Mochila.

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El parque estaba algo lleno, normal, era justo la hora en la que se daban los cambios de turno, mientras los de la mañana salían, el turno vespertino no tardaba en dar comienzo. Así mismo, esa era la hora en que las amas de casa se reunían para hacer sus compras del día y los ancianos daban sus paseos a recomendación los doctores como forma de hacer ejercicio o para no morir de depresión por sentirse inútiles. Sea cual sea la razón, era una hora concurrida, aún más porque un grupo de primaria se hallaba ahí, tal parece que harían un trabajo, quizás recolectar flora.

Sostuvo entre sus pequeñas manos la guitarra que había tomado "prestada" de su escuela, comenzó con unos suaves acordes, después de todo, apenas estaba aprendiendo a como tocarla. La atención de algunas personas se dirigió a él, sobre todo la del grupo de niños, que parecían menores que él. Incluso captó la atención de un grupo de señoras sentadas a pocos pasos de él, hasta ese momento hablaban de un chisme muy caliente, una tal María que le estaba poniendo los cuernos a su marido con el que reparte los periódicos.

«Un mamut chiquitito quería volar,
probaba y probaba y no podía volar,
una palomita, su amiga, lo quiso ayudar
y de un quinto piso lo hizo saltar.»

—¿Y qué pasó? —preguntó uno de los niños, luego de que se quedara en silencio por un breve momento. Sonrió.

«Mielda~
El mamut se hizo mielda.
Mielda~
El mamut se hizo mielda.»

La maestra que iba cuidando del grupo no supo si sentirse mal por reírse, por no impedir que sus alumnos oyeran las barbaridades que soltaba el pequeño niño que escondía su aspecto con una sudadera oscura o por burlarse de las desgracias del mamut chiquitito. Las señoras chismosas comparaban las situaciones narradas en la canción con personas conocidas, riéndose de lo contrastante que era la canción con la melodía alegre y la voz infantil del pequeño guitarrista.

—¿Y ahora que le pasó? —preguntó una de ellas, digo, luego de la cirrosis, sida y sobredosis, ¿qué más le deparaba al pequeño animalito? El menor la observó sonriente, antes de volver a cantar.

«Se murió~
El mamut se murió.
Se murió~
El mamut se murió.
Se murió~
El mamut se murió~.
Se murió~
El mamut se murió.»

De ese modo, el pequeño siguió tocando durante horas, distintas canciones que dejaban mensajes que no deberían escuchar los niños de primaria, quienes ya se habían retirado, no sin antes dejarle unas monedas, lo suficiente para no dañar su economía. Las mujeres chismosas también le dieron algo de dinero, les hizo la tarde, cosa que ni el sexy profesor de zumba lograba desde hace mucho.

«Barney es un dinosaurio que vive en la cantina,
fuma mariguana y le entra a la cocaí...»

—¡Es él! ¡Es el mocoso que me robó mi guitarra! —El menor se alteró cuando escucho esa voz, se giró para observar a dos señores caminando hasta él; uno de ellos vestía como los guardias de seguridad del centro comercial, lugar donde encontró el instrumento.

—¡Patitas pa' que las quiero! —chilló, dejando la guitarra cuidadosamente en el suelo y tomando la lata donde la gente había puesto el dinero, donado por su espectáculo. Luego comenzó a correr lejos de aquellas personas, pese a estar rodeado de varias personas, ninguna de estas intervino en su camino, al contrario, hasta se hicieron a un lado para dejarle escapar.

Se mantuvo así, corriendo durante varios minutos, dándole una vuelta entera al parque, luego de eso salió cuidadosamente de él, teniendo cuidado de que el guardián no estuviera cerca. Siguió así hasta adentrarse en un callejón solitario y oscuro, no le preocupaba mucho, normalmente estaba solitario a esas horas. Con ayuda de unas casas, subió hasta un contenedor de basura, el cual abrió y de ahí saco una bolsa de mandado verde con algunos libros y cuadernos dentro. Buscó en ella hasta sacar un calcetín lleno de monedas.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora