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—Mamá. —La mayor apartó la mirada de su libro para observar en el marco de la puerta que separaba su habitación del resto del pasillo, ahí se encontraba su pequeño con el cabello recién cortado y una expresión de angustia. Le sorprendió aquello, no esperaba que Freddy se animara a cortarlo, hace mucho que lo llevaba con ese estilo semilargo, pero reconocía que no le quedaba nada mal el cabello corto con terminaciones en punta, en vez de ser redondo.

—¿Por qué te lo cortaste? —cuestionó curiosa, ladeando un poco la cabeza mientras colocaba un separador para no perder la página que estaba leyendo.

—Quería un cambio —respondió encogiéndose de hombros, cerrando la puerta con seguro y luego se acercaba a su madre, sentándose en la cama frente a ella.

La mayor no necesitaba que se lo dijera textualmente, podía entender que su hijo tenía algo que decirle y estaba dispuesta a escucharle. Hubo unos minutos de silencio en los que Freddy se preparaba mentalmente, tratando de ganar confianza en sí mismo y sólo había una persona que podía darle aquella valentía que siempre añoró.

—Hay alguien que... que me gusta —balbuceó mirando a las sábanas, la mayor sonrió enternecida a su vez que arqueaba una ceja, era normal después de todo, Freddy ya tenía sus buenos dieciséis años—, pero...

—Dime —musitó, mientras llevaba su mano al cabello del chico, quien cerró sus ojos al sentir ese tacto. Ella era su madre, era su ángel y estaba seguro de que a pesar de todo, lo seguiría amando sin importar qué decisiones tomé, que siempre contaría con su apoyo.

—Es un... un chico —dijo apenas, con la voz entrecortada. Después de decir aquello, se formó un breve silencio entre ellos, dejando un sentimiento de ansiedad en el menor, que esperaba una respuesta, ya sea positiva o negativa. La mayor en ningún momento dejó de acariciar el cabello de su hijo.

—¿Y? —El menor levantó la vista, revelando sus ojos cristalizados, cosa que no se había percatado, se notaba confundido. La mayor simplemente lo atrajo en un cálido abrazo—. ¿Y eso qué? —preguntó con neutralidad, dejando sin palabras a su hijo, que no podía terminar de asimilar la actitud de su progenitora.

—¿No te... molesta? ¿No estás decepcionada? —tanteó con cierto temor, deseando que la respuesta sea negativa.

—Mi amor, si no me decepcionaste cuando me dijiste que la lasaña no es tu comida preferida, ¿por qué habría de estarlo ahora? —cuestionó—. Además, a mi también me gustan los chicos. ¿Ves? Ya tenemos algo en común.

Una pequeña sonrisa se formó en el rostro del chico—. N... no diría que me gustan los chicos, pero él es... es... único, me hace sentir diferente —le aclaró, obteniendo una sonrisa picarona.

—Déjame adivinar, es un chico de ojos rojos como el rubí, hebras moradas como una uva, siempre está sonriente y es tu mejor amigo. —El menor apartó la mirada con pena, provocando una risa en su madre.

—¿Soy tan obvio? —preguntó algo avergonzado, llevó una de sus manos a su cuello para sobarlo.

—No, pero eres mi hijo, te conozco como a la palma de mi mano y podía notar lo especial que era para ti, estaba esperando que me lo confirmaras —le explicó, Freddy se lanzó a abrazarla con fuerza, dejando que salir sus últimas lágrimas, las cuales descendieron libremente por su rostro, la diferencia es que ahora tenía una sonrisa.

—¿Sabías cuando te amo? —musitó—. Eres la mejor madre del mundo.

La mayor formó una mueca melancólica, ella no creía en las palabras del castaño, no porque pensara que el chico le mentía, simplemente porque sentía que muchos aspectos de ella estaban mal y que seguido le fallaba a su hijo; sin embargo, siempre iba a dar su mejor esfuerzo por ver a su pequeño bien, no permitiría que nadie destruyera la felicidad de su hijo. Ella lo daría todo por él.

. . .

Aquel recuerdo aún vagaba por la mente del moreno, que ya estaba en su salón de clases. Hablar de ello con su madre y que todo terminara de una forma tan buena, simplemente era algo que le daba paz a su alma. Pocos tenían la suerte de que su familia aceptaran tan bien aquello, se sentía muy afortunado de ser una de esa minoría, pero claro, si tiene una madre tan divina como lo es la señora Fazbear.

Miro de reojo al chico guitarrista, que se encontraba tomando apuntes con una expresión aburrida, aquello logró en él una pequeña sonrisa. Escribió en una esquina de su cuaderno una pequeña nota, la cual le entregó.

«¿Quieres dormir hoy en mi casa?»

Bonnie se giró a verle sonriendo mientras asentía, no era la primera vez que se quedaba en casa del castaño, era algo que pasaba más seguido de lo que podemos contar, existía tal confianza entre ellos. Aparte, siempre se miraba tan emocionado cuando le proponía quedarse en la noche, llegaba a cuestionarse si no odiaba su casa o algo por el estilo.

Y cuánta razón tenía...

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¿Creen que va muy lento? ¿Alguna vez he dicho que soy pésima para las historias cortas? Dije que esta seria una historia corta y miren.

OkamiDan: –Mirándose en un espejo– ¿Por qué eres así?

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora