Parte 2

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Los primeros copos de nieve caen  lentamente pintando de blanco el panorama. Los humanos seguían sus vidas frívolas seguros de haber derrotado a sus enemigos, no habían sabido de ellos desde hacía tres meses. Para los ilusos, la guerra fue ganada.

Kagome entrena en el pequeño patio trasero de su casa, no quería confiarse, algo andaba mal; las bestias no eran cobardes jamás se rendirían hasta que el último de su especie cayera.

Lanzó un golpe al poste de madera, debía cuidar del rey y la reina, del pueblo. Cuidarlos como no pudo con sus padres, ambos guerreros honorables caídos en batalla; otro golpe al poste, una patada, guiro en 180° y otra patada, logró astillar la madera. Se incó en el suelo agitada y el sudor bajando por su frente, caminó de nuevo adentro para buscar agua, miró la capa roja que representaba a sus antepasados, sonrió con calidez era todo lo que le quedaba de ellos.

—Entrenas mucho.— la voz femenina le sobresaltó, volteó con su cuchillo listo para degollar a la intrusa, pero se detuvo.

—Sango...— suspiró con alivio. —¿Qué se te ofrece?— tomó asiento frente a su amiga.

—Los reyes darán una fiesta hoy.— observó alrededor, ¿cómo era posible que una mujer como Kagome prefiriera seguir en el ejército y no casarse? Cuando estaba en casa se veía tranquila,  además era buena con los niños.

—¿Una fiesta?— la noticia le tomó por sorpresa verdaderamente.

—Sí, por nuestra victoria...— ni ella estaba convencida de ello.

Sango había sido compañera de armas de Kagome durante años hasta que la castaña se dio de baja para casarse y tener tres hijos maravillosos.

—¿No crees...— apretó los puños molesta ante la estupidez del rey —que es demasiado pronto para cantar victoria?—

—Por supuesto.— resopló. —Pero es mandato real, los asesores de su majestad están convencidos que esta relativa paz, es porque ganamos.—

Se instaló el silencio, ambas sabían por experiencia propia que un enemigo como ellos no eran de rendirse así, era demasiado fácil, casi como una... trampa.

—Bueno...— Kagome se puso de pie, fue hasta el pequeño armario donde guardaba sus cosas. —habrá que vestirse de fiesta.— sonrió.

Sango rió, su amiga jamás podría casarse o tener una familia, pero no lo necesitaba, su vida era ser guerrera y para bien o para mal, era extremadamente buena en eso. Se puso de pie también.

—Te estaré esperando.— se despidió y se fue.

Kagome se dirigió al poso que estaba a dos calles de su casa, llenó dos baldes de agua y regresó, se daría una ducha y se prepararía para la "fiesta" cualquiera que fuera la eventualidad que les golpeara ella estaría lista, aunque rogaba porque realmente las bestias se hayan rendido, estaba cansada de tanta sangre derramada.

Se detuvo en seco a la entrada, vio el cuervo muerto, tuvo un escalofrío que le recorrió la espina.

—Mal presagio...— murmuró.

Entró en la casa con los pensamientos hechos un nudo, se limpió el lodo de las botas, vació el contenido en la bañera, se despojó de su ropa y entró en el agua fría. Cada poro de su cuerpo se erizó, pero contuvo el frío. Suspiró observando el vaho que salía de su boca y sintió un sensación de ardor el su anatomía por causa del agua fría contra su cuerpo que trata de recuperar calor, finalmente terminó de asearse y salió, debía estar lista para esta noche.

Todos lucían sus mejores galas, la crema innata del reino se pavonea por el segundo piso del salón de baile, los guerreros de baja categoría y los aldeanos disfrutan de las mieles de una fiesta para todos dada en el primer nivel. Apiñados sudorosos y sin mucho espacio para siquiera caminar libremente las personas se divierten en grande.

Libro de historias cortas sesshome y otras parejas 2 (Actualizaciones semanal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora