72-. Tóxico

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Violett

Encuentra lo que amas y deja que te mate.

Esa frase era una de mis favoritas desde tiempos inmemorables y se había convertido en mi lema de vida, aunque claro, desde entonces ya había transcurrido bastante tiempo.

El arte y yo nos habíamos encontrado a una temprana edad, y a partir de entonces le entregué todo lo que yo era, todo lo que yo tenía sin miramientos, sin reservas, otorgandole mi propía existencia creyendo que lo nuestro sería para siempre —supongo que yo no sabía amar de otra manera que no fuera esa—; sin embargo, considerar al arte como mi mayor y único amor fue un completo error de mi parte, pues de ese lugar se adueñaría —más tarde y sin mi consentimiento—, un moreno de mirada penetrante y sonrisa ladina.

Zayn estaba acabando conmigo, lo hacía poco a poco, y yo no me creía capaz de detenerlo. Nuestra relación era insana, lo tuve siempre en cuenta y no pudo importarme menos; sin embargo, en este punto se había vuelto insostenible.

Todo este tiempo creí que cuando dejáramos de ocultar nuestro amor, todo nos resultaría más fácil, que por fin seríamos felices, pero me equivoqué, otra vez.

Las discusiones se habían vuelto constantes y la mayoría de ellas iniciadas por cosas estúpidas.

Todo estaba muy lejos de ser como creí que sería, y ahora me encontraba a treinta mil pies de altura, revalorando el rumbo de mi relación. Definitivamente esto no era lo que tenía en mente cuando me reencontré con él.

¿Lo amaba? Claro que lo hacía, de eso no tenía duda alguna, pero el amor no siempre era suficiente y mucho menos cuando éste no era reciproco. Zayn podía decir que me amaba y que sin mí no podía vivir pero sus acciones demostraban todo lo contrario.

La idea de terminar con esta mierda había estado rondando por mi cabeza durante toda la mañana. Estaba cansada y dejar a Zayn sonaba como un buen plan, salvo por el hecho de que no podía hacerlo.

Él era la droga más poderosa con la que alguien podría experimentar; sus besos, sus caricias, todo en él te embaucaba haciéndote imposible pensar con claridad, aunque ahora todo volvía a ir por el camino correcto y mi sensatez parecía regresar poco a poco. Se suponía que el primer paso para que un adicto se recuperará era que éste aceptara su "enfermedad" y yo no sólo la había aceptado sino que ya había tocado fondo y estaba dispuesta a salir de él sin importar qué.

Arrancaría a Zayn de mi corazón aunque la vida entera se me fuera en ello.

Vagamente escuché al piloto dando las indicaciones previas al aterrizaje, inconscientemente llevé una de mis manos hasta mis mejillas en donde corrían un par de lágrimas.

Esto era la mejor. Ambos merecíamos ser felices y quizás esa felicidad la encontráramos con alguien más.

Tras recoger mi maleta de la banda transportadora, encendí mi celular por mera costumbre, cabe recalcar, pero fue una decisión desacertada pues lo primero que apareció en la pantalla fue una antigua fotografía de Louis haciendo caras graciosas.

Ya se había enterado.

Sin pensarlo en demasía y antes de que algo ocurriera, volví a apagar aquel aparato para después abandonarlo en el fondo de mi bolsa. En este momento no necesitaba oír los reclamos de Louis. De ante mano sabía lo que diría o mejor dicho, vociferaría: "prometiste quedarte. Me mentiste. Llegué aquí y ya no estabas", y un montón de quejas más se escucharían por el auricular, y simplemente no, no necesitaba eso, no ahora.

El viento corría ferozmente por las calles Londinenses, despeinando mi cabello y helandome la poca piel que quedaba al descubierto. El cielo soltaba pequeñas gotas, desde una perspectiva romántica y poética se podría afirmar que se trataba del llanto del cielo, éste lloraba por lo que se aproximaba.

My Favorite NeighborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora