Collar de diamantes

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Al día siguiente, tienen ya hecho un plan.

—¿Y bien? —dice Román

—¿Bien qué? —le preguntan.

—Ya es hora —dice el chico.

—Todavía no, hasta la noche —le responde Oscar.

—¿Y porque no vamos ahorita a la iglesia? —pregunta Román.

—Pues sí, pero a ver si no hay por allí alguna pista —le dice Julián.

—Esperen ¿Eso es una buena idea? —pregunta Oscar.

—Pues no lo sé —menciona Diana

—Entonces vayan ustedes —dicen los señores— Nosotros nos quedamos aquí.

—De acuerdo —le dicen.

Salen 10 chicos a la iglesia y van a la iglesia, como es de día, no les da miedo, entran y exploran.

—La verdad no sé a qué venimos —dice Oscar.

—Si —le dice Jennifer— Es pérdida de tiempo.

—Hey —dice Román— Miren allí.

—¿Qué cosa? —le preguntan.

—En el suelo se ve una luz roja —les dice el chico.

—¿Qué es eso? —pregunta Mariela.

—No lo sé —le responde Román— Vamos a acercarnos.

Los chicos ven que la luz provenía de un collar con un diamante rojo que brillaba con la luz del sol.

—Oh, qué lindo —dice Sara— Llévatelo.

—¿Para qué lo quieres? —le dice Julián.

—Siento que nos ha de servir de algo —le dice Román.

Los chicos vuelven al hostal. Al llegar muestran el collar a todos.

—¿Dónde encontraron eso? —les preguntan.

—Lo encontramos tirado en la iglesia —les explica Román.

—Ese collar —dice la señora— Lo he visto, pero no recuerdo dónde.

—Tome señora —le dice Román mientras le da el collar a la señora— Será mejor que lo guarde.

—Gracias —dice la señora.

Cae la noche en San Andrés.

—Bien —les dice Miguel— Esta noche iremos al liberar al fantasma.

—Veamos si podemos derrotar al general ese —dice Oscar.

—Bien saben que hacen esto sólo porque el fantasma está lindo —dice Román— Y pienso que no es motivo suficiente.

—Pues tal vez nos recompense —le dice Oscar.

—¿Cómo? —le pregunta Román.

—No lo sé... —dice el chico.

—Oye no seas mal pensado, es un fantasma —le dice Román.

Los chicos comienzan a reír y Oscar se pone rojo.

Miguel se pone de pie en la fuente y dice a los presentes:

—Yo he vivido toda mi vida en este pueblo, soportando todos las noches ruidos y desapariciones, no pensé que llegaría a enfrentármeles, pero pienso que alguien tenía que detener esto, alguien tenía que acabarlo, les daremos paz a esos fantasmas para que se vayan de aquí, y como bien saben, no tenemos mucha experiencia en esto de andar cazando fantasmas, ¿Entienden la gravedad del asunto?

—Si —le dicen los otros.

—Que si ganamos —le dice Oscar— La gente nos considerará héroes.

—O tal vez nos hagan un monumento en nuestro honor —dice Julio.

—O nos den un día festivo —dice Noé.

—Yo no hablaba de eso —interrumpe Miguel— Hablo de lo peligrosa que es la misión.

—Pues, tengo entendido —dice Mariela— Que un fantasma no nos puede hacer daño, porque es ilógico que un ser muerto haga daño a uno vivo.

—Posiblemente —le dice Miguel —Pero más que físico, un fantasma puede hacer daño psicológico, tal vez les dé un susto tan tremendo que los mate de un infarto, o a lo mucho, los deje traumados, por eso de una vez les digo, el que quiera irse, que se vaya, no voy a obligar a nadie a ayudarnos.

—Pues yo si voy a ir —dice Oscar.

—Y yo —dice Pilar.

—Y yo —decían poco a poco todos.

—Bien —dice Miguel y pone su mano en el centro, todos hacen lo mismo mientras gritan:

—¡Hagámoslo!

Todos salen rumbo a la iglesia. Van platicando en el camino:

—¿Entonces lo único que tenemos que hacer, es rezar por ellos? —dice Román.

—Si —le dice Miguel— Yo por eso me traje esta Biblia y este rosario, supongo que servirán.

—¿Entonces no va a haber nada de acción? —dice decepcionado Oscar.

—No lo creo —le dice Román.

—Pero si se aparece el general, recuerda que es más fuerte, ¿Qué tal si no se deja descansar? ¿Qué tal si nos ataca? —le dice Oscar.

—Pues, es una posibilidad.

—Pero Irene había dicho que era un fantasma más fuerte, que no era normal ni siquiera entre los fantasmas, como los de Danny Phantom —dice Julián.

—Pues si algo sale mal, tendremos que irnos, porque si el fantasma se lleva a alguien... —les dice Julio.

—Entiendo —le dice Román, y se pone algo triste pensando en Diana. Oscar se da cuenta y le dice:

—¿Qué tienes?

—Estaba pensando en que si algo le pasara a Diana...

—No le va a pasar nada —le dice Oscar— Nos protegeremos entre nosotros.

—Si —le dice Román y murmura sin que nadie lo oiga:

—Eso creo.

Román mira a Diana que estaba frente a él y se pone triste.

Llegan a la iglesia y entran con cuidado.

—Chicos —dicen Miguel y los señores— Prepárense.

—Si —dicen ellos.

Al llegar al altar, donde esta vez, no había luz de luna, se les aparece de repente Irene.

—Hey —dice Oscar— Es Irene.

—Tengan cuidado —es lo único que dice la fantasma y desaparece.

—Se fue —dice Román.

—¿Por qué se fue tan rápido? —dicen los chicos.

—Miren —dice Diana señalando al agujero del techo.

—¿Qué cosa?

—Una mancha como la de la otra noche, se acerca a acá —les dice la chica.

—Pero esa es de color verde —dice Oscar.

—Esa no es Irene ¿Cierto? —menciona Julio.

—No —le dicen los chicos.

La mancha verde se acerca a ellos.

—Chicos, prepárense —les indica Miguel— Ese debe de ser el fantasma del general.

—Si —dicen los chicos— Tiene que ser él.

—Zigfried.

Saga de RománDonde viven las historias. Descúbrelo ahora