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Freddy apretaba la mano de su madre, quien iba llorando mientras transportaban el ataúd al cementerio. El ambiente era deprimente aún si no eran tantos —sólo la familia más cercana y algunos conocidos—. Fred miraba al castaño con molestia, este no hacía nada aparte de ir junto a la mayor.

En cuanto llegaron, lo primero que hicieron fue bajar aquella caja hacia el hoyo previamente hecho, la lentitud con la que lo hacían lo estaba matando, quería soltarse y detenerlos, parar aquello, pero necesitaba ser un soporte para su madre, que ya casi se avienta junto a su abuela. Ya no podía más, su garganta le dolía por culpa de aquel nudo que se formó desde que despertó por la mañana.

Antes de que la cubrieran con tierra, algunos dieron palabras a la recién fallecida, algunos discursos eran fuertes, valiosos, llenos de dolor; otros vacíos, algo hipócritas o de puro compromiso; pero sin importar que, ahí estaban, todos dirigidos a aquella súper mujer.

Siendo firme, como el adulto que no era, ordenó a su madre ir con sus hermanos, porque no quería que hiciera alguna locura; se sentía solo, no tenía nadie con quien contar, no encontraba consuelo, más que nunca se dio cuenta de cuán perdido estaba.

Se abrazó a su mismo cuando sintió su cuerpo temblar, no sabía a dónde voltear, no quería ver a su madre rompiéndose de a poco, ni a los que se encontraban ahí llorando y sufriendo, tampoco quería seguir de masoquista viendo como una persona tan importante para él era enterrada, para jamás salir. Se estaba volviendo loco.

"Sé que detrás de esa máscara ocultas tu dolor."

Sintió un pequeño agarre en sus hombros y como era estrechado entre unos cálidos brazos, balbuceó algo confundido, mientras su rostro se escondía en el hombro de aquella persona, un poco más baja que él.

—Ya no te aguantes, te estás haciendo daño.

"Confía en mí y muéstrame tu verdadero yo."

Freddy era muy débil emocionalmente, quizá por eso tenía a Fred, pero siempre quería fingir ser alguien fuerte. La primera vez fue hace muchos años, cada que lo intentaba su cuerpo empezaba a temblar, por todas aquellas lágrimas reprimidas. Su "Sombra" lo sabía muy bien y le molestaba eso, que no expresara aquellos sentimientos de dolor, por eso intentó de todo para ayudarlo a llorar, sin éxito.

"Puedes llorar si te lastimas y si te enojas sólo grita."

—¿Qué tiene de malo el llorar? —cuestionó Bonnie, no obtuvo una contestación, por lo que lo separó un poco, sin soltarlo, para verlo a la cara–. Si crees que no tienes a nadie para que te consuele... yo estoy contigo —declaró con una sonrisa.

"Es algo natural, no debes temer."

Los temblores se detuvieron, al mismo tiempo que la primera lágrima descendía por su mejilla y terminaba en la punta de su barbilla. Llevó una mano a su boca, sintiendo unas repentinas ganas de gritar, pero en vez de eso se lanzó a abrazar al chico frente a él, escondiéndose en su cuello nuevamente.

"Tranquilo, estoy bien."

La madre del chico volteó a verlo al escuchar sus sollozos, estaba sorprendida y algo aliviada. Fred sólo miraba la escena, para suspirar y después sonreír, sintiendo un peso menos en su corazón.

Al fin. Gracias rarito.

"Pues tú me ayudaste a encontrar."

Al castaño se dejó caer de rodillas sin soltarse, le daba igual si se ensuciaba, si todos se le quedaban viendo, si parecía un dramático, ya estaba cansado de fingir lo que no era, esos meses fueron un infierno. Bonnie sólo le acariciaba el pelo, mirando a la castaña, que a pesar de todo, sonrío agradecida, porque su hijo no estaba solo, nunca lo estuvo.

"Ese rostro que olvidé tras la máscara."

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No me duele...

¡Me quema, me lastima!

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora