66-. Ebrios: unos de alcohol y otros simplemente de celos.

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Al lleguar a la mesa, encontré a Harry de pie junto a ésta, claramente se disponía a marcharse.

—¿Dónde vas? —pregunté con algo de preocupación.

—Afuera —señaló hacía atrás, a su espalda, aunque la salida no se encontraba en esa dirección—. Necesito algo de aire. Comienzo a sentirme mareado.

—Bien, te acompaño.

—No —negó más de lo necesarió—, no creo que a Malik le agrede la idea.

¿Y a quién le importa? Un imbécil como él no merece consideración alguna.

—No voy a dejarte solo —me limité a contestar—, luces bastante mal.

Harry no respondió, en lugar de eso empezó a abrirse paso en la pista, empujando a unas cuantas personas que se interponian demasiado en nuestro camino. Tras cruzar una puerta situada en lo más ricondito del club, salimos hacia una especie de callejón, definitivamente, no se trataba del mismo lugar por el cual yo había ingresado anteriormente.

La estatura de Harry se redujo en cuestión de segundos y acariciando sus rizos durante mi descenso, me senté junto a él en la acera.

En la intemperie se respiraba una tranquilidad única, la cual parecía encontrarse más que extinta en el interior del club. Los muros a nuestras espaldas se encargaban de aislar cualquier sonido antinatural y las cegadoras luces de neón fueron reemplazadas por la tenué iluminación que nos brindaba la luna.

—Esto es bastante extraño, ¿no? —dijo repentinamente, logrando que yo apartara la mirada del cielo.

—¿A qué te refieres?

—Parecemos un par de desconocidos, cuando en realidad nos conocemos el uno al otro mejor que a nadie en el mundo —sonrió con ironía.

—Las cosas han cambiado, Hazz —apoyé mi cabeza sobre su hombro.

—No tienes ni que decirmelo.

La charla se había estacionado en un tema un tanto escabroso, en cualquier momento saldría a relucir algo que simplemente empeoraría las cosas, por esto mismo, decidí hablar de cualquier otro asunto.

—¿Qué tal te va en París? —me alejé de él para verlo a la cara.

—La ciudad es hermosa —sonrió y los hoyuelos que yo tanto adoraba aparecieron en sus mejillas—, y he aprendido un montón de cosas en la escuela. Hace algunos días aprendí a hacer un crème brûlée delicioso.

Y a continuación el chico de los rizos empezó a describirme el proceso de elaboración de aquel exquisito postre.

—¡Harry! —chillé para que parara pues gracias a la representacion mental que me había provocado su descripción, empecé a salivar.

Lo escuché reír e inconsientemente sonreí.

—Lo siento —se diculpó—, pero si vas mañana a la casa de Louis, yo podría prepararte ese desayuno que dejamos pendiente en Venecia.

Hice una mueca, la idea del desyauno era magnifica, pero, ¿en casa de Louis? No, aún estaba moleta con él por lo poco considerado que fue y siguía siendo.

—Quiero saber que es lo que le va a decir a Jay —confesé. Si yo había quedado en shock no imaginaba como sería la reacción de aquella encantadora mujer.

—Es increible que conociendolo como lo haces, aún creas que le va a decir algo de esto a Jay —sonrió divertido por mi ingenuidad.

—Tendrá que hacerlo, lo más probable es que mañana su gran celebración se encuentre retratada en los periodicos y noticieros de deportes y entonces no podrá ocultarlo más —sentencié.

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