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Sin darse cuenta, habiendo estado todo el día perdido en las nubes, la hora del almuerzo había llegado. Apenas alzó la vista se encontró con los rojizos ojos de Bonnie fijos en él.

Le miró con algo de duda, de todas las personas, ¿por qué él? No tenía nada excepcional como para ganarse sus sentimientos, lo único que ha hecho por él es ser su mejor amigo, ayudándolo y apoyándolo en sus momentos de debilidad cuando más necesitaba de alguien que le prestara su hombro sin que le hiciera o diera consejos innecesarios; solamente había estado con él, dándole ánimos y sacándole una sonrisa con su actitud y humor raro, logrando que sobrellevara sus malos ánimos por momentos o, antes de lo de su abuela, simplemente mejorando su día; solamente fue el único que se dio cuenta cuando sentía que se rompía y moría por dentro, que no lo dejó solo y constantemente se preocupaba por su bienestar, aparte de que aun en la actualidad seguía esforzándose por verlo ser tan alegre como antes de la pérdida de su segunda madre.

Suspiró exasperado mientras tomaba su cuaderno para guardarlo y ocultar el pequeño rubor en sus mejillas, si lo ponía de ese modo, entendía fácilmente porque era él. Siempre estuvo consciente que Bonnie era especial, él logró que hiciera cosas que jamás se atrevió a hacer, como hacerle frente e incluso pelearse con unos bravucones y que dejara de verse a sí mismo como la criatura más desgraciada de la tierra.

—¿Siquiera me prestas atención? —Apenas lo escuchó, sacudió su cabeza algo desorientado, por estar divagando y reflexionando no se dio cuenta que el mayor en meses le hablaba.

—Perdón, estaba pensando en otra cosa —murmuró apenado, Bonnie entrecerró los ojos y se acercó, quedando a pocos centímetros del rostro del moreno.

Ya estaba acostumbrado a esa invasión por su parte, por lo cual ni se inmutó, solamente lo vio indiferente antes de pegarle con su mochila.

—¿Qué te he dicho del espacio personal? —retó burlonamente.

—¿Espacio que?, ¿eso se come? —respondió con un tono irónico, mientras sobaba su rostro—. ¿En qué tanto piensas? —indagó con un tono de inocencia falsa, ladeando la cabeza.

Por un momento se le pasó por la cabeza la idea de decirle: "Solamente debatía conmigo mismo las razones por las que te tengo ganas", pero desechó la idea riendo entre dientes—. Nada excepcional —declaró levantándose, siendo seguido por la mirada de su acompañante—, solamente que si no te apuras, me las comeré todas –mencionó mostrando una bolsa de gomitas en sus manos, el más bajo pareció asombrado, empezando a toquetear sus bolsillos.

—¿Cómo...? —Intentó preguntar, no se dio cuenta en qué momento Freddy se las quitó.

—Aprendí del mejor —respondió guiñandole el ojo mientras sacaba la lengua, después se echó a correr soltando una risa.

—¡Mis gomitas! —gritó Bonnie, tomando su mochila y echando carrerilla hacia el castaño.

Freddy tenía una sonrisa de oreja a oreja mientras huía del "enano" —que 1.69 no es tan bajo—, definitivamente quería que las cosas siguieran igual entre los dos, seguramente era algo pasajero.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora