuchar su aguda voz para echarse a llorar.

—¡Dime que estás bien! —suplicó desesperado. Necesitaba oírlo por sí mismo.

—Lo estoy. Lo estoy —reiteró. Comprendiendo la angustia de Louis.

—¿Entonces por qué lloras?

—Porque tú estás llorando también —replicó con una sonrisa mientras las lágrimas aún bañaban sus mejillas.

Louis carraspeó, intentando deshacerse del nudo en su garganta.

—¿Cómo está Zayn?

—Debemos esperar al menos otras dieciocho horas más para saber sí sobrevive o... —su voz se entrecortó. Le era imposible decirlo en voz alta.

—Descuida, cariño. Ya sabes lo que dicen: hierva mala nunca muere. Te aseguró que él se va a aferra a la vida con uñas y hasta con dientes por ti.

Violett se alejó de sus amigos con la finalidad de poder hablar con más soltura.

—Tengo miedo.

—Es natural, Violett. Después de todo lo que has pasado estas últimas horas.

—No —meneó la cabeza energéticamente. Louis no entendía—. Tengo miedo de perderlo, y que esta vez sea para siempre. Si eso ocurriera yo no podría...

—Shhh...Violett, no vuelvas a repetirlo. Nada malo va a pasarle, ¿sabes porque estoy tan seguro? —no le dio oportunidad de contestar—. Por que te lo digo yo, ¿o alguna vez me he equivocado?

—Sabes que sí —masculló limpiándose las lágrimas—. Todo el tiempo.

—Ok, se suponía que tenías que decir "no".

Una media sonrisa se formó en su rostro.

—Gracias por llamar, Lou. No imaginas cuán bien me hizo escucharte.

—Quiero verte, Violett. Quiero sostenerte entre mis brazos y asegurarme de que realmente estás bien.

—¿Acaso no confías en mí?

—Claro que lo hago, pero no voy a estar tranquilo hasta verte con mis propios ojos. Ahora mismo Voy camino al club para solicitar un permiso de ausencia. Si todo ocurre como debe llegaré a Venecia en.... —examinó el reloj en su muñeca—, unas cuatro horas. No desesperes, pronto estaré contigo.

—Louis, aprecio que quieras estar aquí, pero preferiría que no vinieras. La ciudad está hecha un caos, nadie puede entrar o salir. Harry tiene poco más de dos horas varado en Padua.

—¿Cómo que mi hombre está sólo en esa extraña ciudad? —sobreactuó, y por desgracia Violett ya imaginaba el rumbo que tomaría todo esto—. Ahora más que nunca tengo que ir. ¡Él me necesita!

Violett exhaló cansinamente. Por supuesto que nada de lo que dijera lograría persuadir a Louis. Él no entendía de razones, y aunque nunca lo admitiría de viva voz, daba gracias al cielo por ello.

—Te amo, Lou.

—Sabes que yo también te amo.

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⏰ Última actualización: Apr 27, 2019 ⏰

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