Capítulo II

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PROMETIDA 
Yan_skyblue/sesshome. 

Capítulo II 

Los actos fúnebres pasaron sin pena ni gloria, casi nadie asistió pero fue la comidilla de todo Londres, no había alguien de sociedad que no supiera el desgraciado Marqués se había suicidado por sus deudas, pero nadie ayudó a la "perla", como conocían antes a la damita de cabellos negros y ojos soñadores azules, ni a la viuda Higurashi, estaban solas contra el mundo. 

Pensaron en vender la casa pero Kagome creía que quizás era mejor conservarla y comenzar a buscar un trabajo, cosa difícil para una mujer y más de la época. Kagome fue de puerta en puerta de sus antiguos conocidos que tenían niños ofreciendo sus servicios como institutriz pero no lograba tener mucha suerte y terminó solo más humillada y avergonzada que antes; Naomi ahora lavaba la ropa fina de sus antiguas amigas por unos cuantos peniques. Así pasó un mes y luego otro y luego otro más... 

—¡Ya está la cena!.— dice Kagome probando el guiso, quizás solo era agua y patatas pero no podían ponerse exigentes en tales circunstancias. 

Naomi entró a la casa secándose las manos ahora duras y callosas en el faldón, le dolía todo el cuerpo pero al menos hoy la ropa era en mayor cantidad y ganaría un poco más, quizás para comprar pan y carne seca luego. A veces le daba algo de nostalgia ver esos vestidos hermosos, ver por las calles a las ladys totalmente apática del mundo a su alrededor, pensar que alguna vez fue como ellas.

—Gracias Kagome. — tomó asiento en la pequeña mesa de la cocina, ya no hallaba sentido en usar el comedor y de hecho pensaba rematar la mayoría de muebles, hasta ahora los han ido vendiendo o llegaban prestamistas a la casa buscando algo a lo cual meterle mano. 

Así se fueron las camas finas, los vestidos costosos, los adornos, sus joyas y su dignidad, pero seguirían adelante mientras haya vida. Kagome estaba aprendiendo a coser con una anciana trabajadora en casa de lady Midoriko y juntaban dinero para comprar telas, hilos y encajes que quizás más adelante les diera un ingreso. 

Estaban a punto de comer cuando escucharon el golpeteo incesante en la puerta, Naomi estaba cansada de los acreedores y prestamistas a los que le debía su difunto marido, bajó la mirada así que su hija se puso de pie y fue a la puerta para recibir a quien sea que golpeaba de forma tan atroz. 

La dama pensó en eso, cuando su esposo murió se suponía que el título debería ir a manos de algún familiar masculino pero significaba hacerse cargo de las deudas y el Higurashi más cercano jamás llegó a reclamar al menos el título inmobiliario y jamás se acercó a Londres, así que todo era problema de ellas. 

Kagome abrió, era un joven atractivo de al menos su edad, bien vestido y bien presentable pero de mirada pícara, Kagome pestañeó antes de preguntar la razón de su visita, el caballero le entregó una carta y se despidió reverenciado con su sombrero de copa sin decir palabra alguna, subió a un coche que no tenía escudo de alguna famosa adinerada y se marchó. 

La chica caminó despacio hasta la cocina, vio el sobre de la carta, era muy bonito y fino, lo sabía. 

—¿Quién era?.— pregunta la madre preocupada. 

—Un joven, trajo esto. — le extendió la carta. 

La viuda vio el nombre de su hija escrito con una caligrafía medio burda en la parte trasera. 

—Es para ti. — menciona ahora más nerviosa. 

La hija toma asiento y suspira antes de romper el sello y sacar las dos hojas dentro. Leyó con detenimiento cada palabra de la breve carta y luego vio el otro papel que era simplemente una carta de un notario corroborando lo que decía la primera carta. De inmediato enrojeció de cólera, si eso era una broma era de muy mal gusto y estúpida, se puso de pie como un resorte y caminó por la cocina pensando, su madre no pudo ante la incógnita y tomó los papeles, leyó y a cada palabra sentía que se mareaba. 

"Querida señorita Higurashi. 

Por medio de esta burda carta le hago saber que hace tiempo su padre le apostó en una mano de cartas que yo gané, dejamos firmado y sellado el acuerdo tanto verbal como por escrito, ahora quisiera informarle mis escrúpulos; deseo una esposa a la mayor brevedad posible así que espero sea usted ya que como ve, me pertenece, la ceremonia será cuando yo tenga todos mis asuntos en orden y pueda viajar a Londres, no espero menos que un Sí de su parte, le estaré enviando noticias desde ahora referente a la boda, solo lamento no poder cortejarla como manda la etiqueta pero se me hace imposible ir a Londres ahora. Así que deberá ser por medio de cartas. 

Adjunto una misiva del notario que hizo efectiva la apuesta. 

Atentamente, S.T."

—¡¿Qué es esto?!.— exclama Naomi desorientada,  procesar todo eso era difícil. 

—¡La broma de alguien muy cruel!.— dijo la joven sin parar de caminar. —¿No puedes creer que algo así sea cierto, madre?.— 

Naomi se quedó viendo el papel procesando, podía ser una broma horrible o una verdad aún más horrible. 

—Solo hay una forma de averiguarlo. — se puso de pie y tomó a su hija de las manos, la joven estaba al borde de una cólera y las lágrimas casi se le escapaban. —Mañana buscaremos la dirección de ese tal notario y él nos hará saber la verdad. — 

Kagome asintió ahora sí dejando escapar sus lágrimas, abrazó a su madre, la única tabla de salvación que tenía y su todo en el mundo. 

—Todo estará bien, querida. — le acarició el cabello. 

Esa noche se acurrucaron en el catre que encontraron en los antiguos cuartos del servicio y durmieron cada una sumergida en sus pensamientos, ninguna sabían que en Escocia, el responsable de tal carta preparaba sus asuntos para viajar en al menos unos cinco a seis meses a Londres y casarse con la damita que le pertenecía, si es que no había ya más contratiempos. 

Al día siguiente las mujeres se encaminaron vistiendo los únicos vestidos que eran más presentables directamente a casa del abogado familiar, Mioga, quien poco pudo ayudarlas cuando Higurashi decidió cobardemente quitarse la vida y cederle a ellas sus desgracias. El viejo Mioga era medio calvo y tan bajito que parecía una pulga, además de que como cualquier abogado te chupaba dinero; obtuvieron la dirección del notario y fueron a buscarlo. 

El hombre las recibió muy solemne y les invitó a sentarse, punto a punto comenzó a explicar la situación y cómo Kagome, al ser hija de Higurashi, el hombre de la familia y su representante, pertenecía a su padre quien a su vez le había cedido los derechos a este hombre que, por boca de Ryokan, era todo un maestro de la manipulación y un truhan completo. Les mostró la copia que escribieron, las firmas de ambos caballeros y por supuesto de un abogado. Naomi y Kagome se miraron impactadas tanto por lo que descubrieron como por la fecha en que fue hecho dicho trámite. 

—¡Maldito mil veces Sota, ojalá te pudras en el infierno!. — la madre de Kagome estaba histérica. 

¿Cómo se atrevió ese malnacido a apostar a su hija y luego quitarse la vida? ¡Maldito fuera mil veces, que se queme en el infierno ese bastardo!.

—¡Señora, modales por favor!.— exige el regordete pelón que casi se va para atrás en su silla al escuchar semejante blasfemia de boca de una dama. 

—Madre...— Kagome le tomó la mano, agradeció al notario por su tiempo y se marchó junto a su progenitora. 

Dos semanas después, llegó otra carta junto a un ramo considerablemente grande de rosas rosas, venían de parte de su prometido, Kagome sintió que el mundo ahora sí, se le venía encima. 

Continuará...

Libro de historias cortas sesshome y otras parejas 2 (Actualizaciones semanal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora