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Bonnie no paraba de reír ante las novedades de la semana y el bullying que recibía Freddy de sus primos. Se encontraban en una llamada de WhatsApp, así que el fingido tono de sufrimiento con el que relataba su amigo le causaba más gracia.

—Moraleja de la historia: no hagas enojar a Freddy o te atacará con sus poderes de pasiva —dijo burlón, recibiendo como respuesta la sarcástica risa del chico.

—No permito que me llame pasiva el que usa diadema.

—¡Ya te dije que son para machos! —aclaró con ironía.

—Súper macho el que me llamó a las tres de la mañana casi llorando sólo por una cucaracha —recordó, ocasionando que las cejas moradas se frunzan.

—Eran de las que vuelan.

—Si, si, lo que digas, baby. —Se burló, provocando un puchero.

—Jódete —gruñó, divirtiendo más a su amigo.

—Nos vemos, príncipe, que este chico se tiene que ir a dormir, el abuelo nos levanta a las seis para cuidar a sus gallinas —le explicó con tono agotado.

—Ja, te lo mereces.

—Cállate. Nos vemos.

—Sueña conmigo —deseó.

—No gracias, no quiero pesadillas —dijo antes de colgar, riendo entre dientes al imaginarse el rostro de indignación que en ese momento tendría su buen amigo.

Te friendzoneas tú solo.

—Alguien quiere limpiar la casita de Clarabella. —Comenzó a decir con un tono sugerente, el shadow sólo hizo un gesto de tener un cierre en la boca, ni loco limpia la caca de esa vaca—. Eso pensé —cantó burlón, aquello de tener el poder le fascinaba.

—Freddy. —Volteó hacia la puerta, ahí se encontraba su primo más pequeño con una hoja de papel y un lápiz—. ¿Me ayudas a escribirle una carta a santa? —pidió con emoción.

Freddy~

¡No le vamos a decir!

Pero-.

—¡No, Fred, no! ¡No voy a arruinar su infancia como tú hiciste conmigo!

Aburrido.

¿Quieres limpiar la mierda de Clarabella? Oí que se enfermó del estómago.

Me voy a ver si ya puso la marrana —avisó alejándose rápidamente, traspasando las paredes. El castaño suspiró agotado, haciendo un espacio al pequeño para que se sentara a su lado en la cama, el menor sin pensarlo se acomodó junto a él, mostrándole la hoja.

—¿Y qué vas a pedir para este año? —indaga curioso, sacando de la mesita de noche un cuaderno para apoyarse.

—Una muñeca que vi hace un buen tiempo —respondió con sus ojitos posados en el castaño, quien arqueó una ceja.

—Pensé que te daban miedo.

—Esas de porcelana, esta es de tela, era muy bonita, pero no sé si se podrá, no creo que a mamá le guste —murmuró por lo bajo, extrañando a su mayor.

—¿Por qué lo dices?

—La pedí el año pasado, pero ella me dijo que no y me obligo a pedir ese estúpido balón de futbol —explicó con notable molestia en su voz—. ¡Ni siquiera me gusta! ¡Es aburrido! ¿Qué tiene de interesante perseguir una pelota? Yo quisiera aprender a patinar como tú.

—Te puedo enseñar —sugirió con calma, ignorando el sexismo de su tía—. Hay un lago por aquí, ahí fue donde la abuela me enseñó y no es por nada, pero soy un buen instructor —presumió, aquello causó que el menor le mirara ilusionado.

—¡Freddy, eres el mejor! —exclamó abrazándolo, siendo correspondido con ternura.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora