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Era un domingo por la mañana, el sol estaba un poco intenso ese día, pero nada que un poco de agua de fruta no pudiese aliviar.

—¡Te estaba buscando! ¡Por las calles gritando! —La voz de Bonnie resonó por toda la calle, ganando las miradas de extrañeza de los transeúntes.

—Como un loco tomando, oh~oh~oh~. —Freddy le seguía, concentrado en seguir el ritmo como para darse cuenta del ridículo que hacían.

—¡Es que yo sin ti y tú sin mí! dime ¿quién puede ser feliz? —cantaron juntos mientras se apuntaban—. ¡Esto no me gusta, esto no me gusta!

Iban de regreso de hacer unas compras para la comida de la semana, Freddy era quien llevaba las bolsas en una mano y en la otra una bolsa de plástico con un líquido rosado-rojizo, el cual bebía directamente de un popote con rayas verticales blancas y verdes, Bonnie también llevaba una en mano, pero de un color amarillento.

Estaban disfrutando ese día, al siguiente Bonnie regresaba a la escuela, aunque debía admitir que ya extrañaba: su salón, a sus revoltosos compañeros, a los odiosos profesores, los regaños de la bibliotecaria, la comida semi-decente de la cafetería, joder, hasta a la perra de lengua.

Desde el día que discutió con "esa mujer" no se había molestado en regresar, quedándose con los Fazbear. Sólo que en una ocasión fue a su casa, cuando no había nadie, para sacar sus cosas con ayuda de Foxy; no se llevó mucho, un poco de ropa, medicinas y sus útiles escolares, también a Theodore. Había recibido constantes visitas de sus amigos en ese tiempo, sobre todo de Chica, fueron bastante comprensivos con el tema, incluso intentaron animarlo con sus idioteces, como las que en ese momento hacía con Freddy.

Sonrió para sus adentros cuando lo vio de reojo, cantando con fervor y emoción. Al inicio simplemente lo acompañaba con susurros tímidos, pero cuando se dejó envolver por su efusividad la "bestia" salió. 

La "bestia" que aparece cuando se quita todos sus sellos y es él mismo, cuando deja de importar lo demás. Aún lo recuerda, el castaño que lloraba lleno de frustración y dolor, que decía odiar tener que guardarse todo y comportarse siempre, que deseaba ser capaz de mostrar al mundo quién era, pero el miedo y la inseguridad le ganaban; quizás por eso se volvió muy apegado a él, porque Bonnie era lo contrario, no le importaba hacer el ridículo si luego se sentía bien por ello.

El recuerdo de los inicios de su amistad, cuando lo que más importaba era hacer toda clase de ridiculeces juntos: cantar como pericos y enojar a los vecinos, hacer bromas estúpidas, actuando bobamente y sin pena, todo eso lo extrañaba. Cada una de esas idioteces eran especiales, porque eran recuerdos que había creado al lado de su mejor amigo. Sólo por ser momentos que ha vivido única y exclusivamente con él, eso ya los hace especiales.

No se dio cuenta en qué momento pasó, pero cuando regresó en sí, sostenía firmemente la mano de su compañero, entrelazando sus dedos y disfrutando de la calidez que emanaba. Ese acto le recordó que no importaba qué tan negras se pusieran las cosas, siempre había alguien que iba a estar a su lado, protegiéndolo a su modo.

—Freddy —llamó, el castaño se limitó a observar de reojo con aquella encantadora sonrisa que normalmente portaba—. Sé que lo sabes, sin embargo nunca te lo he dicho como debe de ser.

—¿Él qué?

—Te quiero.

Por un momento pareció desconcertado, se tardó un buen rato en procesar bien la frase. Dos simples palabras que no se decían muy a menudo, más que nada porque no lo veían necesario, ellos eran bastante consciente de eso, pero sintió esa necesidad de decirlo, porque realmente deseaba que Freddy supiera que...

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora