San Andrés

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El camión entra en el pueblo y los chicos observan que hay mucha gente afuera observándolos.

—Miren, hay mucha gente afuera —menciona Oscar.

—¿Nos habrán recibido? —pregunta Román.

—O tal vez nunca han visto un camión pasar por aquí —dice Julián.

El camión sigue avanzando y llega al centro del pueblo, donde hay una plaza con un parque y árboles, al centro un kiosco y alrededor, la iglesia, que es el edificio más grande del pueblo, al lado, la presidencia municipal, el camión da vuelta en una esquina y se detiene en un edificio de dimensiones parecidas a la presidencia, de estilo arquitectónico colonial.

—Es aquí muchachos —menciona el chofer y señalándoles el edificio— Aquí se van a quedar.

—¿Aquí qué es? —preguntan los chicos.

—Un hostal— menciona el chofer.

—¿Un hotel?

—No niños, un hostal —aclara el chofer— Es lo mismo que un hotel, pero más pequeño.

—Ah —mencionan los chicos al ver el edificio que en realidad es muy grande para ser considerado como hostal.

—Vayan bajando con cuidado —les menciona el chofer— Y también bajen sus cosas con cuidado.

Los chicos van bajando y van viendo a algunos pueblerinos que los observan un poco extrañados, los chicos los miran a ellos sorprendidos de la misma manera.

—Entonces aquí es el famoso San Andrés —menciona Jennifer dando un vistazo.

—Si —dice Rubí— Es aquí.

Más allá de la plaza central aparecen casas del mismo estilo arquitectónico colonial, parecidas a las de Taxco o Guanajuato, como ya se había mencionado, la extensión del pueblo no pasa del kilómetro cuadrado, después de este límite, aparecen casas solas esparcidas esporádicamente hasta que se pierden entre los cerros que rodean el pueblo.

—No sé si los maestros sabían que este lugar era así, porque yo pienso que de esta manera, sí estaremos en contacto con la naturaleza —menciona Julián.

—Pues yo pienso que los maestros nunca vinieron aquí —expresa Diana— Sólo eligieron el primer pueblo que vieron en el mapa y nos mandaron aquí.

—Si es que este pueblo aparece en el mapa —menciona Román.

—Honestamente, no sé si pueda aguantar dos semanas aquí —menciona Oscar, en eso ve un grupo de chicas caminando por allí, Oscar sonríe y menciona sin que nadie lo oiga:

—Tal vez sí.

—Vengan —menciona el chofer— Voy a regístralos en el hostal.

Todos se acercan a la puerta principal del hostal, de grandes dimensiones y el chofer toca la puerta, abren un hombre y una mujer de aproximadamente 50 años. La mujer pregunta:

—¿Se les ofrece algo?

—Buenas tardes, disculpe, me enviaron de la ciudad de México —les explica el chofer— Me dijeron que les trajera un grupo de chicos de una escuela de allá.

—Ah —menciona la mujer— ¿Son los chicos de la escuela de México?

—Si señora —le aclara el chofer— Son ellos —y les muestra a los 30 niños que vienen con él.

—Pasen, pasen —menciona el hombre.

El chofer y los chicos entran por la puerta grande y lo primero que ven es un pequeño cuartito donde se registran los huéspedes a su izquierda, al fondo se ven varias habitaciones, todas distribuidas alrededor de un patio donde hay una fuente que está iluminada, ya que el patio no posee techo, el edificio tiene 3 pisos de puras habitaciones con las comodidades mínimas.

Saga de RománDonde viven las historias. Descúbrelo ahora