Bajón

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(Conway)
-Bajamos ya, hostia?
Asintió mirándome para ver en que altura estábamos, reí bajo, pues ya nos habíamos parado.
-Y qué te ha parecido?
-Ha estado bien, eh.-me acerqué a su oído para susurrarle-Todo el trayecto contra tus labios, ha sido la hostia.-le guiñé un ojo divertido y me levanté de sobre sus piernas para caminar hacia la salida del vagón con una sonrisa algo ladina.
Volteé la cabeza al notar una mano tomar la mía y agarré con fuerza sus dedos entrelazándolos.
Salí de ahí mirando las vistas de la noche, realmente adoraba la noche, pero más a Armando.
Miré al cielo para admirar las estrellas mientras acariciaba mi abdomen suavemente.
Llevé las manos de mi acompañante a mi abdomen, por lo que se posicionó tras mi espalda y comenzó a dejarme pequeñas caricias en él hasta colocar sus manso sobre las mías.
Apoyé mi cuerpo ligeramente sobre él observando atento la luna.
Sabía que noe ra nada especial, era algo que salía prácticamente todas las noches y ahí se quedaba, a excepción de cuando era creciente o en esas preciosas ocasiones en las que nuestra estrella más grande, la Tierra y ella se alineaban, dándole un color carmesí que recordaba a ese líquido rojo que más de una vez había fluido por mis palmas.
Miré mis palmas para después pasarlas por mi abdomen.
Estaba pasando esas sucias manos por el nuevo miembro de la familia. De cierto modo a mi interior no le gustaba hacerlo, pero era inevitable.
Esas manos que a tantas personas habían arrebatado la vida, apagando la luz de sus ojos mientras en mi cara había una sonrisa de lado a lado.
Cualquiera no me culparía, pues las guerras son así y además de soldados alguno que otro inocente iba a caer seguro, pero la situación era distinta.
Yo era un niño y así me educaron, pero me acostumbré a ser así y una vez que se empieza no se puede parar.
Era un poco extraño estar creando una vida cuando lo único que había hecho en el transcurso de mi vida era destruirlas.
Cada persona que se acercaba a mí acababa muy mal.
Un claro ejemplo era esa mujer con la que creí que iba a tener un cuento de hadas y al final lo único que pasó fue una pesadilla digna de una película de horror y drama.
También era verdad que si eso no hubiera ocurrido ahora mismo no estaría esperando un hijo de ese mecánico. Las circunstancias podrían ser muy distintas, a lo mejor ni permanecía con vida.
De cierto modo quería que eso nunca hubiera pasado, pero dándole una vuelta de 180 grados a la situación no tanto.
Menuda mierda de persona estaba hecho, yo creo que si tu pareja fallece deberías querer que vuelva, y más aún en el caso de estar en matrimonio y con dos hijos, pero una parte de mí quería dejar las cosas como estaban.
Esos pensamientos me partían el alma, no podía ser que lo que yo pensaba mi mundo entero y algo irremplazable ahora fuera otra persona, era muy raro.
Amé a ambos con mucha intensidad, yo nunca dejé que amar a Julia, incluso post mortem. Ella había sido mi única relación, la única persona que me soportó, nuestro amor era real aunque yo no la mereciera una mierda.
Las circunstancias si que fueron algo precipitadas con ella, pero no nos arrepentíamos, éramos felices dentro de lo que cabía.
Era la omega que me había robado el corazón.
Armando era todo lo contrario de lo que pensé tener durante toda mi vida, pero las cosas cambiaban y valla si lo hicieron...
Ese hombre con el que tantas peleas había tenido ahora era el padre de mi hijo estábamos juntos contra el mundo, como en mi pasado esa única persona estuvo.
Además yo era una persona muy difícil y soportarme solamente ya tenía demasiado mérito.
Estaba siendo muy bueno conmigo y yo comparándole...
Ambos fueron los ángeles guardianes que algún ente superior mandó para sanarme y evitar que pierda la cordura por la soledad, sin contar a los niños, claro.
Julia había vuelto con su creador y la extrañaba, sí, pero ahora tenía a Armando y la verdad es que era feliz a su lado.
Y estaba esperando un bebé, aún quedaba tiempo para verle la carita, pero las ganas inundaban mi ser.
Me volteé para abrazar a Armando, últimamemte mi pasado atormentaba bastante mis pensamientos.
No sabía si era por el embarazo, ahora solía tener más tiempo libre y eso permitía que pudiera comerme la cabeza y darle vueltas a las cosas, era terrible.
Escondí mi pecho en mi alfa aspirando su aroma y sintiéndome mejor al instante, realmente era un lugar confortable y que me transmitía seguridad.


Armanway, lobos solitarios (Armanway/Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora