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—Freddy —llamó uno de sus primos. El castaño sólo alzó la mirada de su celular, pues se encontraba chateando con Bonnie—. Ya deja de hablar con tu novio y vente a jugar, vamos a hacer muñecos de nieve. —Le pidió, poniendo ojitos de cachorro.

Se limitó a soltar un suspiro cansado, pero bueno, debía aprovechar y pasar tiempo con sus primos, aquellos engendros del demonio escondidos en cuerpos de niños. Volvió a ver su celular mientras enviaba un último mensaje, recibiendo una respuesta casi instantánea.

No pudo evitar reírse al imaginar la escena de aquel rubio, amigo de Foxy, y Bonnie en un callejón oscuro, vestidos con largos sacos, lentes y sombreros, pasándose comida como si se tratara de droga

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No pudo evitar reírse al imaginar la escena de aquel rubio, amigo de Foxy, y Bonnie en un callejón oscuro, vestidos con largos sacos, lentes y sombreros, pasándose comida como si se tratara de droga.

Sin dejar de pensar en ello, se levantó de la comodidad del sillón en la sala de estar y se dirigió afuera, no sin antes ponerse su chamarra y bufanda. Al salir llevó su vista donde sus primos.

En total tenía tres tíos: la mayor con dos hijas caprichosas, tres y cuatro años menores que él; la segunda que era una solterona consentidora; la tercera era su hermosa madre, con un bello, educado, amable y obediente hijo; y el último era su tío con dos varones, siete y nueve años menores y una niña recién nacida.

Exceptuando a la bebé, ahí estaban los cuatro hijos del demonio, estos trataban de hacer un muñeco de nieve algo deforme, soltó una pequeña risa al notar sus expresiones frustradas. Por alguna extraña razón de la genética, cuando se enojaban solían inflar los cachetes, estos se ponían rojos y sus cejas se fruncían notoriamente.

—En vez de reírte, mejor ven a ayudarnos. —Se quejó una de sus primas, cruzada de brazos con frustración estampada en su rostro.

—Vale, vale, apártense enanos —dijo mientras se acercaba—, no es por presumir, pero a mí se me daba de maravilla esto —mencionó, mientras comenzaba a juntar un montón de nieve, todos lo miraban atentos con cierta fascinación.

Freddy era consciente que, por ser el mayor, era el ejemplo a seguir de aquellos mocosos, pero era demasiado bueno como para aprovecharse de eso, por el contrario, siempre trataba de dar la mejor imagen ante aquel cuarteto. Le tenía mucho cariño a esos pequeños, a pesar de lo molestos que podrían llegar a ser, no podía decir lo mismo de su padre y madre, o sea, los esposos de sus tíos.

Quitando al abuelo, los Fazbear tienen un pésimo gusto en el amor —mencionó Fred, era de esas veces que ambos estaban de acuerdo.

No es que tengan mal gusto, es que atraen puro idiota —respondió—. A diferencia de mis tíos, el abuelo fue el que pretendió a nuestra abuela, no al revés.

Buen punto... entonces debo preocuparme.

¿Por qué?

No sé si confiar en tu criterio.

¿Mi criterio?

Si, ya sabes, que Bonnie no sea un idiota. —Le recordó riendo de forma picarona, aquello provocó que el rostro del moreno se pusiera rojo.

—¿¡Q... qué!? —exclamó avergonzado, atrayendo la atención de los cuatro menores.

—¡Uh! ¡Freddy está pensando en la novia! —señaló el niño que lo había ido a buscar antes.

—O el novio —añadió el menor de todos.

—Que a ti te guste no quiere decir que a Freddy también —le dijo la mayor de las niñas.

—Oh, vamos, se le nota lo homo de aquí hasta la luna —le recordó su hermana, Fred se limitó a carcajearse.

—Bueno... —murmuró observando de forma atenta al mayor, quien sólo les miraba con incredulidad— no desmentiré eso.

—H... hijos de... —balbuceó cada vez más avergonzado, tomó un poco de nieve y se las lanzó.

—Uy, ya se enojó. ¡Corran o nos atacará con sus poderes de pasiva! —exclamó el que empezó con el bullying.

—¿¡A quién llamas pasiva!?

Todos echaron a correr lejos de Freddy, que comenzaba a perseguirlos para darles la golpiza de su vida. —Cosa muy curiosa de los Fazbear, enojados todo lo quieren arreglar a base de golpes—.

Los padres de los cinco y su abuelo les miraban desde la ventana con una sonrisa, ellos estaban disfrutando de unas galletas las cuales anteriormente iban a ser para los niños. —Otra cosa en común, todos son tragones de primera—.

—Qué bueno que se lleven tan bien —mencionó el único hijo varón.

—¿A eso lo llaman llevarse bien? —Se cuestionó la solterona, sin dejar de ver a su sobrino mayor persiguiendo al resto con una pala.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora