Capítulo 85.

11 3 0
                                    

Me encantaría saber cómo explicar lo que siento, la sensación o el dolor a la vez que me está provocando el ni si quiera tener el valor de girarme hacia donde viene esa voz que tanto llevo sin escuchar.

Se me acaba de caer el mundo, toda la fuerza que he conseguido tener este tipo acaba de desaparecer, no sé ni cómo reaccionar.

Cogiendo aire y sacando las fuerzas de donde ya no las tengo, poco a poco me giro sobre mí misma.

-Hola mamá.

Decir esas palabras hacen que me rompa todavía más, no me esperaba para nada que mi madre apareciese por aquí hoy. Que haya viajado desde Londres aquí y se haya compinchado con mis tíos para hacerme esta encerrona.

Me siento engañada, pero por una parte creo que me lo esperaba. Todo esto no podía salir bien.

Caleb me mira desconcertado, me atrevería a decir que esperando algo por mi parte, no sé si una palabra, o un acto...No lo sé, ahora mismo no sé nada más.

-No has cogido mis llamadas este tiempo y necesitaba verte, siento que haya tenido que pasar así hija, pero necesitaba verte y hablar contigo.

-¿Y no se os ocurrió una mejor forma que engañarme verdad? Hacerme pensar que mi familia quería de verdad pasar la Nochevieja conmigo, era la mejor opción, por supuesto.

Caleb me agarra la mano. Yo le suelto, no quiero que se interponga en esto.

-Hija por favor, déjame hablar contigo.

-¡No! Me voy, a mi casa y con mi verdadera familia, Caleb y Leti.

Me voy media vuelta y cojo a Leti en brazos. Camino hacia la puerta y veo que Caleb se queda al lado de mi madre.

-¿Qué estás haciendo?-le pregunto.

-Creo que deberíamos quedarnos y que deberías hablar con tu madre-dice.

-¿Perdón?-digo bajando a Leti de mis brazos.

-Cloe, es tu familia y sé cuánto quieres a tu madre, por favor, habla con ella y si decides que es mejor irnos, seré el primero en cruzar esa puerta.

No sé si es porque esto me lo está diciendo Caleb o por si de verdad en el fondo de mi corazón necesito hablar con mi madre.

-Tienes cinco minutos, cinco-le digo a mi madre.

Abro la puerta de la calle y salgo, mi madre sale conmigo y nos quedamos en el pasillo, a solas.

-Empieza.

-Lo primero quiero pedirte perdón, por lo que pasó en Londres, por haberte juzgado y por haberte pegado.

-Mamá, no es eso lo que hizo que me enfadase conmigo, lo que me dolió es que no confiases en que tu hija es una persona fuerte y que tiene cabeza. Por supuesto que me molestó que me pegases, pero las palabras duelen mucho más que eso.

-Dame otra oportunidad para ser mejor contigo y también con tu novio. No parece tan mal chico como yo creía, quizás le juzgué demasiado.

-No le has juzgado, antes era como tú crees, pero ha cambiado, ¿sabes por qué? Porque me ama. Y cuando alguien no es bueno con la persona que ama, cambia para no perder a esa persona y ser mejor, podrías aprender de él mamá.

-Tienes razón, lo siento hija, de verdad. Intentaré estar más para ti.

-No quiero que estés para mí, necesito que confíes en mí y en que puedo hacer las cosas por mi misma sin necesitar que siempre estés para ayudarme.

-Es que siempre serás mi bebé, no puedo evitar querer protegerte.

En ese momento mi madre rompe a llorar y yo con ella. La abrazo sin pensarlo y ella me aprieta fuerte. Me acaricia el pelo y yo a ella la espalda. Los llantos se juntan en el pasillo haciendo un eco inmenso.

-Perdóname-me dice mi madre al oído.

-Te quiero mamá, gracias por entenderme-la digo yo a ella.

Volvemos a entrar en casa y todos están sentados en la mesa tomando una copa de vino blanco, menos Leti que bebe agua.

La mirada de Caleb se dirige a mí en cuanto entro por la casa, ladea la cabeza y frunce las cejas esperando una respuesta por mi parte. Yo le sonrío y asiento con la cabeza.

Me acerco a él y pongo mi mano en su hombro, me agacho a la altura de su oído.

-Todo bien, tranquilo, nos quedamos.

Caleb lleva su mano a la mía y me la sujeta con fuerza pero cariñosamente.

Me siento a su lado y todos empiezan a hablar sobre anécdotas antiguas de la familia, mi madre le cuenta a Caleb cosas mías de cuando era pequeña, bastante vergonzosas para ser sincera, pero ya con Caleb no tengo ningún tipo de vergüenza y me encanta que sepa cada cosa de mí.

Mi tía y Sara han puesto todos los platos en la mesa. Caleb y Manu se han levantado a hablar de lo suyo antes de cenar. Y yo sigo hablando con mi tío sobre mi nuevo trabajo. Leti me está haciendo un dibujo de todos los que estamos aquí, pero en el dibujo se nos ve más felices de lo que somos en realidad.

Un golpe de suerte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora