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—Hoy fue un gran día —exclamó el castaño, tirándose en el sillón junto a su madre, ya habían terminado de comer y recoger la mesa.

—¿Y qué fue lo que pasó? —preguntó la mayor con una sonrisa tierna, su hijo le había contado la noche anterior sobre sus planes, es por ese motivo que se decidió a comprar pizza para ese día, era un premio si todo salía bien, de lo contrario servía como un perfecto consuelo.

—Al principio me sentí muy nervioso, parecía que me iba a dar un infarto por cómo me latía el corazón, pero por suerte no estaba solo, Bonnie me estuvo apoyando en todo momento. Les dije como me había estado sintiendo todos estos años y lo difícil que ha sido. —Detuvo por un momento su narración, recordando el momento—. Pero a pesar de lo raras que se volvían las cosas, ellos estuvieron conmigo hasta el final y nos han aceptado. Te lo dije mamá, he encontrado mi sitio. —En todo momento mantenía esa mirada ilusionada y la sonrisa de victoria en el rostro.

—Estoy tan feliz por ti —respondió la mayor, abrazándolo y restregando su mejilla contra la de su hijo.

—¿Sabes?, creo que finalmente me he arrancado la estaca, he superado mi mayor miedo: que la gente se entere de Fred. Claro, no es que lo vaya a gritar a los cuatro vientos, pero con el hecho de que mis amigos lo sepan ya es suficiente. También he aprendido a no tener miedo de mostrar al mundo al verdadero Freddy, ni preocuparme por el que dirán. Aunque aún me preocupa quedarme solo, pero no quiero darle muchas vueltas —confesó. Era normal para ambos tener esa clase de conversaciones, durante muchos años la única verdadera amiga de Freddy fue su madre; ella lo escuchaba y aconsejaba en cada uno de sus problemas, era la persona con la que se quitaba los filtros y mostraba al verdadero él, ese que no es tan positivo todo el tiempo, el que a veces tiene ganas de mandar todo a la mierda, el que su mayor solución a todo era huir, el que no es un niño "bueno".

Le alegraba que, a pesar de todas las malas cosas que ha tenido que pasar, su madre no haya sido una de ellas. Tuvo la fortuna de tener a alguien tan amorosa, comprensiva y paciente a su lado, con quien no tiene miedo a ser juzgado o reprochado por las cosas más pequeñas. Por eso no se había vuelto tan loco con todo ese tema, de haber tenido otra clase de familia seguramente sería un chico depresivo y sin ganas de seguir.

—Mamá, ¿hay algún límite para el amor? —preguntó mientras recargaba su cabeza en el regazo de la mayor, desparramando su cuerpo en el sillón.

—¿Un límite?

—Ya sabes, llegar a un punto en el que no puedes amar más a esa persona. —Intentó explicarse, pero no encontraba las palabras adecuadas.

—No sé, yo creo que no hay —contestó un poco pensativa, llevando una de sus manos a la cabeza del menor para proporcionarle suaves caricias—. En mi caso, cada día que pasa siento que te amo más.

Freddy sonrió con emoción, no entendía cómo habían personas que se avergonzaran de tener estos momentos con sus padres, eran lo mejor del mundo. Saber que te quieren, que están para ti, que se preocupan por ti, el simple hecho de pensar que había alguien que lo esperaba todos los días, ¿qué más podía pedir, a parte de un unicornio?

—Imagino que me lo dices por cierto amiguito tuyo —mencionó la madre del chico sonriendo de forma pícara, provocando que Freddy se pusiera un poco rojo.

—Con lo ocurrido hoy... —Suspira como un tonto enamorado—. Es por estas cosas que no me arrepiento de aceptar sus clases de guitarra, de haberlo ayudado con los Nightmares, cuando lo invité por primera vez a la casa, en fin, todo lo que hemos vivido, son cosas que no cambiaría por nada. Ma'... ¿Crees que es muy pronto para decir que lo amo?

—No lo sé, bien decía tu abuela que para el amor no hay edades... claro que... también se tiene que tener cierto nivel de madurez, creo... —Intentó dar una respuesta, pero su poca experiencia en esos temas le hacían difícil la tarea—. Je, supongo que no soy la indicada.

—Nah, está bien, dudo que alguien tenga una respuesta en concreto —asintió.

Siguieron hablando un largo rato, a pesar de estar sentados frente a la televisión y que esta estuviese prendida, ninguno prestaba atención, estaban tan enfrascados en su plática. No había un tema fijo, un momento podían estar hablando de los problemas de otros familiares y al otro dialogaban sobre dudas existenciales de ambos, reinaba la tranquilidad, entre conversaciones que van y vienen. Tuvieron que parar cuando se dieron cuenta que ya era de noche, la mayor debía retirarse para planchar los uniformes y ropa que se pondrían en la semana y apurarse un poco con otros quehaceres.

Freddy estaba a punto de subir a su cuarto, pero el sonido del timbre lo detuvo y tomando en cuenta la hora, sólo podía significar una cosa.

—Hola —saludó Bonnie con su mochila en la mano, se preguntó si él también se entretuvo toda la tarde charlando con Bon.

—¿Te divertiste? —Se hizo a un lado para dejarle entrar, no era tan tarde, pero dudaba que se fuera de su casa hasta el día siguiente. A veces se cuestionaba seriamente lo que pasaba por la mente de sus padres, su mamá no lo dejaría quedarse en casas ajenas tan seguido. No es que le moleste, al contrario, sólo... se le hace curioso.

—Sí, hace mucho que no la pasaba con Bon, fue... refrescante.

—Oh, me voy a poner celoso —bromeó subiendo las escaleras seguido del chico. La verdad es que no se veía celando, Freddy es el antónimo de los celos.

—No tienes porque... —Una vez estuvieron en la planta alta, Bonnie se enganchó al cuello del castaño, apoyando su mentón en el hombro del más alto—. No es por dar preferencias, pero tú eres mi favorito —susurró, ganando una sonrisa de orgullo en el menor.

—Ahora mismo lo publico en la página de Facebook de la escuela: Bonnie dice que soy su favorito, tomenla perras.

Rieron por la broma y, antes de encerrarse en el cuarto, Bonnie fue a saludar a la que podría ser su suegra, pero no, él y sus heterosexualidades.

—¿Tenemos tarea para mañana? —preguntó el guitarrista con duda, buscando entre sus cosas su cuaderno de apuntes.

—No, solamente las reseñas de lengua para la próxima semana.

—Entonces a la verga. —Lanzó su mochila lejos, luego corrió a la cama para aventarse en ella. El colchón, a diferencia del suyo, era suave y mullido, era horrible tener que levantarse en las mañanas, salir de esa comodidad para ir y hacer "cosas productivas".

—A veces siento que sólo me buscas por mi cama. —Se "quejó" Freddy mientras se sentaba a un lado suyo.

—Quizás —contestó con un tono juguetón, esa respuesta obtuvo como resultado que el castaño le sacara la lengua—. La cama está bien, pero lo que más disfruto es tu compañía —admitió un poco avergonzado, Freddy se limitó a sonreír, llevó una de sus manos al cabello de su acompañante para acariciarlos—. Uh... olvida lo que dije.

—No lo voy a hacer —canturreó—. ¿Tienes ideas de cuántas personas no desearían escuchar eso de sus crush? Déjame aprovechar.

Las palabras del menor provocaron que sonriera, le aliviaba que Freddy no se tomara las cosas tan en serio, que pudiese hablar del tema sin sentirse herido o incómodo, al fin había comprendido los sentimientos del menor. Él era esa clase de amigos que muchos quisieran tener, se sentía afortunado por tenerlo a su lado y deseaba jamás perder ese lazo tan hermoso que los unía.

. . .

—Ya es tarde —musitó la señora Fazbear luego de revisar la hora en el reloj de la pared de su cuarto, soltó un ligero bostezo antes de salir para apagar todo, una vez hecho y, antes de irse a dormir, pasó a la habitación de su hijo para darle un vistazo a los chicos. No pudo evitar jadear llena de ternura al verlos durmiendo uno al lado del otro, con sus manos entrelazadas, ni siquiera se habían cambiado de ropa, tal parece que se quedaron hablando hasta perderse en los brazos de Morfeo. Ella se retiró y volvió a los pocos segundos con una frazada para cubrirlos a los dos, dándoles un beso en la frente por último—. Que descansen.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora