Capítulo 88.

9 3 0
                                    

Otra vez que estoy en el baño vomitando. Ahora sí que empiezo a preocuparme porque no he comido absolutamente nada, me he pasado dos días vomitando y he decidido no comer nada hoy.

Me siento en el inodoro con las manos puestas en la cabeza.

Estoy sola, Leti está durmiendo y Caleb no está en casa.

Mi tío le ha ofrecido trabajo a Caleb. En un taller de coches, de lunes a viernes en horario comercial y un buen sueldo, unos 1300 euros al mes, lo que nos ha alegrado bastante.

Empezó ayer y cuando llego a casa estaba bastante contento. Me alegro de que haya encontrado un sitio donde esté cómodo, como le gustan tanto los coches es algo muy fácil para él.

También el jefe, que es amigo de mi tío, nos ha regalado un coche que era de su mujer, pero como se divorciaron, se lo dió a Caleb.

Es un ARKANA en color negro.

No entiendo cómo puede regalarnos un coche, así sin más, pero supongo que mi tío también habrá hablado con él y aunque no me gustaría, habrá dado algo de dinero por ese coche, pero prefiero ni preguntar.

Me levanto a lavarme la cara y los dientes, me sabe la boca a vomito y no puedo soportarlo. Es asqueroso.

-Mierda.

Abro los ojos y me miro al espejo cuando empiezo a darme cuenta de lo que está pasando. Me llevo las manos a la cabeza y me apoyo en la pared.

Me debo bajar hasta que llego a sentarme en el suelo, apoyo mi cabeza en las rodillas y me abrazo a mí misma con los brazos.

-No puede ser...

Intento que Leti no me oiga maldecir desde la habitación. Sé que está dormida, pero no quiero ver a nadie ahora mismo, por lo que espero no haberla despertado con mi grito de antes.

Sigo en el suelo pensando un millón de cosas, no sé qué hacer, qué decir, cómo reaccionar ni dónde meterme.

Lo que menos me esperaba que pudiera pasarme, lo que no quería que pasara y lo que no sé qué hacer si es lo que yo pienso, me está pasando.

Empiezo a pensar en este tiempo atrás, a pensar fechas, a hacer cálculos mentales y todo empieza a cuadrarme.

Abro el armario del lavabo del baño y busco desesperada una caja azul y amarilla.

Nada. No la encuentro.

Me tiro del pelo y comienzo a llorar como una loca.

-No me puede estar pasando esto, no ahora, no a mí.

Maldigo una y otra vez para mis adentros. No sé cómo voy a tomarme todo esto, no quiero ni siquiera pensarlo, menos decirlo.

Cojo el teléfono para marcar el número de Martina.

-Hola mi amor.

-¿Puedes venir a casa por favor?-la pregunto.

-Claro, ¿está todo bien?-me pregunta asustada.

-Tú solo ven, por favor.

Cuelgo el teléfono y lo vuelvo a dejar en el suelo. Sigo llorando sin poder calmarme. Necesito que Martina venga ya, necesito verla y que me haga compañía.

Un golpe de suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora