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El aire comenzó a hacerle falta, por culpa del idiota que tiene como padre casi llegaba tarde con Freddy y tomando en cuenta el estado en el que iba, seguramente levantaría sospechas.

Pudo regular su respiración cuando ya había llegado al punto de encuentro, por suerte el castaño aún no llegaba, así que aprovechó para sentarse un rato en una banca cercana y así poder descansar de su carrera. No pasó mucho tiempo para que el moreno llegara y lo primero que hizo al verle fue correr el poco tramo que quedaba y arrodillándose frente a él, para tomarlo del rostro con delicadeza.

—¿¡Pero qué te ha pasado!? —preguntó alarmado, Bonnie tenía su ojo morado, su mejilla parchada y su labio estaba partido, aparte de que su nariz estaba algo roja.

—Buenos días —saludó efusivo, tratando de hacerse ciego a la gran inquietud de su acompañante.

—¿Quién te hizo esto? —exigió saber, la furia se reflejaba en sus ojos, como fueran los Nightmares, en ese momento iba y armaba el bardo.

—De regreso de casa de Fox me intentaron asaltar —respondió tranquilo, restándole importancia—. Como no llevaba nada encima, más que mi celular, se enojaron y me golpearon, antes de que me lo quitaran llegó un guardia de un centro comercial que hay por mi casa.

Mentir se le daba de maravilla, lo malo es que no mide las consecuencias de estas hasta después.

Los ojos del castaño ahora se bañaban en impotencia y culpa. Lo primero que pensó es que si se hubiese quedado en su casa, nada de eso habría pasado.

Bonnie tembló al sentir como lo envolvían en un abrazo protector, ahora él era quien se sentía culpable. Con torpeza correspondió al gesto, recargando su cabeza en el hombro del moreno.

—Tranquilo, no es para tanto —le dijo algo tenso.

—"No es para tanto" —le imitó el castaño—. ¡Claro que sí lo es! ¿¡Y si iban armados!? ¿¡Y si no llegaba nadie!? —Le gritó, separándose y revelando sus ojos cristalinos, aquello dejó sin palabras a Bonnie. Sin duda eso le llegó, nunca se había sentido tan mal por mentir, era hasta natural que lo hiciera, sin embargo, jamás alguien se había preocupado tanto por él, no hasta el punto de casi ponerse a llorar—. Perdón —musitó tratando de calmarse—. Es que no quiero que nada te pase —le dijo mientras comenzaba a acariciar su rostro, dándole un escalofrío al mayor.

—Freddy... —susurró mientras cerraba los párpados, llevo una de sus manos a la que el contrario tenía en su mejilla—. Está bien, sólo son unos golpes... gracias por preocuparte —declaró mientras entreabría los ojos y le dedicaba una dulce sonrisa. El moreno simplemente desvió la mirada con un pequeño sonrojo, dejando confundido a Bonnie, soltó un pequeño suspiro antes de levantarse, luego volteó a verle con una sonrisa.

—Lástima que fue hoy —le dijo antes de tomar su mochila para buscar algo en ella.

—¿Hoy? —balbuceó confundido, tratando de recordar qué día era, un pequeño paquete envuelto en papel blanco y con un moño rojo fue lo que le regresó a la realidad.

17 de febrero. En Roma se celebran las Quirinales, para él era el día de su cumpleaños.

—Ya ni me acordaba —mencionó sonriendo divertido, tomando el regalo que le extendía el castaño.

—Me di cuenta —respondió burlón—. Feliz cumpleaños —felicitó, mientras le revolvía el pelo—. No es la gran cosa, pero espero y te guste...

Bonnie sólo le dedicó una sonrisa, no esperaba nada a decir verdad, así que lo que fuera estaba bien para él. No tardó en revelar un conejo de peluche color morado con ojos y moño rojo, este tenía en uno de sus brazos una liga para el pelo color blanca.

—Lamento que sea tan poco —mencionó el castaño apenado—. Si no te gusta no hay problema.

—¿¡De qué carajos me hablas!? ¡Me encanta! —exclamó lanzándose a abrazarlo y tirándolo al pasto—. ¡Yo amo los conejos! ¡Por algo mi nombre es conejo! ¿¡Cómo sabías que me gustan los conejos!? —preguntó emocionado, sentándose entre las piernas del castaño, quien seguía en el piso.

—Lo intuí —le respondió, una sonrisa llena de ternura se formó en su rostro, ver a Bonnie tan emocionado le encantaba.

—Es el primer peluche que tengo y lo adoro —mencionó mientras lo abrazaba contra su pecho—. Es simplemente per-fec-to.

Joder, un maldito peluche me quitó mi puesto. —Se quejó Fred haciendo un puchero, sacándole una risa al castaño.

—¿El primero? —preguntó curioso.

—S... sí, bueno. —Que extraño, nunca había tartamudeado—. A mi pa... padre. —Aquella palabra le daba asco—. Él es algo cerrado y cree que los peluches son para mujeres.

Se extrañó mucho al no escuchar una respuesta por parte de Freddy, quien solo desvió la mirada con un rostro molesto, malos recuerdos venían a su mente, aquellos en los que estaba tan débil e inseguro, con miedo en cada momento y dolido por las palabras de una bruja.

—Que estúpido, esa forma de pensar es simplemente una ridiculez —murmuró sin pensar, con un tono lugubre, provocando extrañez en el más bajo.

—Lo sé...

—En dado caso, me alegra que te gustara —le dijo recuperando su sonrisa, no valía la pena centrarse en malos pensamientos.

—¿Cómo no hacerlo? —declaró con emoción—. Gracias, Freddy.

—No hay de que, Bonnie.

Ese... ese era su nombre. Él es Bonnie. No es Theodoro.

Él no es Theodoro Afton.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora