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—Vaya suerte de último día. —Se dijo así mismo el castaño, observando con fastidio las gotas de lluvia cayendo y chocando contra el asfalto. Como ya era típico en él, suspiró con cansancio, sería un asco que se enfermara para las vacaciones sólo por el estúpido clima, pero tampoco quería seguir plantado en la entrada de la escuela, era el último día de clases durante dos semanas, además, no tenía pinta de acabar pronto.

Tomó aire antes de dar un paso al frente, cerrando sus ojos y esperando sentir el frío de la lluvia, pero al no sentir nada alzó la mirada; era resguardado por un paraguas blanco, el cual portaba su buen amigo de cabellera morada, quien, por cierto, le dedicaba una sonrisa llena de diversión.

—Ya estas grande como para andarte mojando —bromeó colocándose a su lado, cubriendo a ambos con el paraguas—. Posada en tu casa a cambio de un viaje libre de gotas —propuso pasando uno de sus brazos por los hombros del más alto.

El castaño fingió pensarlo, para finalmente sonreír mientras asentía y, sin esperar más, comenzaron a dirigirse a la residencia Fazbear. Aunque Bonnie trataba de hacer plática, apenas recibía cortantes respuestas en murmullos y balbuceos, clara señal de que no estaba poniéndole atención.

—¿Pasa algo? —indagó después de un rato, ya sin poder ocultar su notable molestia, o sea, el que se esforzaba en contarle a detalles sobre lo maravilloso que sería si los dinosaurios no se hubiesen extinguido y el maleducado moreno ni caso le hacía.

—¿Eh? ¡No, no! ¡No es nada! —respondió moviendo sus manos en señal de negación—. Sólo estaba... pensando...

—Milagro. —Se burló, consiguiendo una pequeña risa en su acompañante.

Esto era grave, normalmente Freddy se haría el ofendido o algo por el estilo, pero ni siquiera parecía reaccionar a lo que decía, desde ayer actuaba extraño, no, desde hace un par de semanas. Estaba a punto de reclamarle, cosa que se fue por el caño cuando sintió una fuerte ventisca que casi le arrebata el paraguas, vieron al piso, donde pequeñas bolitas de hielo caían y rebotaban.

—La puta madre —Se quejó Freddy, agarrando el brazo de su compañero, jalandolo bajo un pequeño techo de un negocio, apenas tuvieron tiempo de reaccionar y resguardarse, porque una monstruosidad de granizo se precipitaba contra la tierra—. Lo bueno es que hoy sería mi día de suerte —gruñó—. Nunca espero nada de ti y aún así logras decepcionarme —dijo sacando su celular, Bonnie asomó la mirada para encontrarse con una página donde se mostraba el horóscopo.

—Si hubieses visto las noticias... se anunciaba que iba a llover, tal vez granizar —comentó llevando su vista al frente, sin ningún objetivo fijo.

—¿Tú ves las noticias? —preguntó arqueando una ceja, recibiendo un encogimiento de hombros.

—Cuando voy a casa de Chica, su mamá suele ver las noticias.

Este es más parásito que yo —pensó Fred con expresión juzgadora—. ¿En serio, qué le vio Freddy?

El moreno ni se molestó en responder, sólo se tiró al suelo, acomodándose de modo que pudiera abrazar sus rodillas; Bonnie le imitó, colocándose a su lado.

—Eres muy calientito —mencionó pegándose al moreno, que no dijo nada—. En serio, ¿qué pasa? No creo que una simple granizada te pusiera así —cuestionó finalmente, ya sin poder ocultar su preocupación, temía que algo grave estuviera pasando.

—No es nada...

—Claro que es algo, tú no eres así... a menos que te roben la comida —dijo sonriendo amistosamente, tratando de aligerar el ambiente, cosa que no funcionó—. Freddy...

—¡Ya déjalo! No me pasa nada, deja de molestar. —Le cortó, mirándolo con irritación, cosa que provocó que Bonnie desviara la mirada, sorprendido por la forma en que le habló, ni siquiera Fred se lo vio venir.

Permanecieron unos buenos minutos sin que ninguno dijera nada, el castaño escondiendo su rostro entre sus rodillas, el de ojos sangre jugando con sus manos, incómodo. El desastroso sonido de las gotas y granizo chocar con el piso estaban desesperando a Freddy, al igual que la creciente culpa por haber sido tan grosero con la única persona —aparte de su mamá— que se interesaba en su estado de ánimo.

Pasó casi media hora, el clima no parecía querer cambiar y el extraño silencio que entre ambos había no hacía mejor la situación. El mayor finalmente suspiró levantándose de su lugar, pensar que se iría y lo dejaría solo provocó que se incorporara y lo tomara de un brazo, exaltandolo.

Sus miradas se conectaron, la roja reflejaba confusión y la azul temor.

—Sólo iba a estirarme —aclaró comprendiendo los pensamientos del otro, volviendo a sentarse, esta vez con las piernas estiradas sobre el regazo del moreno, Freddy aprovechó para sostener su mano entre las suyas, notando lo frías que estaban.

—Perdón por actuar como chica en el periodo —murmuró—, culpo al estrés...

—Pobre estrés, siempre le echan la culpa —bromeó, sacándole una risa al castaño.

—Sé que estoy siendo un imbécil, la verdad es que un viaje en familia no es tan genial como crees cuando recientemente falleció tu abuela, teniendo el constante pensamiento de que no estará este año y... y todos sufrimos por eso, sé que al momento de dar las gracias en navidad todos terminaran llorando, en el abrazo, en la cena, después en año nuevo... no me gusta ver a la gente triste —explicó.

—Deja de preocuparte por eso, todos tienen una forma distinta de superar un duelo, a algunos les toma más tiempo que a otros, dales su espacio. Tampoco puedes hacer más, si sigues así vas a cargar con el peso en tu corazón y podrías tardar más que ellos en sanar.

—Lo sé, pero decirlo es más fácil que hacerlo —susurró, mientras algunas gotitas luchaban por salir de sus ojos, sintió como le sostenían el rostro y después la frente contraria pegándose a la suya.

—Pero eres Freddy, el chico que logró que una cambiante asocial, un bruto "bravucón" y un flojo pasota formaran una banda juntos, que cada uno diera lo mejor de sí mismos, aun si al principio no querían, para el día de la presentación, que hubiese unión y paz entre sus integrantes, aquel que aun si no lo sabe, es un gran líder. Eres Freddy, yo sé que no hay nada que tú no puedas hacer si te esfuerzas —le dijo con una dulzura que jamás había mostrado.

—Bonnie, yo... —balbuceó sin ser capaz de seguir reteniendo las lágrimas, emocionado por las palabras del chico.

—Aparte, no olvides que no estás solo, yo estoy contigo, no quiero que sean palabras vacías. —En cuanto terminó de hablar, fue envuelto en un abrazo, escuchando algunos sollozos aquel que se escondía en su hombro.

Ah... ya recuerdo porque —balbuceó bastante conmocionado por lo que acababa de ver.

Freddy se desahogaba en brazos de su mejor amigo, del joven que sin querer lo estaba enamorando, dejando salir todo lo que se obligó a retener inconscientemente, recibiendo torpes palmaditas en la espalda, Bonnie no estaba muy acostumbrado a eso de consolar gente.

La lluvia paró desde hace un rato, pero en este punto, esa no era una de sus mayores preocupaciones.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora