Vuelta a comisaría

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(Conway)
-La verdad es que hoy me apetece ir un poco a comisaría. No sé cómo hacerlo con el pequeño, ya me están preguntando porque no voy al trabajo, supuestamente Volkov les dijo que estoy enfermo, pero eso no se lo cree ni Dios. No me he puesto enfermo en diez años, siempre he trabajado en el estado que fuera. Herido de bala, golpeado, emocionalmente..., no creo que se piensen que estoy mal, deben estar sospechando que es mentira. A lo mejor piensan que tengo una misión secreta o gubernamental, quizás alguna infiltración, no sé. Pero creo que voy a tener que decírselo, al menos a Greco, a Michelle...-le miré algo dubitativo y suspirando por la última persona a quién nombré.
-Si quieres decírselo adelante, Jack. Te apoyo y puedo ayudarte a dar la noticia.-me miró algo curioso por mi suspiro y puso su mano sobre mi hombro.
-De todos modos sé si decir quién es el padre, aunque quizás lo descubran por sí mismos así que...
-Lo que tú quieras, tienes la decisión.-tomó mi mano con fuerza.
Asentí mirando nuestras manos, entrelacé nuestros dedos.
-Entonces hoy voy a comisaría.
Miré su abdomen, ya se le notaba un poco.
-Quieres que te acompañe?
-Como más quieras.
Asintió mirando mis ojos fijamente.
-Tú crees que ya se me nota que realmente es un embarazo?-llevé mis manos a mi abdomen para acariciarlo lentamente.
-No del todo, aunque se ne note más abultado podría ser hinchazón o que hubieras ganado peso. Como siempre estuviste buenísimo y ahora se te nota un poco la pancita...
-Perdona? Me estás llamando gordo, Grúas?
-Emm...no no, si tú estás genial, Jack.
-No has dicho lo mismo antes, eh. Ya sé que he subido de peso, no hace falta que me le recuerdes, capullo.
-Pero eso es normal, estás embarazado, Jack.-llevó sus manos a mi abdomen para acariciarlo.
-Exacto, de un anormal de carrito.
-Eso no te lo dudo, pero soy tu anormal de carrito.
-También y más te vale que así sea siempre, y de nadie más.
-Lo es y lo será, Conway.
-Semper fi hasta palmarla, Armando.
-Semper fi, pero no la palmarás, eh, no puedes palmarla.
-Claro que puedo, yo soy God, nadie puede impedirme palmarla, yo sin embargo no te doy permiso a palmarla. No puedes, porque si llegas a hacerlo te revivo a porrazos.
-Pues fíjate que si tú llegas a palmarla te reviviría para darte una hostia y después matarte yo a besos y abrazos.
-Joder, pues quiero ver eso, pedazo de capullo.
-Yo no, no quiero que la palmes, ni tú ni el pequeño. Piensa que ahora seremos una familia, Conway, no puedes palmarla y dejarnos solos.
Eso pensaba yo en la guerra, Armando, no podía palmarla, no podía dejarles solos, ya no luchaba por mi patria, luchaba por ellos. La guerra era algo q lo que entré, pero hasta acabarla no podría salir de ahí, tenía que luchar por mi vida y por mi familia.
Dolía mucho ver las caras de dolor y desesperación de mis seres queridos cuando me herían.
Cuando me lesionaba me dolía más el verles que la propia dolencia que padecía.
-No la palmaré por vosotros, no quiero dejaros solos...-Asentí levemente mirando hacia la puerta, le miré a los ojos de nuevo para acomodarme las gafas.
Puse mis manos en mi abdomen por lo que Grúas colocó las suyas sobre las mías.
Recosté mi cuerpo sobre su pecho mientras pensaba, cerré los ojos al sentir un beso suyo en mi frente.
-Vamos a comisaría entonces?
-Claro, yo te acompaño, cariño.-tomó mis manos para levantarse con cuidado.
Me levanté estirándome a mi paso y me coloqué bien la corbata, caminé hacia afuera del cuarto y apartamento, por suerte ya me había cambiado, tenía previsto ir.
Salí para ir hacia comisaría en mi coche, Armando iba de copiloto.
Yo estaba observando las calles detenidamente, esas calles en las que había estado encerrado tantos años, que ahora veía distintas, con otros ojos, los colores eran distintos, más brillantes. Lo veía todo desde otra perspectiva.
Para mí esa ciudad siempre había sido una cárcel de la que no podía salir, al menos desde lo de Julia, pero parecía que volvía a verle el color a las cosas después de muchos años de una vida gris, era extraño.
Llegamos a comisaría y aparqué el coche donde siempre lo hacía, la plaza seguía vacía, como si estuviera esperándome durante esta temporada que no la había estado ocupando.
Bajé del coche con aquel mecánico tras mí, casi parecía mi guardaespaldas, pero tampoco le culpaba, estaba bastante vulnerable y sensible y me vendría muy bien una ayuda suya.
Entré a comisaría recordando como siempre lo hacía, solamente que en ese momento no me convenía gritar a todos esos capullos que su Dios había llegado, por lo que me limité a desearles unos buenos días, acción que no pasó por desapercibida y que provocó algún que otro murmuro extrañado, más que nada por el jefe del taller que estaba a escasos metros tras de mí, ese con el que tantos conflictos había tenido.
Podríamos ir a discutir de presupuestos o cualquier mierda, pero que después de meses sin verme la primera escena de mi persona fuera aparecer con ese hombre que tan mal me había caído y con una actitud extrañamente tranquila, sin contar que mi camisa estaba algo más abultada no era algo muy normal.
Entré de servicio y caminé hacia mi despacho para ver si tenía algún papeleo pendiente y no me equivocaba, había demasiados.
Siempre había odiado esos papeles del demonio, pero en mi situación los hechaba de menos, extrañaba el olor a papel recién impreso junto con su elevada temperatura, el sonido producido al ojear el considerable taco de las denuncias, el suave tacto de los folios...
Me conecté a radio un momentos mientras organizaba mi mesa de trabajo.
Armando tomó asiento en una silla de enfrente de si escritorio observando mis movimientos.
Me acerqué a la radio para hablar por ella.
-Aquí Superintendente Conway, estoy de servicio. Volkov, Greco, estáis disponibles?
-10-4, Conway, estamos patrullando y todos los avisos están cubridos, qué ocurre?
-Les solicito en mi despacho, no tarden.
-10-4, vamos para allá, no tardaremos.
-Más os vale, capullos.-comencé a dar pequeños toques contra el escritorio con mis dedos mientras miraba fijamente los ojos de Armando.
Hicimos contacto visual durante varios minutos, embobándonos en los orbes del contrario con una pequeña y cálida sonrisa, nos amábamos mucho.
Acaricié mi abdomen por debajo de la mesa mientras esperaba a Greco y Volkov, apoyé mi espalda en mi silla para estar más cómodo.

Armanway, lobos solitarios (Armanway/Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora