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Aunque William fuera una presencia nula en la casa, las tensiones entre sus habitantes no cesaban. Por algún motivo u otro Bonnie siempre terminaba rechazando cualquier intento de convivencia sana con su madre, prefería encerrarse en su lúgubre habitación y salía exclusivamente a la hora de la comida, sólo porque no estaba en condiciones para hacerlo por sí mismo. La evitaba como si de la peste se tratase y eso...

Dolía.

Su rechazo le dolía. Se supone que ella iba a intentar enmendar sus errores y ganarse el perdón de su hijo, pero ni siquiera era capaz de acercarse sin que este hiciera de todo por alejarla.

Suspiró desanimada, no estaba segura si era por la situación con su hijo o porque seguía sin entender ciertas cosas de la computadora que tenía frente a ella, regalo de su "jefe" y que era para su trabajo no oficial.

Escuchó unos pasos provenientes de la escalera, supuso que se trataba de Bonnie. "No, es el fantasma de William que vino a cobrar venganza, ¿no te jode?", pensó con la voz del menor. Sí, seguramente eso sería lo que contestaría. El mencionado hizo acto de aparición en la cocina, soltando un suave "Buenas noches".

—¿Tienes hambre? ¿Quieres que te prepare algo? —preguntó mientras se levantaba de la silla donde estaba cómodamente sentada.

—Por favor —dijo educadamente, como le inculcaron en la escuela

La comida que tenían, y era donada por sus amigos, debía calentarse de nuevo y ellos no tienen microondas, debían hacerlo manualmente en la estufa y en su estado actual él no podía. En cierto modo dependía totalmente de ella en esos momentos.

Mientras ello lo hacía sentir infeliz, porque no quería nada que viniera de su "madre", ella estaba contenta de poder "cuidar" a su hijo.

. . .

Incómodo, es así cómo podía describirse ese momento. Ambos se hallaban en la cocina, Bonnie comiendo con una clara mueca de desagrado y la mayor seguía intentando averiguar cómo servía la máquina del demonio frente a ella. El silencio era sofocante, pero no es como si hablar pudiera aligerar las cosas, más bien, en cuanto alguno abriera la boca todo se pondría peor, lo sabían. Ninguno disfrutaba de la compañía del otro. No había armonía, no había amor. Dos completos desconocidos, lo único que los unía era la sangre y "el apellido", que realmente era del padre. No existía un vínculo emocional ni de confianza.

¿Entonces por qué? ¿Por qué se empeñaba en estar cerca de él? ¿Qué era lo que la movía? ¡Oh!, claro: La culpa y el sentimiento de estar obligada a cuidarlo.

Se removió disgustado, levantándose de su lugar una vez terminó de comer, recogiendo los trastes y dejándolos en el fregadero, podía aprovecharse de ello para tratarla como su sirvienta, pero no quería nada que viniera de ella.

—Hasta mañana —musitó dirigiéndose a la salida, pero fue detenido por la aguda voz de la mujer, que elevó el tono y casi le perfora los tímpanos. Joder, ya sabe de dónde salió su voz de ardilla. Se volteó lentamente, observándola con reproche y molestia, ella murmura una torpe disculpa y luego le pide que se quede un rato más—. ¿Por qué? —preguntó claramente disgustado.

—Porque... —balbuceó, intentando encontrar alguna excusa para que no se fuera—. ¿No puedes ayudarme con esto? —preguntó apuntando a la laptop que tenía frente a ella en la mesa, el menor se mordía la lengua para evitar soltar una maldición.

—No —contestó cortante—. Tengo cosas que hacer.

—P... pero...

—¿No te bastan con las instrucciones de tu jefe? ¿Por qué no le llamas y preguntas? —cuestionó arqueando una ceja.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora