Colhua

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Varios días después, los chicos han revisado en los alrededores del pueblo, pero no han encontrado nada.

Esa noche, Román, Oscar y Julián fueron ver a Irene.

—No hemos encontrado a nuestros amigos aún —dice Román.

—¿Podrías decirnos aunque sea un pista? —pregunta Oscar.

—No —le dice el fantasma— Quisiera ayudarlos pero no puedo.

—¿Nada, nada? —dice Oscar

El fantasma mueve la cabeza en señal negativa.

De nuevo en el hostal...

—¿Alguna pista? —pregunta Román.

—No —le dicen.

—Rayos —dice Román un poco decepcionado.

—Llevamos casi 1 semana buscando ese escondite. ¿Dónde podría estar? —se pregunta Julián.

—No lo sé —le dice Román— Pero empiezo a perder las esperanzas.

—No, no te rindas —le dice Oscar— La esperanza muere al último.

—Pues es lo último que me queda —le dice el chico— Ya hemos revisado en todas partes...

De repente el chico se acordó de algo y se le iluminaron los ojos.

—Hey, esperen.

—¿Qué cosa? —le pregunta Julio.

—Señora Benigna —le dice Román— Nos había mencionado de un monte llamado Colhua.

—Es cierto —le dice la mujer— Pero ¿Creen que este allí el escondite?

—No lo sé —dice Miguel— De hecho es el único lugar que falta por revisar.

—Bien —dice el cazador— Vamos.

Todos llegan a las faldas del cerro, prolifera la vegetación espinosa.

—De aquí no se ve la puerta.

—Está más arriba —dice el señor Pedro.

—Entonces hay que subir —dice el cazador.

Los sujetos suben y llegando casi a la cima llegan a una cueva bastante amplia. Al entrar prenden una lámpara y comienzan a caminar.

—Está muy oscuro.

20 metros más adelante encuentran un muro metálico.

—Vean, la puerta —exclama el señor Roberto en tono triunfal.

—No parece una puerta ordinaria —dicen los chicos.

—No lo es —dice el cazador.

La puerta era de unos 4 metros de alto y 10 de ancho, parecía una puerta como las de los castillos medievales, pero hecha de un metal muy brillante. El cazador saca un aparato y lo pone en la superficie de la puerta, espera unos segundos y el aparato suena dando negativo.

—Ya veo —menciona el cazador.

—¿Qué es ese aparato? —le pregunta Josué.

—Este es un aparato que detecta los materiales de que están hechas las cosas.

—¿Y porque sonó así?

—Porque no detectó ningún material conocido que forme la puerta.

—¿Qué quiere decir? —le preguntan.

—Esta puerta no está hecha con ningún material conocido en el mundo —dice al fin el cazador.

Todos se quedan sorprendidos ante tal afirmación.

—¿Entonces esta puerta es...? —dice Sara.

—De origen extraterrestre —les dice el cazador.

Todos quedan atónitos.

—Entonces todo tiene sentido —dice el señor Roberto.

—¿Por qué? —le preguntan.

—Se habla mucho del ovni que cayó en 1977 aquí, vinieron científicos y gentes de todas partes del mundo, pero nunca los hallaron, porque ellos se ocultaron aquí.

—Si —dice Román— Podría tener sentido.

—Los extraterrestres pudieron haber estado por un tiempo aquí, y luego se fueron —dice Rubí.

—Pues —dice el cazador —No encontramos una guarida fantasma, encontramos una guarida extraterrestre, esa no es mi especialidad.

—Los extraterrestres ya no están aquí —dice el señor Pedro— Pero dejaron la puerta.

—¿Podemos entrar? —dice Julián.

—No sé —dice Selena— Pudiera ser peligroso.

—Yo me encargo de eso —dice el cazador.

Acto seguido, saca una granada pequeña y la pone en la base de la puerta, luego aprieta unos botones que tiene allí y les dice a los demás:

—Retrocedan.

Todos se hacen hacia atrás y la bomba explota destruyendo parte de la puerta y dando oportunidad de pasar hacia adentro.

Los chicos y el cazador entran y ven algunas máquinas completamente extrañas.

—¿Qué son esas cosas?

—No lo sé —dice el cazador— Es tecnología extraterrestre, más avanzada que la nuestra, les recomiendo que no toquen nada

—Hay dibujos aquí —dice Oscar al ver hojas sobre una mesa— Esto parece el dibujo de un cráneo humano, quizá experimentaban con humanos.

—Vean lo que encontré —dice Pilar.

—¿Qué es eso? —le preguntan.

—Una chaqueta naranja —dice la chica mientras la levanta del suelo.

—¿Para qué querían los extraterrestres una chaqueta naranja? —pregunta Oscar.

—Tal vez se disfrazaron y bajaron al pueblo —le dice Julio en broma.

—Esperen —dice Román— Préstamela.

La chica le da la chaqueta a Román y él la huele, y al fin dice:

—Esta chaqueta es de Diana.

—¿Estás seguro? —le pregunta Julio.

—Si —dice el chico— Yo se la vi puesta el día que venimos.

—Es cierto, ya me acordé —dice Delia.

—¿Entonces las chicas están aquí? —menciona Miguel.

—Es que se ve muy vacío y abandonado —dice Oscar.

Los chicos revisan por todos lados, el espacio tiene una extensión de apenas 100 m2, lo que la hace muy pequeña.

—No hay nada que nos diga que están aquí —dice el cazador.

—Yo sé que Diana está aquí —dice Román abrazando la chaqueta de Diana— Puedo sentirlo.

—Será mejor que nos vayamos —dicen los señores.

—De acuerdo —dice el cazador— Pero antes...

Se mueve y busca, toma algunas cosas que parecen armas.

—¿Qué hace? —le preguntan.

—Pienso que servirán —dice el cazador.

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Saga de RománDonde viven las historias. Descúbrelo ahora