La noria

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(Conway)
Llegamos al lugar y miré de reojo a mi pareja, que tenía una sonrisa en la cara. Se le veía orgulloso por haberme llevado a ese lugar.
Estábamos en la costa, más especificamente en la noria.
Miré la estructura de metal para luego mirar al hombre frente a mí, me tendía su mano mirándome feliz y con una mirada seductora.
Le lancé un beso para poner mi mano sobre la suya y agarrarla fuerte entrelazando nuestros dedos.
-Te apetece ir a la noria, cariño?
-Vale, aunque nunca me he montado en una. No marea, verdad?
-Espero que no, estás sensible por el bebé.-acarició mi abdomen lentamente con la otra mano mirando mis ojos directamente.
-Lo sé, por eso lo digo. Pero vamos, hostia.
Asintió y comenzó a caminar hasta la noria de mi mano dejando suaves caricias en ella.
Una vez frente al objeto, alcé la cabeza para mirar su altura, realmente era enorme.
Armando me invitó a pasar a la atracción.
Tomé asiento mientras miraba como mi hombre entraba tras mí y se sentaba a mi lado.
Me apoyé en él para acariciar mi abdomen mirándole.
-Estás bien por el embarazo ahora mismo?.
-Perfectamente, voy bien.-asentí dejando un pequeño beso en su cuello.
-Me alegro, entonces.-Tomó mi mano de nuevo.
Asentí a sus palabras.
-Por ahora nuestra criatura no me da mucha guerra, solo algunas veces, sobre todo por las mañanas y en otras ocasiones en las que todo me da pereza, me agota.
-Y yo estoy para cuidarte y darte mucho amor.
-Exacto, dame amor, coño.
-Ya sabes que siempre.-besó mi mejilla.
Sonreí levemente ante su beso para observar las vistas desde ese cacharro, eran muy buenas.
Nos íbamos acercando a la cúspide y la verdad es que me recordaba al ascenso de un avión militar.
No tenía nada que ver, pero ambos iban hacia arriba. Uno para proteger el país, sin saber si íbamos a regresar con vida, aunque tampoco me importaba mucho, no tenía familia ni ningún ser querido, solo a tenía a mis difuntos compañeros. Al despegar se podía ver a la perfección el campamento y como compañeros de otra brigada volvían de la guerra, ni la mitad regresaron con vida y lo mismo ocurriría con mi brigada. La verdad es que yo era más de infantería, pero había estado en todas las divisiones. Sobre todo en la guerra de Vietnam.
Ahora todo era distinto, estaba con el amor de mi vida y nuestro pequeño bebé aún en desarrollo, ese que nunca pensé llevar en mi interior, pero allí estaba. Las vistas no se podían comparar para nada a la milicia, estas eran preciosas y si añadimos el perfil de Armando que veía de reojo, simplemente eran perfectas. Tenía todo el amor de ese hombre y un sentimiento cálido inundaba mi interior, especialmente mi abdomen.
Aún no sentía anda, algo que era muy evidente, pues solo tenía dos meses de embarazo, pero algo en mi interior, no sé si es el instinto maternal o que cojones me decía cada vez más fuerte que ese ser estaba en mí.
Salí de mis pensamientos para voltearme y poner mis manos en los hombros de Armando, dejé picos sobre sus labios. Me apetecía tener de su cariño.
Él, entendió a la perfección todo y rodeó con sus brazos mi espalda acariciándola.
Bajé mis manos a su pecho, para agarrar con algo de fuerza su camiseta y atraerlo hacia mí.
Ataqué sus labios devorándolos a mi paso al notar que correspondía a mi beso. Lamí toda su superficie dejando pequeñas mordidas por los alrededores y acariciando su pecho a mi paso.
Ladeé ligeramente mi cabeza para introducir lentamemte mi lengua en su boca para acariciar la suya y recorrer todo su paladar.
Tenía el control y pensaba usarlo.
Succioné ligeramente su labio inferior sin dejar el vaivén de mi lengua mientras miraba sus ojos de manera desafiante.
Acaricié su pecho subiendo mis manos a sus hombros y apoyándolas en ellos para dejar pequeñas caricias y enrollar mechones de su pelo en mis dedos.
Noté como quería quitarme el control y mordí sus labios con cierta fuerza, no me iba a quitar el poder.
Le guiñé un ojo por debajo de mis gafas, satisfecho al ver que ya no hacía nada más que corresponderme y seguir mi ritmo, dejándose llevar, a lo que aumenté el ritmo del beso.
Agarré sus muñecas, ya que había bajado sus manos hasta el asiento, colocándolas a cada lado de mí y las guié hacia mi cintura.
La tomó acariciándola de manera posesiva y llevando una de sus palmas a mi abdomen bajo.
Pasó las yemas de sus dedos por esa zona suavemente, haciéndome unas cosquillas que producieron escalofríos en mí.
Su toque producía demasiadas sensaciones en mí, era como cuando dos polos opuestos se tocan. Se atraen, al igual que nosotros.
Teníamos tanta química que una simple caricia era un mundo nuevo solamente por ser del contrario.
Su eléctrico toque era embriagador y adictivo en mi persona.
Me acerqué a él todo lo posible para mantenerme pegado y sentirle lo máximo posible.
Tomé asiento sobre sus muslos sin separarme del beso, pasando mis piernas por alrededor de su cintura y pegando así nuestros pechos y frente.
Noté como agarraba mi corbata acariciándola a lo que coloqué mis manos en su cuello y mordí levemente su lengua.
Le guiñé un ojo para separarme del beso y juntar aún más nuestras frentes mirando sus ojos muy fijamente.
Dejé un beso con cierta duración en los labios y después una pequeña lamida para dejar de mirarle y dirigir mi campo visual a la ciudad de noche.
-Es bonita.-le miré unos instantes.
-Tú lo eres más.
-Tú y la criatura si que lo sois.
-Le amamos.
-Le amamos mucho, nos amamos.
-Somos una familia.-me miró.
-Lo somos.-miré mi abdomen.
-Te amo, Jack, os amo.
-Y yo, Armando, demasiado.
Cerré los ojos durante unos segundos metiendo mi cara en su pecho para aspirar su aroma.
Dejé un pequeño beso en su pecho y salí de él.
-Te adoro.-besó mi mejilla mirándome y hablando con un tono sincero y lleno de amor.
-Entonces yo que te hago?
-Muy feliz.
-Joder, Grúas.-reí bajo y le miré.-tú también me haces muy feliz como nunca nadie me había hecho.
-Y siempre lo haré, recuérdalo.
-Hasta palmarla, hasta que el sol deje de brillar.
-Estaremos juntos, sí.
-Semper fi, Armando.
-Semper fi, Jack.
Me dió un pico mirándome con cariño.
Hacía siglos que nadie me miraba así, pero la forma en la que me miraba ese hombre era única, solo Armando Grúas podía mirarme así y hacerme sentir como lo hacía.
Mi Armando, mi corazón.

Armanway, lobos solitarios (Armanway/Volkway)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora