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Sunoo compró dos boletos para Seúl a primera hora, estuvimos de acuerdo en que ya era hora de regresar, incluso si la despedida con su madre había sido desoladora, quiero decir, es su madre por supuesto que iba a ser duro para ambos volver a despedirse.

Sin embargo me di cuenta en el camino de vuelta que este viaje había sido diferente a los que hice anteriormente, en muchos aspectos, nunca me sentí tan cómodo en un lugar así. Me sentí como en casa incluso si no había visto nada de Busan en revistas o postales, por supuesto que se trataba de una experiencia nueva, por ello supuse que el lugar era tan encantador que te hacía sentir como en casa.

Cuando llegamos al departamento me sentí vacío, como si ese lugar fuera totalmente ajeno a mí, me sentí como un extraño sin saber a dónde pertenecía, algún día tendría que acostumbrarme a esa horrible sensación que invade mi pecho después de hacer un viaje. Lo que me animó fue recibir la llamada de los chicos que me exigieron sus regalos sin preocuparse de que pudiera estar cansado por el viaje.

—Mh sí bebé, tienes muy lindos pezones.

—Hoon... ¡ah!

Uno de los puntos más sensibles de Sunoo, después de su cuello, son sus pezones. Se retuerce de placer cuando logro alcanzar su próstata al metérsela y cuando pellizco sus pezones, usualmente comienza a correrse después de treinta segundos. La escena es demasiado explicita incluso para mí, me impresiona la capacidad que tiene para ponérmela dura de nuevo con una simple acción inocente y morbosa a la vez.

Me gusta, es la frase adecuada. Me gusta cada rincón de su cuerpo, me gusta sentir la suave textura de su pálida piel, me gusta más dejar marcas rojas sobre ella que siempre me recuerdan cada encuentro sexual nuestro, bastante distinto que el otro. Me gusta que presione mi pene cuando ingreso muy profundo y él no puede contenerse, me gusta hacerle gritar tan agudo, me gusta sacarle gemidos eróticos e incitadores, me gusta mucho más succionar sus pezones y sentir la humedad de su pene en mi estómago cuando ya no puede aguantar. Me gusta que me acaricie la mayor parte del tiempo, me gusta la suavidad de sus manos, me gusta su dulce aroma, me gusta su calidez, me gusta su voz, me gusta su risa, me gusta su sonrisa. Él me gusta.

Es tonto, lo sé, jamás he dicho nada de eso sobre nadie, me siento como un adolescente estúpido con las hormonas flotando.

—Tengo ganas de hacértelo otra vez, Sunie.

—¿No se te hará tarde para ver a los chicos?

Oh mierda, los chicos. ¿Por qué son tan impacientes? Tengo cosas mucho más importantes qué hacer.

—Joder.

Besé los labios de mi chico un par de veces antes de levantarme de la cama. Tuve que alejarme de un Sunoo desnudo, cubriéndose a duras penas con las sábanas enredadas sobre su entrepierna y muy follable a la vista. ¡Maldición!

—No has comido nada, iré a ver si la sopa está lista. —Había olvidado que Sunoo estaba cocinando cuando comencé a cogérmelo.

—No te levantes, bebé. Comeré algo afuera.

—¿Qué? Claro que no, yo haré que todo esté listo, tú báñate.

Seguí sus órdenes sin agregar nada más, porque tenía hambre y me sentía bastante desanimado con eso de ver a los chicos. Sí, los he extrañado mucho, pero no quería verlos en ese momento. Terminé por rendirme, tomé un baño corto y usé la ropa que Sunoo me dejó sobre la cama, se hallaba muy bien planchada y suave al tacto.

De mejor humor me dirigí hacia la cocina. Sunoo ya tenía puesto mi plato sobre la mesa, junto a la bolsa de recuerdos que compré. Bufé internamente, él es perfecto, ya sé.

Sunoo, el chico flor ⪼ SunSunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora