Capítulo 14 Si dices que me vaya, me quedo.

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Todos comenzaron a ponerse tensos a mi alrededor, me di la vuelta y vi como otra de las chicas también comenzaba a lanzar pequeñas chispas en sus manos, esto se podría poner muy feo si no me voy.

-Mirad, no quiero irme, no tengo a dónde irme, así que lo siento por vosotros, pero me quedo.-La chica a mi espalda lanzó un grito gutural.

La otra chica también gritó y lanzó rayos desde sus dedos. El grupo parecía ser un caos, el chico que me había encontrado antes en el pasillo me agarró de la mano y tiró de mí con fuerza, apartándome de la colisión de ambos rayos.

-¡¿Estáis locas o qué?!-Grita el rubio.

-¡Hay que dejarle claro que no la queremos aquí y!

-Os signatum.-Sus labios desaparecieron y la piel cubrió el espacio, dejando a la chica confusa y aterrorizada.- No pienso irme, a ver si os queda claro a todos aquí, no tengo la intención de irme porque no tengo a dónde irme, así que para desgracia de todos los presentes me quedo, y al que lance un conjuro o un hechizo juro que se lo devolveré por seis.

Se quedaron callados, mirándome fijamente. Levanté la mano hacia la chica de la boca sellada, que parecía estar a punto de arrancarse la piel.

-Dimisit.

Sus labio aparecieron de nuevo y comenzó a sollozar, prefería que me tuvieran miedo a que creyeran que podían atacarme, sonreí para mis adentros; con suerte no se volverían a meter conmigo.

-Stricto oxygeni.

Mis pulmones comenzaron a contraerse, sentí que el aire se iba evaporando poco a poco de ellos, que se hundían, me agarré el pecho intentando pillar bocanadas de aire mientras miraba quien había lanzado el conjuro. La tercera chica me miraba con aquellos ojos rojos, unos ojos rojos de un conjuro maligno, un conjuro peligroso en manos de quien lo sabe decir, me sentí confusa, ¿por qué si era tan peligrosa no podía parar ella misma la niebla de gas? Cogí con todas mis fuerzas el poco aire que pude y susurré.

-Stricto oxygeni.

El aire se volvió denso, sentí como comenzaba a entrar más en mis pulmones, ella también parecía tener complicaciones para respirar, así que al fin y al cabo estábamos igualadas, nos miramos fijamente, a la espera de cual de las dos cedería primero, sus labios comenzaban a ponerse pálidos, seguramente los míos ya lo estaban, pero no pensaba ceder, mientras entrara aunque fuera un hilo de aire no me rendiría. Levanté mi mano y giré la muñeca.

-Tempus caecitatis

Vi cómo sus ojos se nublaban, una neblina blanca que empezó a llenar primero su pupila y luego todo el ojo, seguí diciendo el mismo conjuro una y otra vez, hasta que otra de las chicas, la tercera que no había participado en la contienda se puso en medio.

-¡Basta! ¡Parad! ¡Basta!-Nos miraba en pánico, sentía que cada vez el oxígeno era mayor y eso me daba cierta seguridad.-La vamos a dejar ir, por favor.-Se giró hacia mí.-Para por favor.

-Dimittis.

La neblina se fue y el oxígeno volvió. Me quedé mirando al extraño grupo que había atentado contra mi vida, no bajé las manos hasta que estuve lo suficientemente lejos como para darme cuenta de dos cosas: la primera es que querían matarme y la segunda es que casi lo habrían conseguido si esa chica no se hubiera puesto en medio.

Mortem (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora