Irene

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Esa noche, como lo habían acordado, los 30 chicos del hostal y los 10 de la escuela, volvieron a ir a la iglesia abandonada. Llegan a donde habían visto al fantasma.

—Bien —les dice Julio— Aquí se nos apareció ese fantasma, sólo es cosa de esperar.

—Tengo todavía un poco de miedo —dice Julián.

—Sí, yo también —le dice Oscar— Pero por ver de nuevo a ese fantasma, creo que vale la pena.

De repente, por el agujero del techo frente al altar, aparece de nuevo la luz brillante que toma forma humana y se convierte en el mismo fantasma que vieron la noche pasada, los chicos pierden el miedo, pero están todavía sorprendidos. Román se le acera de nuevo y el fantasma dice:

—Ayuda.

—Lo ven —les dice Román dirigiéndose a los otros— Sí me pidió ayuda.

—Entonces no dijo grawww —dice Oscar.

—Rayos, ni tampoco growwww —dice Miguel.

—¿Entonces este es el famoso fantasma? —les dice Daniel.

—Es hermosa —menciona Carlos.

—De haber sabido, hubiera venido con ustedes desde el primer día —les dice Abel.

—Dinos, ¿Cómo podemos ayudarte? —le dice Román al fantasma.

El fantasma se les queda viendo y después pone los pies en el suelo, ya que estaba flotando, toma una forma más humana, como si estuviera viva, así cualquiera que lo viera, no creería que es un fantasma, sino una persona viva. Los chicos se sorprenden.

—¿Revivió? —dice Oscar y sonríe.

—Claro que no —le dice Mariela dándole un codazo— Tomó una forma más humana o algo así.

Román repite la pregunta que le hizo al fantasma.

—Creo que no quiere hablar —le dice Julio.

—Pues si no quiere hablar, que no hable —le dice Julián.

—Pregúntale que a qué hora sale al pan —se oye de atrás y se oyen risas.

—¿Quien dijo eso? no sean ridículos —les dice Román tratando de contener la risa.

Luego éste vuelve al fantasma y le dice:

—Está bien, si no quieres hablar, no hables, sólo dinos ¿Cómo podemos ayudarte?

—¿Al menos nos puede decir cómo se llama? —le pregunta Oscar.

—Yo creo que si puede hablar, pero no quiere —les dice Julián— ¿Cómo crees que dijo "ayuda"?

—¿Nos puedes decir tu nombre? —le pregunta Román.

Entonces el fantasma suelta una palabra, pero no se le entiende.

—¿Qué dijo? —pregunta Oscar.

—¿Se llama grawww? —dice Julio— Que nombre tan raro.

—No —dice Román— Al parecer, dice que se llama Irene.

—¿Y cómo sabes? —le preguntan.

—Yo estoy más cerca de ella, escucho mejor —les responde Román. Y le pregunta al fantasma.

—¿Te llamas Irene?

El fantasma mueve su cabeza arriba y abajo de forma lenta.

—Ven —les dice el chico— Sí se llama Irene.

—Ya decía yo —dice Julio— No podría tener un nombre más raro.

—Pues a mí el nombre me parece lindo —menciona Diana.

—Si —dice Leticia mirando a Román— Si alguna vez tengo una hija, tal vez le ponga ese nombre.

Aunque Román no se dio cuenta de esto, Diana sí y miró de reojo a Leticia.

—Creo que no le va el nombre —dice Julián— No es de provincia.

—No le ha de gustar su nombre —dice Diana— La verdad a mí tampoco me gusta el mío.

—¿No te gusta tu nombre? —le dice Román— Tu nombre es lindo, pero el mío no.

—¿Tampoco te gusta tu nombre? —le dice Diana.

—No —le dice Román y ambos chicos se quedan mirando sonrojados. Leticia comprende que Diana se ha vengado.

De repente el fantasma vuelve a decir:

—Ayuda.

Todos le ponen atención de nuevo al fantasma.

—¿Cómo podemos ayudarte? —le pregunta Román por tercera vez.

—Quiero salir de aquí —les dice el fantasma.

—¿Salir de aquí? —dice Oscar— ¿Qué no simplemente se puede ir volando?

—Ha de estar hablando metafóricamente —dice Diana.

—Debe de querer irse al cielo, pero no puede, porque está en este mundo —dice Oscar.

—Estoy aquí contra mi voluntad —les dice Irene.

—¿Contra su voluntad? —pregunta Josué.

—¿Hay alguien que no te deja ir? —le pregunta Román.

—Es un monstruo —le dice el fantasma.

—¿Un monstruo? —menciona Julián.

—O sea ¿Un monstruo, una bestia? —le preguntan.

—No —les responde el fantasma.

—Ha de decir monstruo en forma metafórica —menciona Julio.

—El que la tiene atrapado, es un monstruo porque... es muy malo —dice Minerva.

El fantasma vuelve a asentir con la cabeza.

—¿Ya ven? —les dice Minerva— Yo tenía razón.

—Menos mal —dice Daniel

—Yo insisto —dice Oscar— ¿Que no se puede ir volando?

—No es tan fácil —les dice Irene— Estoy hechizada.

—Sí, lo sé —dice Oscar— Yo siempre tengo ese efecto en las mujeres.

—No seas tarado —le dice Julio— Ella habla de que esta hechizada, porque le lanzaron un hechizo o algo así.

—Ahhh —dice el chico.

—Pero explícanos —le dice Román— ¿Quién eres?, ¿Por qué estás aquí? ¿Quién te hizo eso?

—No es que seamos chismosos —dice Oscar.

—Si —dice Julio— Es sólo curiosidad.

Y el fantasma empieza a hablar.

Saga de RománDonde viven las historias. Descúbrelo ahora