Tu Reputación 4

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CAPÍTULO IV

Ella dormía, su respiración era casi imperceptible, estaba por primera vez muy tranquila y callada, así hasta parecía normal… adorable. Aprovechó la situación para detallar su rostro delicado, las largas pestañas oscuras, los pómulos redondos -más de lo que recordaba.- las pecas como una vía láctea cruzándole la cara de extremo a extremo dándole un aire juvenil y encantador, terminó en los labios rosados; más gruesos de lo normal dentro de lo que dictaba la moda en belleza, pero que a él le parecieron dos nubes pintadas de rosa el cual imaginó debía saber dulce.

El traqueteo del coche la hizo moverse, iba a chocar contra la ventanilla, Taisho logró colocar su mano ente ella y el vidrio, tal acto lo colocó demasiado cerca de su esposa que olía a rosas y cuyos cabellos negros caen a centímetros de su nariz dejándolo absorber hasta lo profundo de sus pulmones el aroma de ésa jovencita fea, mojigata y atolondrada a la cual unió su vida para siempre.

Sus labios se movieron para hacerla parecer como un ángel tierno.

Llevó los mechones de cabello suaves detrás de la oreja femenina, alcanzó uno de los cojines y retiró lentamente la mano remplazandola por el cojín; la observó dormir por demasiado tiempo alternando del paisaje gris afuera y su rostro benigno preguntándose, ¿por qué no intentó congeniar con ella antes de alejarla así de él.? Quizás ahora tendría tiempo para remediar el error, al menos deseaba que ella dejara de temerle, no era esa bestia que mostró antes.

Dirigió la vista a su brazo, estaba menos rojo pero todavía notaba la sombra de lo que había hecho, de repente se sintió el hombre más estúpido del mundo, decidió arreglaría ése desastre.

El coche se detuvo frente a la posada donde iban a pernoctar antes de seguir el viaje en la mañana; tomó valor para despertarla, el azul cobalto le golpeó de frente haciéndolo paralizarse por unos segundos, el brillo inicial se desvaneció en cuanto Kagome le enfocó y supo lo sucedido no fue un mal sueño, entristeció y bajó del coche evitando tomar la mano que le ofrecía su esposo.

Entraron, pidieron una habitación y se dirigieron a la pequeña fonda donde ordenaron la cena; la primera cena que compartían y parecía un funeral donde el muerto era ella y el familiar dolido su esposo. Kagome se adelantó a la habitación mientras Sesshomaru pagaba y vigilaba bajarán los baúles con cuidado, al entrar en la pequeña habitación la vio sentada en una silla frente a la ventana con una nostalgia que le quebró el alma. Probablemente ella pensaba que era un animal y se la llevaba lejos para maltratarla, su padre no lo había educado así, mucho menos su madre.

Se internó sigiloso tratando de no parecer amenazante aunque, con su tamaño y rostro afilado era difícil no parecerlo, quedó frente a ella, pensó detenidamente lo que debía decir, abrió la boca para cerrarla casi de inmediato al notarla llorar silenciosa como un animalillo lastimado, una nueva cuchillada al pecho.

Se arrodilló para tomarle las manos con suavidad.

—Perdóname— dijo tratando de regular el tono de su voz grave. —, perdóname Kagome. —

—Yo estaba bien allá sola. — dijo finalmente con voz acongojada. —Era feliz encerrada en esa casa...—

—Kagome...— otra herida.

—Nadie a mi alrededor para burlarse, nadie criticaba, nadie me miraba con desdén...—

—Por favor.—

—¿Para qué me lleva a su casa?, ¿para esconderme de la humanidad?, ¿para evitar alguien sepa se casó con una mujer como yo?— las lágrimas le recorrieron las mejillas hasta caer en las manos de su esposo.

—Me equivoqué Kagome, perdóname...— llevó sus manos al pequeño rostro y secó el mar de lágrimas con sus dedos.

—Aceptaré me repudie, me odie y me lancé al rincón más oscuro del mundo si no desea verme… pero no vuelva a insinuar son una adúltera. — se puso de pie para alejarse lo más posible de él y sus ojos de otoño.

Libro de historias cortas sesshome y otras parejas 2 (Actualizaciones semanal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora