47.

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Hoy, a diferencia de ayer, Sunoo y yo nos despertamos de muy buen humor. Fuimos y regresamos de la universidad con el mismo humor, sin dejar de lado las bromas y risas que sobraron en el camino. Solo deseaba que las cosas continuaran así por siempre.

—¿Entonces seguirás haciendo horas extra, Hoon?

Yo terminaba de arreglar el cuello de mi abrigo. Dentro de diez minutos tendría que partir al trabajo, manteniendo esa excusa de cubrir las horas extra de un compañero. Sunoo no podría enterarse jamás que se trataba de una mentira, porque podría preocuparse y yo... estoy bien trabajando por la noche. No regreso tan agotado como los primeros días, me acostumbré.

—Sí, Sunie.

—¿Qué vamos a cenar?

—¿Quieres que traiga algo?

—Sí. Quiero lo de siempre. —Carne con papitas.

—Vale, lo traeré.

Lo único que detestaba del trabajo era que me restaba tiempo para poder estar con Sunoo como me gustaría. Usualmente compartimos las noches antes de dormir y los fines de semana que por supuesto no son suficientes. Yo quiero estar más tiempo a su lado; en todas las mañanas, las tardes, las noches, toda mi vida.

Pero ese trabajo nos mantiene y da de comer.

Miré el reloj, ya era hora de partir. Me di la vuelta y caminé hacia Sunoo, le robé un pequeño beso.

—Tengo que irme, Sunie.

—Bueno, adiós.

—Te extrañaré. —Susurré antes de dirigirme hacia la puerta y salir con cuidado.

Dejé escapar un suspiro de cansancio. Todavía no empezaba mi jornada y ya me sentía agotado. Sin embargo, seguí mi camino usual, esperé por el bus más de quince minutos y me subí en él, cediéndole el asiento a la persona que lo necesitara más que yo. Luego me quedé en la parada cercana a mi trabajo y llegué a trote hasta el ingreso.

Afortunadamente no llegué tarde como hace días, sino puntual. Corrí apresuradamente hasta el vestidor y me puse mi uniforme. El jefe apareció por la puerta, diciendo que tenía un comunicado para nosotros.

—Muchachos, debo informarles que viajaré esta noche a Japón para visitar a mi hija que tuvo a su primer hijo, por lo que hoy cerraré el restaurante temprano y el fin de semana. Hoy vayan a descansar por favor.

Todos esbozamos una sonrisa de felicidad. ¡Descanso! Hicimos una reverencia y le felicitamos por la noticia.

—¡Felicidades!

Con aquello, todos salimos mucho más animados a trabajar, sabiendo que saldríamos temprano. Iniciamos los pedidos y me dirigí hacia la mesa cuatro. Una chica muy atenta a su móvil levantó la mirada.

—¿Puedo tomar su orden? —Pregunté con amabilidad. Ella sonrió.

—Sí, pero no sé si este lugar acepta este tipo de órdenes.

—¿A qué se refiere?

—Mira, tengo una amiga que no tarda en venir, ella llegó de Seoul esta mañana, hoy es su cumpleaños y quería festejar su cumpleaños y...

—Este restaurante no festeja cumpleaños, pero sí podemos ofrecerle un pastel de cumpleaños o una cena gratis.

—¡Quiero el pastel de cumpleaños! —Gritó con emoción. Yo asentí sin poder evitar contagiarme con su emoción, los cumpleaños siempre eran divertidos.

Le entregué la carta para que eligiera el pastel en el sector de postres. Ella eligió el más grande y decorado. Se notaba el cariño que le tenía a su amiga.

—¿Desea que le pongamos algo escrito?

—¡Sí, sí! Escriban "Feliz cumpleaños, querida mimada Jang Wonyoung".

Tomé apunte con velocidad.

—¿Wongyoung?

—No. Wonyoung. W, o, n, y, o, u, n, g. —Esa chica debe ser muy afortunada al tener amigos que no olvidaran su cumpleaños.

—Lo tengo.

—Gracias.

Dejé el pedido en las órdenes y antes de seguir atendiendo en las mesas, el jefe me ordenó que ayudara al chef que necesitaba alguien que preparara todas sus herramientas y aunque me la pasé todo el horario dentro de la cocina, lo disfruté, tanto que las horas pasaron volando para mí hasta que llegó la hora de cerrar el local. Fue emocionante para mí salir de aquel lugar con la luz del atardecer en su esplendor, me sentí libre y feliz.

Antes de regresar al departamento, decidí visitar a mi madre. No la veía hace semanas y quería hacerlo, además tenía un pendiente en nuestro jardín.

Media hora después ya estaba abrazando a mi madre con todas mis fuerzas. Como casi siempre, ella me insistió que pensara sobre mi relación con Sunoo, diciéndome que él no era alguien bueno para mí y como siempre, yo le decía que ella conoce más que a nadie a Sunoo y que es lo mejor para mí.

No me quedé en casa más de veinte minutos porque enfoqué mi tiempo en desenterrar aquella flor importada que mamá trajo para Sunoo y que yo planté con amor, esperando a que este momento llegara. Su flor había crecido muy bien y se veía tan hermosa como él. Mi madre me entregó una maceta mediana para que la flor pudiera trasladarse. ¡Este regalo haría que mi novio se pusiera feliz, él amaba esa flor!

—Mamá, debo irme.

—Lo sé. —Ella besó mi mejilla y arregló los cabellitos de mi frente.— Cuídate mucho y ven más seguido, ¿vale?

—Lo haré. Tú también cuídate mucho, mamá. —Crucé la cerca sosteniendo aquella maceta.— ¡Te amo!

Caminé muy feliz por todas aquellas calles que me habían visto crecer y que guardaban parte de mi historia. En menos de quince minutos ya estaba subiendo las escaleras de mi departamento, tarareando una canción que ni siquiera recordaba de quién era. Estaba tan feliz que nada me importaba.

Cuando llegué a la puerta de nuestro departamento, tardé un poco en sacar las llaves y abrir la puerta, porque el macetero era pesado. Busqué a Sunoo con la mirada, pero no lo encontré, lo cual es raro porque a esta comenzaba su programa favorito y él no se lo perdía.

Recorrí el pasillo con rumbo a la habitación, caminé más lento cuando oí algunos sonidos extraños provenientes de la misma. Creí que era mi imaginación, pero juraba oír... ¿gemidos y gritos?

Avancé un poco más, mi corazón comenzó a latir cuando comprobé que no se trataba de mi imaginación. Por mi cabeza pasaron muchas ideas, pero rechacé todas hasta tener la verdad.

La puerta se encontraba entreabierta y terminé de abierta con el pie. Mi impresión fue enorme al ver aquella escena; Sunoo estaba con otro hombre, ese hombre era Jongseong. Ellos... ellos estaban desnudos sobre la cama, teniendo sexo sin percatarse de nada a su alrededor.

Mis manos temblaron y dejaron caer la maceta sobre el suelo, provocando un sonido ruidoso. Ellos se detuvieron y yo no podía respirar ni moverme.

—¡Sunoo! —Grité con toda la fuerza que tenía mi garganta. Sentí el dolor de la traición en carne propia.

Ellos voltearon a mirarme y Jongseong... se rió de mí.  






Se viene el final de la primera parte 😞

Sunoo, el chico flor ⪼ SunSunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora