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—¿Cuánto falta? —preguntó Bonnie con impaciencia, junto a su madre y la de su mejor amigo/pretendiente se encontraban en la limusina del padre de su otro amigo, él que si tiene, dirigiéndose a casa de los Fazbear. Lo habían dado de alta ese día y lo único en lo que pensaba era que quería ver a su grupo de orangutanes favorito. 

—Ya no tanto, cálmate, querido —pidió la castaña con una sonrisa comprensiva.

—Lo intentaré —respondió finalmente, regresó la vista a la ventana para ver el panorama, comenzaba a reconocer el paisaje: las casas, las calles, incluso a las personas. Cada vez estaban más y más cerca. Su impaciencia comenzó a volverse emoción, apenas han pasado unos cuantos días, pero se sintieron años desde la última vez que los vio, y tomando en cuenta cómo fue su último encuentro, deseaba ver a sus idiotas.

Desvió la vista por unos momentos para ver a sus acompañantes, la señora Fazbear se encontraba hablando con el señor Golden sobre una novela de quien sabe que, aunque parecía que hablaban de una de narcotraficantes, esas que se han vuelto muy populares últimamente; su madre los observaba en silencio, siguiendo el hilo de la conversación pero sin ser partícipe.

Ahora que lo pensaba, ¿a qué se dedicaba su madre? —aparte de ser la sirvienta de William—. Nunca se lo ha preguntado, la verdad es que ni le interesa, es algo triste tomando en cuenta que conoce algunos de los pasatiempos de los padres de sus amigos: A la señora Fazbear le gusta ver series en las noches luego de terminar todos sus quehaceres, también le gusta ir de vez en cuando de compras, obligando a su hijo a acompañarla, y le encanta cocinar, más si hablamos de postres. A la mamá de Chica le gusta tejer y salir los sábados con sus amigas, a veces sale con su marido los viernes por la noche a hacer cosas de parejas, también le gusta ver historias cursis y románticas con su hija. Sabe que al señor Golden le encanta ver telenovelas mientras toma un té de hierbas o algo así, aparte de gustarle el golf y el billar, por lo que le ha contado "Junior".

De sus padres sólo sabe que a William le encanta beber hasta no poder más y ser una mierda de persona. De su madre...

—Que triste es todo, ¿no? —dijo finalmente, luego de darse cuenta que no sabe absolutamente nada de ella, con suerte conoce su nombre.

No es como que le importe o esa duda le quite horas de sueño, queda poco tiempo para que termine el ciclo, otro años más y termina el instituto, quizás después de eso se meta a trabajar. La verdad es que no tenía idea si quería ir a la universidad, igual, ¿qué iba a estudiar? No tenía ni idea, no hay ninguna carrera que le llame la atención.

Quizás una carrera musical, pero lograr prosperar de eso era un camino muy difícil y con muchos obstáculos, siendo sinceros, él no tiene la fuerza de voluntad para pasar esas canutas, apenas y la tuvo para enfrentar al imbécil de su padre.

—Theo, ¿qué tal tu brazo? —preguntó su madre luego de un rato, dejando de lado la plática de sus compañeros, el menor la observó por breves segundos, escéptico, antes de volver su vista al cabestrillo que sostenía su extremidad dislocada.

—Es incomodó —musitó, intentando evitar soltar alguno de sus mordaces comentarios sarcásticos, esos que sólo usa con sus amigos o con su madre, la diferencia es que con unos lo usaba porque se sentía en confianza, sabía que estos no se ofenden por ellos, se prestaba la situación para que diera alguno sin arruinar el ambiente vivaz. Con la mujer frente a él se utilizaban con el fin de dañarla, de hacerle sentir miserable.

—Lo siento —murmuró con impotencia, provocando que su hijo rodara los ojos, no quería su maldita lástima, no de ella.

—Llegamos —avisó el señor Golden, justo a tiempo, estaba a punto de soltar algunas cosas no muy agradables.

Inesperadamente extraño (Freddy x Bonnie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora