Hitler

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Mientras van de camino, Oscar le dice a Román:

—Yo soy Dan, me gusta más ese nombre.

—De acuerdo —le dice su primo— Yo soy... ehm... Till.

Los chicos llegan de nuevo a la cancillería y toman asiento, en una de las varias sillas que hay dispuestas, el lugar está exquisitamente adornado con mucho lujo, dejando sorprendidos a los dos chicos, poco a poco la gente viene llegando, incluso entre la multitud, ven al espía y a Diana y Julián con él, vestidos y arreglados elegantemente para la ocasión

—Mira —le dice Oscar a Román— Allí están.

Román voltea y ve a los chicos con el espía, Diana saluda a Román y éste le devuelve el saludo.

En eso, en el estrado de enfrente, muy adornado y lujoso, aparecen los principales jerarcas nazis, la gente aplaude, Román los reconoce poco a poco, al final aparece Adolf Hitler y se dirige al estrado:

—Hoy nos reunimos para enaltecer una vez más a nuestra raza, demostrando que somos el pueblo elegido...

Mientras el líder alemán habla, Román y Oscar hablan entre sí:

—Ese Hitler sabe hablar.

—¿Cómo crees que convencía a la gente? —le dice Román— Tiene una oratoria muy poderosa.

Cuando Hitler termina de hablar, uno por uno van pasando con el fuhrer a que les entreguen su diploma, los dos chicos ven con curiosidad que a cada graduado le entregan un libro.

—¿Qué les están dando? —pregunta Diana al espía.

—Es una copia de Mi lucha —dice el espía— Se las regalan a los graduados y a los matrimonios en su boda.

—¿Es el libro que escribió Hitler verdad? —pregunta Julián.

—Si —le dice el espía— Ese libro es de lectura obligada para todos los niños en Alemania.

Después de que terminan de pasar, Hitler vuelve a hablar:

—Hoy también, quiero reconocer a dos alumnos, que hicieron el esfuerzo supremo y llegaron más allá de lo inimaginable, hombres como ellos me llenan de orgullo, hombres como ellos hacen que la Gran Alemania avance hacia el futuro.

Después le dan un papel y dice:

—Que pasen al frente, Dan Greese y Till Kauffman.

Los dos chicos, al oír sus nombres falsos pasan al estrado, toda la gente, alumnos y maestros les aplauden fervorosamente.

Ambos chicos saludan al fuhrer y mientras les entregan un ejemplar de Mi lucha a cada uno, sonríen para la foto del recuerdo.

—Esto sería genial —dice Diana— Lastima que sea Hitler a quien están saludando.

—Y que no se la podamos mostrar a nadie —dice Julián.

Posteriormente la ceremonia termina y Román y Oscar avanzan junto con los jerarcas nazis y Hitler hacía dentro de la cancillería.

Desde la Wilhelmsplatz los chicos son conducidos por medio de las grandes puertas de acceso vehicular al Patio de Honor. Luego de ser recibidos en el pórtico del patio interior, pasan a una sala de recepción de tamaño medio, de la cual las puertas dobles tienen casi diecisiete metros de altura y dan acceso a una gran sala revestida en mosaico y mármol rojo. A continuación, suben varios niveles, cruzan a través de una sala redonda con techo abovedado y ven ante ellos una gran galería de 146,304 m de largo.

Los otros jerarcas dejan solos a Hitler y a los dos chicos y estos siguen su camino hacia el despacho de éste. Una gran portada destaca en la fachada interior el sitio del despacho de Hitler. En las puertas del despacho de Hitler hacen guardia de honor dos soldados de la Primera División de las Waffen—SS, llamada "Adolf Hitler", con uniformes negros.

Al pasar al despacho de Hitler, los chicos quedan sorprendidos por lo grande y majestuoso que es. En el centro una larga mesa con cubierta de mármol, un gran globo terráqueo dominaba la decoración del severo despacho, así como un retrato de Bismarck que cuelga detrás del escritorio del dictador alemán.

Hitler se sienta en su escritorio y les dice:

—Me siento orgulloso de muchachos como ustedes, son ustedes los hombres que la raza aria necesita para llevar a esta nación a la gloria.

—No es nada —le dicen los chicos temerosos por la imponente personalidad de Hitler.

—Es increíble —le dice Oscar a Román en voz baja y discretamente— Hasta estoy temblando.

—Yo igual —dice Román— Hitler se impone demasiado.

—Acérquense —les ordena el fuhrer.

Como movidos por una gran fuerza, los dos chicos se acercan al escritorio, Hitler les dice:

—Quiero que lean el libro que les di, que lo comprendan y lo pongan en práctica, quiero que se preparen para defender esta nación.

—Sí, lo haremos —le dicen los chicos.

Afuera, cerca del edificio, el espía todavía está junto con Diana y Julián.

—¿Creen que lo logren? —pregunta Julián.

—Esperemos que si —les dice el espía— Sólo espero que la personalidad de Hitler no los espante.

Adentro, Román saca lentamente y sin que el fuhrer se dé cuenta la pluma, aprieta el botón lentamente y lo deja en el escritorio, detrás de unos papeles para que Hitler no lo vea. Luego le dice:

—Nos tenemos que ir, fue un gusto conocerlo señor.

—Si —le dice Oscar— Debe de estar ocupado, con todas esas batallas.

—Ellos caerán —dice Hitler con una seguridad tremenda— Tarde o temprano caerán.

Román sabe que habla de Latinoamérica, pero no dice nada.

Los chicos salen del despacho de Hitler y caminan a toda velocidad por donde habían entrado, 5 minutos después están afuera, el espía los ve y va hacia ellos.

—Todo bien —le dice Román.

—Entonces hay que irnos —les dice el espía— Por seguridad será mejor que ustedes se vayan por otro camino, yo me iré por el mío.

—De acuerdo.

—Denme los libros que les dio Hitler.

—¿Para que los quiere?

—Material confiscado —le dice el espía.

Los chicos le dan los libros.

—Un gusto —les dice el espía y se va.

Los 4 chicos se van poco a poco más rápido hasta llegar a un callejón, en ese momento oyen una explosión, al asomarse ven humo salir de la cancillería del Reich.

—Sera mejor que nos vayamos —y Román se levanta la manga.

—¿Estás seguro? —le dice Diana

—Claro que si —le dice Román— Si descubren que fuimos nosotros nos van a matar.

Todos se agarran del chico y este aprieta el mismo botón, entonces desaparecen.

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Saga de RománDonde viven las historias. Descúbrelo ahora