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 Fueron sus ojos los cuales me arrastraron hacia la ardiente pasión del pecado, de aquel pecado traducido en sexo, aquel sexo queriendo ser llamado amor, aquel amor fingiendo ser sexo, el sexo perdiéndose en sus labios, esos labios gimiendo mi nombre, mi nombre quemándose en llamas, las llamas que nos envolvieron en esta ardiente pasión del pecado, el pecado siendo él; Kim Sunoo.

Si hay algo más excitante que su trasero sacudiéndose al ritmo de las embestidas, impactando contra mi entrepierna, debería ser llamado arte. Me contemplo en mi papel de alfarero, deslizando mis palmas en sus curvas, marcando su trasero justo en la finalización de su espalda, haciéndolo mío como el autor mi obra, aquella que ya fue perfecta sin mi ayuda.

Es algo más que amor, algo menos que el sexo, somos nosotros, luchando sobre aquella cama para encontrar lo mejor de nosotros mismos, mordiendo, besando, tocando y rasguñando. Solo somos nosotros, entregándonos al placer.

Sus gritos eróticos me enloquecen, él es una mezcla de suplicas y de excitación. La sensación de poder es maravillosa, teniéndolo en cuatro, con las piernas muy bien abiertas apoyadas sobres sus rodillas impactadas sobre mi arrugada sábana, a duras penas sujetándose sobre la cabecera con las uñas clavadas en la manera, luchando contra su cansancio, dejando caer el peso de sus hombros en aquel lugar, levantando muy bien el culo para ofrecérmelo a mí. Suplicando que se la metiera con más fuerza, dejando a la vista lo que sería incapaz de mostrarle a cualquiera, dejando a la vista lo que sus pantalones ajustados cubren con recelo; una entrada pidiendo a gritos ser abierta y penetrada a todo gusto.

Quién iba a negarse a hacerlo, yo no pude, jamás podré. Se la metí sin buscar una preparación, arañé sus glúteos cuando empezaron a rebotar contra mi entrepierna. Sunoo jadeaba lastimero, sufriendo de placer y gritando por más, gritando por mí, para que le castigara por haberse portado mal conmigo. Ya tenía planeado correrme en un interior y que él entendiera que me pertenecía por completo. Él entendería que soy el único hombre que necesitaba en su vida y que yo se lo haría como siempre lo ha merecido, arrancándole esos gritos eróticos...

Esos gritos eróticos que disminuyeron según las embestidas, dispersándose al igual que su imagen. ¿Qué estaba sucediendo? Mis manos se volvieron borrosas, su cuerpo también. El incesante sonido de alarma me sacó del mejor sueño que tuve en la vida, gruñí cuando mis ojos se abrieron admirando la pared blanca de mi tonta habitación.

Me frustré cuando noté la erección formada en el pantalón de mi pijama y las gotas de sudor sobre mi frente.

Luego de mi llegada a casa el día de ayer, caí en cama con un resfrío terrible y un dolor quemante en las manos, sin mencionar los moretones en mis brazos. Estaba muy mal debido al incidente sucedido en el parque ecológico y mi madre me prohibió otro viaje en la universidad, al menos por veinte años. Más cuando me llegó el reporte del maestro debido a mi "conducta inadecuada" sancionada con una semana de limpieza en la cafetería de la universidad.

Me levanté con un terrible humor, que incrementó porque mis brazos dolían y mi cabeza estaba a punto de explotar debido al resfrío. Aunque podía tomarme el día libre si quería, no me permitiría descuidar mis estudios y arruinar mi asistencia perfecta desde primaria. Me bañé para bajar la erección que me impedía juntas las piernas sin antes jadear y en cuanto terminé, me puse listo para salir.

Evidentemente mi madre me pidió cambiar de opinión por mi seguridad, pero ella y yo sabíamos que yo no cambiaría de posición, menos si se trataba de mis estudios.

Partí de casa a pasos lentos y llegué a clases quince minutos tarde que no fueron perjudiciales. Creí que me moría toda la mañana, siendo incapaz de mantener los ojos abiertos porque el resfrío me provocaba ardor. Luchaba contra todos los terribles síntomas, entre ellos el terrible ataque de tos que solo me daba en plena clase y que me avergonzaba en frente de todos e interrumpía al maestro.

Aunque quisiera descansar, el receso solo me llevaría a mi tortura, la cual consistía en lavar todos los platillos y vasos sucios de los estudiantes. Maldije mentalmente, esperando que ningún santo o super héroe con telepatía, pudiera escucharme. Jungwon faltó a clases y Heeseung nos dejaba en la deriva cuando Jake se cruzaba por delante.

Esperé en soledad a que el receso terminara y los estudiantes despejaran el área. La encargada me cedió toda indumentaria y me dio ánimos cuando vio mi estado de salud. Decidí tomar un poco de aire, llenándome de valor, para afrontar la terrible jornada. Ingresé a la cafetería y recorrí las mesas, para asegurarme de que no hubiera platillos olvidados. No hubo ninguno, sin embargo encontré algo que reconocí de inmediato; el cassette que le había regalado a Sunoo con el título personalizado y mi canción favorita grabada por mí, tirado ahí en el suelo sin el menor interés.

Lo recogí sintiendo una punzada hiriente en el corazón. Eso era lo que yo significada para él, eso era lo que él pensaba de mi grabación. Metí la cosa en mi bolsillo y avancé hacia el mostrador, donde acomodé los platillos por tamaños y colores. Lavé y sequé todo aquello en menos de media hora, porque ya quería irme a descansar a casa, agradeciendo que este día no fuera tan pesado como los demás.

Apilé los platillos y los guardé en los cajones que tenían en la parte inferior del mostrador. Mis rodillas se sacrificaron para arreglar ese lugar.

Entonces escuché un ruido extraño, como de pasos. Levanté un poco la cabeza para ver de quién se trataba, me sorprendí al ver a Sunoo, recorrieron cada mesa, agachándose en busca de algo. Él se veía preocupado y no le importó desordenar las sillas para seguir buscando, pero qué, ¿qué es lo que buscaba con tanta desesperación?

El cassette se pasó por mi cabeza, pero descarté la idea de inmediato. A él no le importaba en lo absoluto, me lo demostró ayer, cuando en el viaje de vuelta no se dignó a mirarme ni a recordar que existo, después de lo que tuve que hacer por él. Estuve tan arrepentido, ¿por qué no simplemente me fui cuando lo vi? ¿Por qué simplemente no dejé que se quedara solo en el jardín? ¿Por qué no pude ser cruel por primera vez? ¿Por qué?

Bajé la cabeza, me oculté detrás del mostrador, hasta que los ruidos se detuvieron y solo se oyeron sus pasos alejándose por el pasillo. Saqué el cassette y lo aplaste en mi palma, prometiendo destruirlo en cuanto llegara a casa.

Me levanté de ese rincón y di por finalizada mi labor, dejando la indumentaria en su sitio. Salí con calma por el pasillo que estaba vacío y me dirigí hacia la salida.

—¡Sunghoon! —Me di la vuelta al reconocer aquella voz.

—Hee. —Era Heeseung quien me dio un abrazo que correspondí de inmediato. Supe que algo andaba mal cuando lo oí sollozar sobre mi hombro.— ¿Qué sucedió? ¿Por qué lloras?

—N-no lo sabes pero Jake y yo...

—¿Jake y tú? —Yo sabía perfectamente que esos dos traían algo, pero no podía entender lo que le sucedía a mi hyung.

—E-estuvimos saliendo, pero, p-ero le oí... —Heeseung estaba destrozando, nunca le había visto así en la vida. Entendí que Jake le había hecho algo muy malo.— Le oí hablar con su amigo y le dijo que solo se juntaba conmigo porque le resuelvo los trabajos...

Aquello fue duro de escuchar. Me dolía ver así a mi amigo, ¿qué le sucede a ese Jake para hacerle esto? ¿Qué tipo de persona cruel era? Creí que ellos se gustaban de verdad.

—¿Le has estado resolviendo los trabajos, Hee?

—S-sí. —Heeseung explotó un llanto y yo tuve que palmear su espalda para que se tranquilizara pero sabía que era imposible. Un corazón roto no se recuperaría tan pronto.

—Heeseung, aquí me tienes para darte mi apoyo. No permitiremos que ese chico vuelva a hacerte daño, ¿entendido?

Él asintió siendo incapaz de hablar. Yo me puse firme, no permitiría que jugaran así con mi mejor amigo, no iba a permitirlo. Así que Jake era el primero en mi primera lista negra, el segundo sería Jongseong, que desde hace mucho se lo merecía. 

Sunoo, el chico flor ⪼ SunSunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora