Capítulo 73 Aunar fuerzas.

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Richard corría escaleras arriba, con el maletín en la mano y el libro de conjuros que tenía escondido normalmente en su escritorio en la otra. La verdad es que estaba angustiado y preocupado, no sabía si aquello necesitaba la mano de una enfermera, pero estaban a veintiocho de diciembre, a esas alturas no creía que hubiera nadie disponible y tenía razón. Respiró hondo, tenía que pensar bien lo que haría. Vio a alguien correr desesperadamente hacia la cafetería, al mirar con más atención vio que era Chrístopher, evidentemente angustiado, supuso que estaría preocupado por Alice, al fin y al cabo eran amigos, o al menos era lo más cercano que ese vampiro había tenido a un amigo. Por mucho que los compañeros de familias más importantes se hubieran reunido durante años, no pareció tener amigos de verdad hasta que llegó su sobrina, cosa que le gustaba. Tenía que ponerse en marcha si quería llegar a tiempo.

Theo gritó tan alto que Max se angustió, sentía que algo en él se rompía al verle así. Rezó para sus adentros que faltara poco para que llegara el director, de no ser así lo traería él mismo a rastras si era necesario. No soportaba verlo así, temía por él a pesar de que le explicaron que esa fiebre era un proceso común entre brujos y brujas, pero no podía parar de temblar, de temer por su vida. Se levantó, decidido.

-Me voy a buscar al director, necesito que alguien te atienda, ¿vale?

-Max

Se agachó a su lado y le dio un beso en la frente.

-Antes de que te des cuenta estoy de vuelta.

Angustiado y nervioso, salió corriendo, dejando a un Theo asustado y muy enfermo.

Sentí que me elevaba, estaba entrando en fase y eso era peligroso, pasado ese punto, la fiebre de bruja podría volverse irreversible de no ser tratada. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Tendría que pasar por esto sola? La puerta se abrió de golpe y vi entrar a mi tío, un hilo de esperanza surgió.

-Estoy aquí...-Me cogió la mano y le di las gracias con la mirada, antes de que otra ola de dolor invadiera todo mi cuerpo.

Dispuso el libro en el suelo y sacó algunos tarros, pero ni rastro de la poción.

-Espero que no tarde mucho en venir.

¿De quien hablaba? ¿Había pedido ayuda a alguien y estaba en camino? A esas alturas del año seguramente todo estuviera nevado y las carreteras casi inaccesibles, si esperaba ayuda era muy posible que nunca llegara. Empezó a conjurar:

-¡Omnino Evanescit!¡Maleficus, invasor, summa exterminatio!¡Omnino Evanescit!¡Maleficus, invasor, summa exterminatio!

Todo daba vueltas, era muy doloroso, sentía como si alguien pusiera fuego sobre mi piel, quise gritar, pero no pude, o si lo estaba haciendo no era capaz de escucharme. La piel se me rompía, el cuerpo se me retorcía.

Alguien llegó, era Max, que me miró horrorizado.

-Tráelo aquí si puedes.-Fue lo único que escuché.

¿Theo estaba como yo? ¿Estábamos pasando por lo mismo en ese preciso momento? Otra ola de dolor intenso, otra bomba de energía que parecía explotar en mi interior. Pero algo era extraño, sentía cómo mis huesos se ¿movían? Era doloroso hasta el infinito. Por favor, que esto se parara, que esto terminara, no podía más con esto. Grité de nuevo cuando el calor se intensificó. ¿No me iba a dar la pócima? ¿No pensaba hacerme beber el líquido espeso? No entendía nada. Quería hacer preguntas, pero mi mente comenzó a alejarse de lo que estaba pasando, de la realidad, de mí.

Mortem (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora