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Dejó escapar un bufido de impaciencia cuando sintió una intensa luz darle a la cara, abrió lentamente los ojos, dándose cuenta de que se quedó dormido en el escritorio. No recuerda la gran cosa, pero seguramente se recostó para descansar cuándo terminó sus tareas, su cuaderno babeado era una clara pista. Se incorporó un poco adolorido, comenzando a refregarse los ojos, cansado. Miró de reojo al pequeño Theodore antes de sonreírle.

—Buenos días, ven, tenemos que esconderte, no sería bueno que William te vea cuando llegue —dijo mientras lo tomaba entre sus brazos y se dirigía a su cajonera para ocultarlo—. Pensé que iba a tener más sueño —mencionó al aire, ni siquiera había sonado la alarma todavía.

No le dio mucha importancia, son cosas que pasaban.

Una vez escondió estratégicamente a su amado Theodore (No tan amado como Freddy, pero se entiende), se dispuso a buscar uno de los uniforme que, tal parece, su madre le lavó el día anterior. Se vistió con toda la calma del mundo, viéndose en el desgastado espejo de su cuarto, a pesar de que era un día como cualquier otro, se sentía bastante animado esa mañana, como si algo bueno estuviera a punto de ocurrir.

Buscó entre sus cosas para tomar su diadema, encontrándose primero con su liga para el cabello, la cual se colocó en la muñeca sin más. Una vez tuvo el accesorio entre manos, regresó al espejo para colocarla, pero antes de concretar su acción se inspeccionó atentamente. Inicialmente había cambiado su look solamente para tener otro motivo por el que pelear con su padre, en su masoquista intento por hacerlo rabiar más o por tener su atención, pero ahora no veía el sentido a todo ello. 

¿Qué necesidad tenía?

Suspiró mientras formaba una discreta sonrisa, dejando de lado la diadema. Se dirigió a tomar su celular, el cual había puesto a cargar poco antes de que se pusiese a hacer sus tareas, en cuanto lo tuvo entre sus manos y lo prendió para comprobar la hora, su rostro palideció.

. . .

—¡La que los parió!

Ambos adultos se exaltaron al escuchar ese grito proveniente de la habitación de su condón roto, fue la señora la que corrió al pie de las escaleras con preocupación. Pudo notar como el menor bajaba corriendo apresurado.

—Se te hace tarde...

—No me digas —respondió irónico mientras intentaba guardar la laptop y sus cuadernos en la mochila, desesperado por no conseguirlo.

—Me imagino que no quieres pasar a desayunar nada —musitó mirándole con nerviosismo.

—¿Tú que crees?

—¿Qué maneras son esas de responderle a tu madre? —preguntó William mientras seguía desayunando.

—¿A ti que te importa? —respondió de mala gana, sin darle mucha importancia al hecho de que le había contestado al "demonio". Un silencio tenso se formó en el aire, la madre simplemente le observó con los ojos abiertos a más no poder.

¿Qué has dicho?

Sin que ninguno se diese cuenta, tuvo un pequeño sobresalto al escuchar su grave voz, esa que te dice "Esto se fue a la mierda". Tragó saliva, sin dejar de luchar por meter sus cosas en la mochila, cuando finalmente logró su cometido, se giró para observarlos con fingida indiferencia, planeando aprovechar sus habilidades "ninjas" para correr de su "padre" e irse al carajo. 

Pero...

¿Qué haría después de eso? Podría quedarse unos días en casa de Freddy y de Chica, incluso con Foxy, por lo menos hasta que a William se le olvide la falta, es lo que siempre hacía.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora