—¿Estamos donde creo que estamos? —dice Román.
—Si —les dice Oscar.
—Es la Alemania Nazi —les dice Julián— Bonita época la que nos tocó.
Los 4 chicos avanzan por las calles de la ciudad, pero la gente se les queda mirando debido a que todavía conservan la indumentaria bizantina, los chicos también observan cómo hay varias imágenes no sólo de banderas y suásticas, hay varias imágenes de Hitler en todas las paredes de muchos edificios, así como emblemas del nacionalsocialismo.
—Parece que admiraban bastante a Hitler —menciona Julián.
—No exactamente —les dice Román— Era una especie de culto o algo así, los alemanes en esta época veían a Hitler como un superhombre, como el salvador del mundo.
Los chicos finalmente llegan a un edificio que parece un palacio salido de un cuento de hadas.
—Este era el edificio de la cancillería del Reich —les dice Román.
—¿Entonces allí adentro está Hitler? —pregunta Diana.
—Si —les dice Román— Aquí es Berlín.
La gente comienza a notar a los 4 de nuevo por su vestimenta bizantina, y es cuando los chicos se dan cuenta.
—La gente se nos queda mirando —dice Oscar.
—Hay que alejarnos —ordena Román.
Los 4 salen caminando rápidamente pero algunos alemanes los siguen, es cuando pasan por donde hay oficiales con uniformes nazis, éstos al darse cuenta de los chicos, uno de ellos ordena a otro que los sigua. Los 4 doblan por una esquina en un callejón angosto y en eso ven que de una de las puertas se abre muy poco dejando ver a un hombre que les dice en voz baja:
—Entren.
Como ya los estaban alcanzando, los 4 chicos entran al cuarto y así logran escapar.
Dentro, hay sólo una mesa, algunos muebles y otras cosas, llama la atención de los chicos una pequeña banderita de Estados Unidos, otra de Inglaterra y otra de Francia puesta en el escritorio. Al ver las banderitas, Román le pregunta:
—¿Usted es?...
—Aliado —le responde— Americano.
—¿Pero quién es usted? —le pregunta Julián.
—Soy un espía americano, estoy encubierto junto con otros espías de las otras dos naciones, estamos planeando un atentado contra Hitler.
—¿Un atentado? —preguntan los chicos sorprendidos.
—Si —les dice el espía.
—¿Y porque nos salvó? —le pregunta Diana.
—Los observé desde hace rato —les dice el espía— Son jóvenes de alrededor de 20 años de edad.
—¿Pero eso que tiene que ver? —le preguntan.
—Más adelante les diré —les dice el espía.
En eso suena el teléfono, el espía contesta, oye por 5 segundos y cuelga.
—¿Qué pasó? —preguntan los chicos.
—Mis informes eran ciertos —dice el espía— Hitler planea invadir Latinoamérica.
—¿Cómo? —dicen los chicos sorprendidos.
—¿Por qué Hitler invadiría Latinoamérica? —se pregunta Román.
—¿Qué no lo saben? —les dice el espía— Estamos en plena guerra mundial, Hitler ya tiene ganada la batalla en el frente Oriental, creímos que iba a atacar Rusia en el invierno, pero no fue así, Francia e Inglaterra han caído, y una vez que tenga el dominio de Europa, Hitler planea invadir Latinoamérica. No me sorprendería, los países latinoamericanos son los más desarrollados del mundo, sólo Estados Unidos y Japón compiten con ellos en el ámbito mundial, no me imagino la cantidad de recursos que podría tener a su alcance.
—Espere —le dice Román— ¿Cómo está eso de que los países latinoamericanos son los más poderosos del mundo?
—¿No lo saben? —les dice el espía— ¿Qué no van a la escuela?
—No —les dice Oscar— Es solo que...
—¿Qué cosa?
—Nada —le dicen
Los 4 se apartan y Román comenta:
—No entiendo nada, ¿cómo es que nuestro país es de los más avanzados del mundo?
—¿Tú crees que haya tenido que ver con los viajes en el tiempo? —pregunta Oscar
—No lo creo —les dice Román— Es cierto que cambiamos la historia al salvar Constantinopla, pero eso es al otro lado del mundo, no tiene nada que ver con México.
—Pues podrá ser una época distinta, pero no quiero que Hitler invada México —dice Julián.
—Yo tampoco —dice Diana
—Muchachos —les dice Julián— Queremos que nos ayuden, son jóvenes, el furer confiara más en alguien como ustedes en vez de adultos.
—¿Quiere decir que le ayudemos al complot? —pregunta Diana.
—Si —le responde el espía— Pero sólo dos de ustedes.
—Yo me ofrezco —dice Román.
—Y yo —dice Oscar.
—De acuerdo —les dice— Lo que vamos a hacer es disfrazarlos de soldados nazis y hacerlos pasar a la cancillería, donde tendrán una reunión con el fuhrer, allí dejarán esto en su escritorio sin que se dé cuenta —y les da una pluma.
—Es sólo una pluma —menciona Román.
—Es una bomba —les dice el espía.
Román la suelta rápidamente, asustado.
¿Cómo vamos a entrar al edificio sin que nos descubran? —preguntan los chicos.
—Hitler hoy tendrá una reunión con algunos muchachos que se graduarán, ustedes se infiltrarán como uno de ellos —les explica el espía.
—Por eso somos perfectos —les dice Oscar a los chicos— Porque somos jóvenes.
—Bien —les dice el espía— Vamos a prepararlos.
Los chicos se ponen uniformes nazis de los que usaban las juventudes Hitlerianas, mientras Román se ve en un espejo, Diana le dice:
—Te ves bien con ese uniforme.
—Gracias —le dice el chico— Sólo es cosa de quitarle la cinta con la suástica.
—Yo también me veo bien —les dice Oscar que ya se ha arreglado.
El espía va entrando y les dice a los chicos:
—Pongan atención, Hitler hará una pequeña ceremonia donde premiará a los graduados, pero hará pasar a su despacho personal a los que tuvieron mejor promedio, que serán ustedes dos.
—De acuerdo —le dicen los chicos
—Cuando estén allí, usarás el bolígrafo y apretaras una sola vez el botón de arriba que es para sacar la pluma del tubo, entonces tendrás 10 minutos para salir de ahí, porque ese será el tiempo en el que explotará.
—Bien —dicen los dos chicos
—Tienen que salir rápidamente para darle tiempo que la bomba explote y no parezcan demasiado sospechosos ¿entendieron? —les dice el espía.
—Entendimos —les dicen los dos chicos.
—¿Y cómo sabrá Hitler que somos los dos promedios más altos? —le pregunta Oscar.
—Mis colaboradores se internaron en el palacio y dejaron documentos falsos con sus dos nombres para que Hitler sepa que ustedes son los más altos —les dice el espía.
—¿Nombres? —le pregunta Román.
—Exactamente —les dice el espía— Ahora sus nombres son Dan Greese y Till Kauffman.
—¿Quién soy yo? —pregunta Oscar— ¿Dan o Till?
—Eso es lo de menos —dice el espía— Hitler los nombrará al mismo tiempo y los dos se levantarán, ahora, vayan a la cancillería, allí se están juntando todos los jóvenes, pasarán desapercibidos porque llevan el uniforme de las juventudes Hitlerianas, los dejarán pasar.
Los dos chicos salen y caminan por las calles de Berlín.
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Saga de Román
ПриключенияRomán, un chico que parece llevar una vida como la de cualquier chico de su edad, pronto descubre que quizá su vida no es tan normal. Fantasmas, terroristas, monstruos, reyes y científicos locos, toda una pléyade de villanos que a su par...