Inmediatamente, y debido a la luz del sol, los fantasmas van desapareciendo, al último, Irene desaparece diciendo con una sonrisa:
—Gracias.
Sólo Román le responde:
—De nada.
Los chicos se ponen felices y gritan:
—Ganamos.
Diana se le acerca a Román y le dice:
—Gracias por venir a salvarme, yo sabía que lo harías.
—No es nada —le dice el chico apenado— Yo solo...
No pudo continuar porque ella le dio un beso.
—Diana ¿tú?... —le dice Román extrañado.
—Diana yo —le dice la chica y se besan.
Leticia los mira de lejos, Oscar se le acerca y le dice:
—No te sientas mal.
—No —dice ella— Sé que aunque yo sienta algo por él, creo que se ven mejor, dejémoslo así.
—Como quieras —le dice Oscar— ...digo por si necesitas a alguien que...
—¿Qué cosa? —voltea la chica hacia él.
—No nada —le dice Oscar.
—¿Nos estas engañando? —le dicen Jennifer, Mariela... bueno, todas sus pretendientes a Oscar.
—No —le dice Oscar— Ni siquiera andamos.
—Pero eso no te da derecho a engañarnos —Todas, incluso Leticia, le comienzan a pegar, pero a Oscar no le duele porque son mujeres, sin embargo, la escena se ve cómica.
—Por fin —dice la señora Benigna.
—Finalmente se ha acabado —exclama el señor Pedro.
—Y no tendremos que tener más miedo —dice el señor Roberto.
—Bueno —exclama el primer cazador— Nuestro trabajo aquí ha terminado.
—¿A dónde irán? —les pregunta Miguel.
—A donde la gente nos necesite —le dice el segundo cazador.
—Fue un gusto pelear al lado de ustedes, son muy valientes, se los agradecemos —les dice el primer cazador y ambos se van.
Los chicos se despiden de ellos.
—Creo que es hora de volver a casa —dicen los señores.
—De acuerdo —dicen los chicos.
Todos los héroes bajan del cerro y la gente los corea. Se les acerca un hombre con aires de importancia y les dice:
—Confiamos en ustedes, y nos salvaron, gracias.
—¿Quién es usted? —le pregunta Oscar.
—Es el presidente del pueblo —les dice el señor Roberto.
—¿El presidente del pueblo? —le dicen los chicos— Nunca lo habíamos visto.
—Pero yo estaba aquí —les dice el presidente— Apoyándolos como todos.
—Pues no es nada —le dicen los chicos.
—¿Cómo que no es nada? —les dice el presidente— Esto amerita una celebración.
—Pues gracias —le dicen los chicos algo apenados— No sabemos qué decir.
Al día siguiente se efectúa una fiesta en honor de los héroes, hay de todo, comidas, juegos, bailes, grupos de música, una fiesta tal y como la habían descrito los señores del hostal cuando hablaban de la fiesta del pueblo. Los chicos y todos los que lucharon, comen en una gran mesa larga situada a lo largo de la plaza, en el mero centro están los chicos del hostal.
Después el presidente toma la palabra:
—Por favor todos de pie.
Todos se levantan y el presidente dice:
—Hoy festejamos a estas personas, quienes a pesar de no vivir aquí y no tener mucha idea de nuestros problemas, y que además, son todavía muy jóvenes, nos han demostrado que la fuerza de voluntad es mucho más grande que cualquier problema que pueda haber, son un gran ejemplo para nosotros.
Todos aplauden y los chicos hacen reverencias diciendo:
—Gracias.
Uno de los del pueblo grita:
—Que pasen a hablar.
—Si —dicen todos los habitantes del pueblo.
Los chicos suben a la tribuna.
—Habla tú —le dicen a Román.
—¿Y yo porque? —les pregunta éste— Yo no sé qué decir.
—No te preocupes —le dice Diana tomándolo de la mano— Yo voy a estar contigo.
El chico se ruboriza, toma el micrófono y dice:
—No sé qué decir... pero yo siento que era algo que nosotros teníamos que hacer, por ayudar a la gente de este pueblo, gente que tanto tiempo había sufrido estas cosas y que aunque ya estaban hartos de la situación, pues no hicieron nada... no se ofendan. Nosotros nos sentimos orgullosos de haber hecho algo para ayudar a este pueblo, estamos muy agradecidos por ustedes, por creer en nosotros, cuando no llevaban mucho tiempo de conocernos, quiero dar gracias a los hombres y mujeres que lucharon a nuestro lado, y a nuestros amigos de la escuela.
Todos le aplauden, los chicos dan las gracias. Un rato después, cuando ya están recogiendo todo, los chicos están platicando en el kiosco.
—¿Qué creen que haya pasado con Irene y los demás fantasmas? —pregunta Miguel.
—No lo sé —dice Julio.
—Tal vez, ya están en un lugar mejor —dice Diana
—¿O sea, que ya descansan en paz, que ya están en el cielo? —pregunta Oscar.
—Si —le dice la chica.
—Pero el fantasma del general sí desapareció totalmente ¿Verdad? —pregunta Sara.
—Si —dice Rubí— O tal vez él se fue al infierno, no sé.
—Eso es lo de menos —dice Minerva— Ahora ya somos libres.
—Si —dice Leticia —Ya podemos salir tranquilos de noche.
—Espero que con esto el pueblo comience a crecer —dice Josué— De esa manera no desaparecerá.
—Yo también espero lo mismo —dice Alejandra.
—¿Saben? —dice Julio.
—¿Qué? —le preguntan.
—Creo que voy a extrañar a Irene.
—Yo también —dice Oscar— Era muy linda.
Y pienso que sentiste celos cuando la viste con su esposo ¿No? —le dice Julián a Oscar.
—Ese fuiste tú —le responde Oscar.
—No —dice el chico apenando— Igual y le hubiera dicho que estaba linda.
—¿Y crees que te hubiera hecho caso? —le dicen las chicas.
—Pues... mejor ya cállense —dice el chico.
Y todos comienzan a reír.
—Espero que estén bien —dice Diana mirando al cielo. Todos hacen lo mismo.
Un cielo azul con nubes blancas, es hermoso. Los chicos se quedan callados un rato, pensando lo que han vivido en las últimas dos semanas.
—¿Cuántas cosas han pasado? —dice Román.
—Y yo que pensaba que me iba a aburrir aquí —le dice Oscar.
—Ya ven —dice Darina— Les dije que no necesitaba radio ni televisión para sobrevivir.
—Pero tú fuiste la primera que dijo que no podías vivir sin esas cosas —le dice Julio.
—No me acuerdo —dice la chica.
Y todos vuelven a reír y terminan con un suspiro.
De repente Oscar logra ver...
—Hey, viene un camión.

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Saga de Román
AventureRomán, un chico que parece llevar una vida como la de cualquier chico de su edad, pronto descubre que quizá su vida no es tan normal. Fantasmas, terroristas, monstruos, reyes y científicos locos, toda una pléyade de villanos que a su par...