Regreso a casa

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—¿Cómo llegaste aquí? —le pregunta Román al caballero.

—Me teletransporté —dice Zwartz— Y traeré a mi maestro pronto.

—¿Qué van a hacer? —pregunta Oscar.

—Liberaremos al Leviatán en su mundo —les responde el caballero.

—¿A quién? —dicen los chicos.

—El ser oscuro del que les habló Neyr —les dice el caballero— Ese es su nombre.

—Yo te vencí —dice Román.

—No fue así —le dice el caballero— Recordarás que cuando me venciste desaparecí.

—Lo recuerdo —dice Román

—En realidad solo me moví a este mundo —contesta el cabalero.

—¿Tú desapareciste a la gente? —pregunta Román.

—Toda —le responde el caballero— Sólo quedan ustedes 6 en todo tu mundo.

—No puede ser —dice Román— ¿Dónde están?

—Los convertí en energía oscura para obtener poder y liberar al ser —les dice Zwartz.

—¿Qué has hecho? —dicen todos enojados.

—Devuélvelos a la normalidad —le dice el chico.

—No lo haré —le responde el caballero— Ya falta poco para el despertar del Leviatán.

Román se lanza contra el caballero, pero éste, con usar sólo la mente, lo manda a volar y el chico queda en el suelo.

—Ahora que no tienes el poder del medallón, no eres rival para mí, no vale la pena luchar contra ti.

Y el caballero desaparece. Los chicos levantan a Román y éste se ve enojado, pero también triste.

—Fallamos —dice el chico— No salvamos el mundo esta vez.

—No —dice Miranda— Aún podemos hacer algo.

—¿Pero qué? —se pregunta Oscar.

Román se levanta y dice:

—Tengo que volver a México.

—¿A México? —le pregunta Oscar.

—Quiero estar seguro de que en verdad no están mis padres —dice el chico.

—Es cierto —dice Julián— Quizá sólo lo dijo para asustarnos.

—¿Pero cómo vamos a volver? —pregunta Diana.

—¿Alguno de ustedes tendrá alguna idea? —menciona Román.

—No podemos tomar un avión comercial —dice Miranda— Lo único que podríamos hacer es conseguir una avioneta y hay algunas en el aeropuerto de Los Ángeles.

—Si —dice Román— Ahora es sólo cosa de buscar a alguien que la sepa pilotear.

—No creo que ninguno de nosotros lo sepa —dice Julián.

—No importa —dice Román— Hay que ir al aeropuerto, después resolvemos eso.

Los chicos se suben al auto de Miranda, la chica maneja a toda velocidad por las calles desiertas de Los Ángeles. Un rato más tarde los chicos llegan al aeropuerto y entran, bajando del carro corren hacia un hangar donde hay avionetas, entonces llegan a la primera avioneta que se encuentran.

—Bien —dice Oscar —¿Ahora qué?—

—Primero hay que entrar ¿no? —dice Diana— Mientras no tenga una llave o algo así no hay problema.

Saga de RománDonde viven las historias. Descúbrelo ahora