(Conway)
Llevaba ya cuatro meses con el pequeño en mi vientre, y cada vez se me notaba más.
Estaba metido a fondo en la investigación de esa mafia de mierda que acabó con mi agentes y mi vida era una rutina.
Me levantaba muy temprano (si no tenía turno de noche, ahí ya directamente no dormía), iba a comisaría, hacía papeleos y al terminar patrullaba. Después, investigaba sobre sospechosos e investigaciones hasta tarde, luego hacía papeleos nuevos, patrullaba de nuevo y me quedaba toda la madrugada investigando para dormir unas pésimas horas, era un bucle, un círculo vicioso.
Apenas veía a Armando, como mucho para dormir, él intentaba cuidarme, me llevaba comida a comisaría, venía a buscarme para que no me estresara ni trabajara tanto, intentaba acercarse a mí y yo me cerraba, después de esta caída tan baja para todos me propuse encontrar a esos hijos de puta, y lo iba a hacer.
Llevaba demasiado estrés y ansiedad encima, seguía con esos sueños de mierda y cada vez me ponía peor, alguna vez salía con Grúas, no quería que la relación se fuera la mierda, pero sin darme cuenta la estaba poniendo en segunda plano, detrás de la venganza.
También tenía otras preocupaciones, como que se me notara el embarazo y me mandaran a casa, necesitaba encontrar a esos capullos, no podía irme, también tenía que cuidarme, cuidarnos, mis pesadillas seguían, no encontraba a los responsables de las muertes y estaba en la mierda.
La ansiedad me comía, en unos momentos no tenía nada de hambre y en otros intentaba ahogar mi ansiedad con comida, tenía un peso inferior al que debía tener y la balanza bajaba en cuestión de semanas, cada poco sentía mi pecho acelerarse y no paraba de tomar analgésicos, me dolía la cabeza, el pecho, o simplemente el alma e intentaba aliviarlo con esas pastillas.
Sentía que estaba en un pozo del que no podía salir, era demasiado alto y sus muros eran demasiado gruesos, no podía perforarlo y salir como si nada, había creado mi propia cárcel en mi cabeza, una cárcel que hacía que me faltara el aire, una cárcel en la que llevaba la gran mayoría de mi vida, pero para una vez que pensé haberme liberado los grilletes volvieron a apretarse en mis extremidades para no dejarme ir.
Me sentía insuficiente, una mierda con patas, sentía que no había hecho bien mi deber, yo era quien tendría que haber caído esa tarde, pero no supe proteger a los míos, como siempre. Otros dos seres queridos apuntados en la lista de fallecidos por mi culpa, dos más.
Creí que no me pasaría más, que después de ella había podido ser mejor protector, mejor pareja, mejor Superintendente.
Dicen que la gente se va por algo, pero ella se fue simplemente porque le jodí la vida, tenía mucho por delante y todo se jodió por estar con alguien como yo.
Ella era una joya y yo no le llegaba ni a la suela del zapato. Pensé haber aprendido de tanto dolor, no que lo que no nos mata nos hace más fuertes? No lo veo, yo sigo igual de débil e insignificante.
En ese preciso me encontraba investigando en el sofá de casa, Grúas me había llegado casi a rastras, ya que decía que tenía que relajarme y dejar el tema, aunque fuera por un rato.
Noté unas manos conocidas dándome un pequeño masaje en mi cuello y hombros, la verdad no me estaba viniendo nada mal.
Le miré de reojo, este último mes le había dejado un poco abandonado.
Suspiré, mirando la hora, las tres de la madrugada, estiré un poco mi cuerpo cansado desabrochando los botones de mi camisa, se podía ver a la perfección que tenía un pequeño en mi interior, y eso que tenía muy poco vientre, ya dije antes que estaba bajado de peso, el bebé era de un pequeño tamaño, pero estaba tomando suplementos para ello.
Dejé a un lado la camisa, cerré el portátil después de apagarlo y me recosté en el sofá cerrando mis ojos, palmeé un sitio sobre mi cabeza.
Grúas lo pilló al instante y se sentó en donde le había indicado, por lo que posé mi cabeza en sus piernas, sonriendo levemente al notar sus mimos y caricias.
-Quieres subir a descansar en la cama y te hago algo para comer?- murmuró cerca de mi cara.
Negué, así se estaba muy bien, la verdad, y no tenía hambre.
Me acosté de lado escondiendo mi cara en su abdomen y aspirando un poco su aroma, nunca le había hablado de como me sentía y solo me quedaba fingir a su lado, aunque la verdad no era muy complicado darse cuenta de que algo me preocupaba.
No sabía si él estaba al tanto del secuestro y de lo de mis agentes, ya que yo no le había dicho nada por no alarmarle.
No me gustaba que se preocuparan por mí.
Pasé mis brazos por la cintura de Armando aferrándome a él todo lo posible, suspiraba levemente gustoso ante sus caricias en mi espalda.
Me terminé durmiendo y como no, soñando con lo mismo, las diferentes muertes de familiares, amigos y compañeros por mi culpa.
No tenía un sueño muy profundo, pero no podía despertarme, además, rara vez demostraba que lo estaba pasando mal mientras dormía, solo a veces despertaba sin aire, realmente agitado.
Noté unos brazos cargarme y subirme por las escaleras, Grúas me puso cómodo con una de sus camisas y me acomodó en la cama, seguidamente me arropó y se acostó a mi lado abrazándome con mi cara en su pecho.
Ultimamente no me cundía dormir, no descansaba, solo la pasaba mal, soñaba, pero me enteraba de todo a mi alrededor, al menos sabía que todo eso era un sueño, pero vivirlo de nuevo no me sentaba bien.
Esta vez fue Julia, ella y nuestros pequeños, la peor pesadilla que se pidía tener.
Yo, trabajando, la llamada, ella atada, los niños, los gritos, lágrimas de nuestros hijos, la sangre brotando sin parar, en mis manos, en mi ropa, las promesas, las palabras, los últimos te amo, el dolor, la noche, la soledad, el alcohol, el pozo...
No quería vivir eso de nuevo, no quería ver escenas así cada vez que descansaba mis párpados, yo solo quería ser alguien normal, con una vida normal.
Quería tener unos padres normales, que no me abandonen, que me carguen y que tenerme sea la mayor alegría de su vida, que estuvieran ahí para escuchar mi primera palabra, mis primeros pasos, que me enseñaran a nadar, a montar en bicicleta, que me acompañaran en mi primer día de escuela, en mi graduación, que me dijeran que estaban orgullosos de mí, quería tener enamorarme, cagarla, tener experiencias, ir a fiestas, que me rompan el corazón, superarlo, tener un baile de fin de curso, ir a la universidad, trabajar de camarero por las tardes para pagar mis estudios, cambiarme de carrera porque esa que había elegido no me llenaba, encontrar al amor de mi vida, graduarme, encontrar un trabajo de lo que me gustara y dejar el anterior, comprometerme con esa persona especial, tener una despedida de solteros en al que se líe bebiendo mucho y que el día de mi boda estén ahí mis padres para apoyarme, ir de luna de miel y tener algún bebé y mascota, críar a nuestro hijo, verle crecer, enseñarle muchas cosas, apoyarle en sus momentos, hacerme mayor con mi pareja, ver a nuestro hijo independizarse y formar una familia, una noche, mirar al pasado y sonreír para unos años más tarde, perecer después de haber tenido una vida plena y feliz.
Muy cliché todo, lo sé.
Yo solo quería dejar de sentir tanto dolor.
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Armanway, lobos solitarios (Armanway/Volkway)
De TodoArmando Grúas y Jack Conway eran un alfa y un omega que iban por este camino de la vida solos, cada uno dirigía su manada. Armando el taller y Conway la comisaría. Ambos pensaban que siempre sería así. Solo tenían su trabajo. ¿Una vez que llegaban d...