111-. Cosechamos aquello que sembramos.

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Tras aquella promesa, Alighieri huyó del lugar previendo un nuevo reclamo por parte de Yaser. La ciudad entera se encontraba en caos absoluto, lo último que necesitaba eran los reproches de ese hombre inglés.

Violett se mantuvo en silencio temiendo ser el nuevo blanco de los envenenados reproches de Yaser que, si bien resultarían merecidos, sería incapaz de soportar.

Los ojos color miel de Yaser se posaron sobre la joven mujer mientras lo inimaginable ocurría:

—Tenías razón.

La sinceridad de sus palabras aturdieron momentáneamente a Violett.

—¿Con respecto a qué?

—Debí haberle dicho a Zayn cuanto lo amaba cuando aún tenía la oportunidad. Temo que ahora ya sea demasiado tarde...

Violett amagó con acercarse a abrazarle, pero las lágrimas en los ojos de aquel hombre la detuvieron, ¿y si su temor era justificado? ¿Y si nunca más volvían a ver a Zayn con vida?

—Aun hay tiempo —se repetía desesperadamente—. Zayn es un hombre fuerte, él superará esto, y entonces usted podrá decirle todo lo ha estado callando durante años.

Yaser sonrió débilmente.

—Admito que no entendí de donde venía su reciente optimismo, pero comienzo a tener una idea...

La expresión en el rostro de Yaser se deformó, pasó de ser ser una mueca que emulaba una sonrisa al desconcierto total, por lo cual Violett preocupada se dio a la tarea de seguir con la mirada la dirección en la cual él veía estupefacto. No le sorprendió encontrar a su padre del otro lado de la habitación, debió suponer desde el inicio que era justamente a él a quien Yaser veía incrédulo.

Con un andar grácil, Anthony amenazaba con la intención de acercarse a ellos, pero entonces apareció Elizabeth, acompañada de Tricia. Las alarmas de Violett se encendieron de inmediato, Elizabeth no había reaccionado de la mejor manera ante la muerte de Anthony y temía que, al descubrirlo vivo, su salud se viese comprometida, pero nada de lo siguiente Violett pudo preverlo.

Elizabeth no se desvaneció, en lugar de ello abofeteó a su esposo con fuerza desmedida.

—Admito que me lo merecía —reconoció el hombre de los grandes ojos marrones, sobando su mejilla dolorida—. Te extrañé, Eli.

Las lágrimas aparecieron en el rostro de aquella mujer, quien terminó llorando a mares en los brazos de su esposo.

—¿Cómo pudiste hacerme esto? Tú no puedes imaginar lo mucho que Violett y yo sufrimos al creerte muerto —lloriqueaba aferrándose cada vez más a aquel cuerpo que pensó jamás volvería a tener así de cerca.

***

Las horas pasaron dejando en Violett la sensación de ser años los transcurridos desde el momento en que Zayn fue atendido por los recién llegados médicos de la ciudad aledaña de Padua.

En la sala de espera el ambiente resultaba ser de tensión absoluta, y mientras los presentes aguardaban a tener noticias sobre Zayn les era imposible no reparar en aquellas personas que angustiadas iban y venían intentando encontrar ayuda médica para sus malheridos amigos y familiares.

Violett no podía evitar sentirse responsable por la tragedia que embargaba a todas esas personas, pero la culpa no le correspondía completamente y estaba dispuesta a compartirla con el hombre que la había engendrado.

—Deja de mirarme así —exigió Anthony, mientras acariciaba gentilmente la cabeza de Elizabeth que dormida reposaba sobre su regazo.

—¿Acaso no sientes nada? —reprochó con amargura—. Tú eres tan responsable de esto como lo es Luca, como lo soy yo...

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