Pensamientos entre vapores

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(Conway)
Cerré el grifo al notar que el agua ya estaba a la medida ideal para cubrirme y me recosté hacia atrás cerrando los ojos y apoyando mi cabeza en un extremo de la bañera.
El agua estaba calentita y podía ver a la perfección cada cicatriz que había en mi morena piel.
Era increíble cada cosa que me había pasado y ahí seguía, en ese mundo de capullos de mierda.
Cualquiera pensaría que soy inmortal, y tampoco es que se equivocara. Soy God.
Puede que ese sea solo un simple título que yo mismo me puse para hacer pensar a los demás que me sentía superior a ellos y que lo era, cuando todos los días en mi cabeza sabía perfectamente la mierda de persona que era y lo poco que valía.
Solamente había hecho daño a los demás, no había aportado nada bueno a la humanidad por mucho que dijeran.
Solo esperaba hacer feliz a Armando, si él era feliz yo por supuesto que lo sería.
Me haría sentir verdaderamente útil y aunque tuve malas experiencias anteriores con mis hijos, esperaba ser tan feliz como esos años en los que tuve una pequeña y acogedora gamilia con esa mujer, Julia.
Realmente se sentía bien saber que alguien me estaba esperando al salir de servicio y que mi vida no se resumía en el trabajo. Saber que alguien se preocupaba porque regresara cada día después de los atracos o de simplemente patrullar.
Todo ese tiempo a nadie le importaba, aunque ahora me sentía seguro con Grúas, sentía que se preocupaba por mí y de cierta manera me alegraba.
Aunque también...la vida de un agente era dura y del Superintendente y un agente gubernamental más.
Yo era una simple marioneta completamente reemplazable y cuando ellos quisieran podrían acabar conmigo o hacerme desaparecer sin dejar rastro.
Formar una familia con mi oficio y mis malas experiencias causaba que diversos malos pensamientos recorrieran mi mente.
Sabía que debía apartar todo pensamiento negativo, pero no podía evitarlo.
Yo intentaba hacer todo lo posible por el bebé, no alterarme, no tener emociones fuertes, malas...pero no siempre se podía...
Al fin y al cabo nunca podría alejar de mi cabeza todas mis vivencias pasadas, por muy malas quue fueran.
Supuestamente el cerebro te hacía olvidar pasados traumas, pero yo recordaba vada puto detalle.
Desde las torturas hasta el tono carmesí brillante de ese líquido que solía fluír por las venas de mi esposa y mis hijos.
Aún recordaba ese río de sangre manchando todo a su paso, mi ropa, mis manos...
Yo ya había estado asi numerosas veces, mis manos no estaban ni están limpias en lo absoluto, pero esa sensación de ver la sangre de un ser querido no es para nada placentera.
Ya había visto la de mis antiguos compañeros marines y militares, pero nada se comparaba a poder sentir ese fluido que hacía latir el corazón de la persona con aa que tenías un proyecto futuro en común.
Esa persona que creías el amor de tu vida, esa persona con la que pensabas pasar tus últimos años de vejez, esa persona que querías que fuera a visitarte cuando ya no estuvieras en ese mundo, esa persona que seguramente en esos momentos sería la única a la que le importaras.
Julia era eso, yo estaba convencido de que cuando la palmara ella iría a visitarme, pero durante mucho tiempo pensé morir solo.
Al contrario de todo, yo la enterré a ella y en vez de ir a llprarle a una jodida lapida o a un cuerpo le lloro a un puto árbol de mierda.
Suspiré profundamente, no podía comerme la cabeza de esa manera.
Observé hacia la puerta durante unos instantes y decidí relajarme de nuevo.
Agarré el bote de jabón para vertir un poco de su contenido en el agua y formar burbujas, así sería más relajante, verdad?
Miré mi móvil y me estiré ligeramente para alcanzarlo, quería ver la hora.
Aún era bastante pronto, seguíamos de madrugada, de hecho.
No pensaba dormir más, si lo hacía seguro que las pesadillas me perseguirían y no me apetecía para nada que eso ocurriese.
Primero que nada por la salud de nuestro hijo y después por despertar o molestar a Armando. Y claramente también por mi salud mental, porque también era importante, no?
Siempre me dijeron que no, que solamente debía centrarme en acabar con el enemigo y ganar la guerra.
Supuestamente caer en la batalla era el mayor honor que un soldado podía tener y vengar a los caídos con sangre la mejor acción de un compañero, aunque tuvieras que arriesgarte o caer en el intento.
No debíamos de hacer luto por nuestros compañeros muertos, simplemente había que vengarlos y superarlos al instante.
En la guerra una vida valía mucho menos que una mierda. No importaba si eran niños, bebés, mujeres, hombres, ancianos, ancianas, embarazadas, fetos, buenos, malos...
La vida humana estaba demasiado infravalorada. La vida del compañero valía más que la propia y habia que defenderla a toda costa, pero si no se podía simplemente había que superarlo y vengarse el doble.
Puede que así me educaran en el campo de batalla, pero teniendo un pequeño en mi vientre eso no me llevaría a nada.
Tenía que estar calmado, pensando en mi salud y en la de mi criatura tal y como hacía siempre Armando.
Él llevaría el embarazo mejor que yo sin duda, pero las cosas ya estaban hechas, debía aguantar y claro que podía.
Con todo lo que había pasado sin nada a cambio, cómo no podría aguantar nueve meses de precaución por nuestro bebé?
Claro que iba a aguantarlo y tener a nuestro chiquitín o chiquitina en mi vientre muy bien, ayudando a que se desarrollase correctamente y saludable, sin vicios ni gilipolleces.
La imagen de Grúas con el pequeño en sus brazos era como una pila que recobraba mis energías y ganas para dar a luz y cuidarme el doble, el triple o incluso diez veces más que antes.
A pesar de todo tenía ganas de ser padre junto con Armando y formar una familia a su lado.

Armanway, lobos solitarios (Armanway/Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora