Parte 5

892 137 44
                                    

La forma de la bestia Yokai fue volviendo a la normalidad, de nuevo era él, ahora desnudo, frente a ella.

—¿Por qué...?— fue lo único que pudo pronunciar ante la revelación que se abría paso ante sus ojos azules.

—Los arrogantes humanos creen que su verdad es la única que existe, no saben que hay más de lo que sus pobres ojos pueden ver.— la miró como se supone debía ser, como el ser inferior que era.

Ella solo pudo agachar la cabeza, seguía impactada, ¿cómo esas criaturas poseían tal poder?, ¿por qué nunca se enfrentaron a un ser así?

Sesshomaru prefirió llenar sus fosas nasales con el embriagante olor de la mujer insignificante, olía tan delicioso que todo su cuerpo se estremecía, se le antojó tocar esos cabellos negros, ¿serían suaves al tacto? Caminó más cerca de ella, se agachó y finalmente sus dedos palparon lo prohibido, acarició una de las hebras negras, le supo a gloria. Se sintió como un niño de nuevo, como esos días en que podía tocar los pétalos de las flores, era como si el pasado y el presente se mezclaran.

—¿Qué hace.?— preguntó ella confundida.

Todo se volvió tan extraño e íntimo de un momento a otro que, el ardor y furia que sentía se esfumó de su cuerpo para reemplazarlo por una sensación de miedo e inseguridad.

—Los humanos son tan frágiles...— divaga mientras desliza los dedos por esos mechones fascinado. —Tan ciegos, tan ambiciosos, tan... destructivos.—

—¿Se ha vuelto loco.?— golpeó la mano del pervertido para apartarla de su cabello —No me toque...— se puso de pie. —La próxima vez explique las cosas sin necesidad de quedar desnudo, gracias.— se retiró.

Sesshomaru la vio irse, se quedó nada más con el fantasma de ése olor místico y dos hebras de cabello en los dedos, les miró.

—Los humanos...— susurró.

Se retiró a sus aposentos.

No había comido nada, el estómago le pedía a gritos algo y el cuerpo le dolía horrible

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No había comido nada, el estómago le pedía a gritos algo y el cuerpo le dolía horrible. Los golpes que recibió fueron muy fuertes, definitivamente ese dichoso... ¿Yokai? Era muy fuerte.

Miró la ventana, seguía nevando.

Suspiró molesta, odiaba a ese tipo, se cree el rey del universo, además... ¿cómo se atrevía a acercarse y tocarla cuando está desnudo?

—¡Maldito.!— refunfuña.

Si se quedaba allí eventualmente iba a terminar muerta en las garras de ese demonio tan extraño y volátil, debia escapar de él, de ese castillo, de todo. Caminó de un lado a otro pensando, vio de nuevo la ventana, rió.

—No soy una princesa pero...— comenzó a retirar las sábanas de la cama. —Voy a escapar como en un cuento.— las ató lo mejor que pudo, una de las puntas fue atada a la mesa de escritorio ya que la "cama" era algo grande y esponjoso pero sin una base o patas altas, solo un cuadrado de madera donde descansaba la sábana gruesa y esponjosa sobre la cual dormía.

Libro de historias cortas sesshome y otras parejas 2 (Actualizaciones semanal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora